El verdadero amor nunca
es discreto. La frase me suena como una
etiqueta frente a este graffiti en una
calle de La Habana Vieja. Los tonos de
la voz, las expresiones del rostro, las canciones que escucha, la ropa que elige
y hasta la forma de poner la cafetera en el fuego revelan los sentimientos amorosos de una persona. Y la
mayoría quiere que esas ansias las conozca el mundo. Por eso siento una gran
admiración por los amantes invisibles,
los que tienen que ocultarse a los ojos de los
demás, los que se conforman con una especie de vanidad interior, los que se regocijan unas horas en un cuarto de hotel y luego cada uno parte
hacia rumbos opuestos hasta perderse en la multitud.
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