domingo, 19 de julio de 2015

A UNOS CENTÍMETROS DE L A FELICIDAD...


Yo quería andar  hacia atrás por  los oquedades del tiempo, disolver  las felicidades antiguas,  borrar los escenarios  de  mis fotos y llegar  a un punto  donde pudiera mirarte desde  lejos, para regresar  entonces sin cicatrices en la piel, sin  filosofías  que  complican  el mundo, olvidadas las canciones que algún vez tarareé,  fingiendo que  lo ignoro todo, que  sé muy poco …Y una vez de vuelta, echarme  a tu lado como un animal puro,  para reverenciar  los olores  y clavar los dientes en el goce…Pero  de pronto  te levantas de la cama y  con gestos mínimos dices que yo  no  te entiendo, que tienes  otras necesidades…Unos  centímetros separan tu espalda   de mi cuerpo  cuando descubro  que acabo de dormir con un extraño.  


viernes, 17 de julio de 2015

PULLMAN



PULLMAN figuraba entre  las palabras que consideraba  mágicas cuando era niño.  Un pariente de mi familia administraba una cervecera  con ese nombre  en Consulado  312 esquina a  San Rafael.  Tal vez este  local se denominaba así por la vecindad con el edificio  de al lado, en cuyo piso de la entrada principal está grabada la palabra PULLMAN. La cervecera siempre estaba colmada de bebedores que formaban una  nube de voces con anécdotas, discusiones y  malas palabras.  Era un mundo que podía ser violento, machista, impredecible,  pero también  gráficamente erótico cuando los hombres envueltos en humo y alcohol  se referían a sus hazañas sexuales. Pero en esa época yo no podía comprender el alcance del término erótico, ni  muchos menos su relación con la palabra PULLMAN.   

domingo, 12 de julio de 2015

OCUPACIONES QUE ME GUSTARÍA EJERCER…


1.-Barman
2.- Gigoló de Francesca Bertini
3.- Ilusionista
4.- Doble de John Garfield
5.- Bailarín popular
6.- Gerente de Casa de Huéspedes.
Una lista para otras vidas futuras, o secretas.



sábado, 11 de julio de 2015

FOTOGRAMAS



Hay sucesos breves que brindan  placeres  muy privados  que nunca olvidamos. Una vez  entré a  la cabina  de proyección de un cine de barrio mientras transcurría la función. Me habían dicho que a mitad de película, el joven  proyeccionista  salía siempre  de su  angosto local y  pedía en voz alta fuego  para prender  un cigarro. Al día siguiente me senté en la última fila del balcony,  con una fosforera en el bolsillo.  Y gracias a la chispa que  alimenta el vicio,  disfruté  del filme con mis  ojos alineados  con  el haz de  luz que daba vida a una historia en  la pantalla. No solo  los actores se revelaron   de una manera diferente.  Parapetado junto a la máquina rebobinadora, observé las  obscenidades gozosas del público en las butacas. Era una atmósfera de sombras chinescas con personas reales y gemidos en sordina.  



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