Por: Lázaro Sarmiento
Durante un festival de la radio en la ciudad de Santa Clara, fui a una casa donde estaban vendiendo un viejo radio de caja de madera. Siempre he sentido fascinación por estos aparatos. Pienso que La Habana tendría que tener un museo de modelos antiguos en homenaje a la época en que fuimos una suerte de Olimpo radiofónico en América Latina .Cuando entré a la casa, el radio en venta estaba encendido. En el portal comedor, junto al patio interior repleto de plantas verdísimas, un grupo de personas muy adultas se deleitaba con un programa de alta audiencia en las noches: Alegrías de sobremesa, de Radio Progreso. Una mujer más joven que los demás, y que debía ser el pilar de energía en el seno familiar, me contó que aquel equipo fue uno de los regalos recibidos por los abuelos en su boda (uno debió ser el anciano que desde un sillón de ruedas parecía escuchar voces de otros mundos). Al regresar de la luna de miel, la pareja quedó cautivada por la adaptación que la radio cubana hizo de de Cumbres borrascosas ; después las hijas vivieron sus primeros amores inocentes mientras imitaban a las protagonistas de La novela del aire, y cuando a aquellas les nacieron los hijos le pusieron los nombres de los galanes de las dramatizaciones ; con el oído muy cerca de la bocina, todo el clan familiar había estado atento a los mensajes de la radio rebelde originados en la Sierra Maestra ; desde décadas atrás los varones de la casa vibraban con las transmisiones beisboleras , y ninguno de los adolescentes se había perdido en los años sesenta ni uno solo de los capítulos de La flecha de cobre, aventuras al mediodía en la antena de Radio Liberación. Habían sido felices con ese aparato de válvulas al que le debían risas y lágrimas. Sin olvidar los danzones de Barbarito Diez al caer la tarde y las buenas y malas noticias del amanecer junto a la taza de café. Por último, la mujer desvió la mirada hacia una oquedad y con humilde dignidad dijo:
- Si no fuera por la situación económica que estamos atravesando nunca hubiéramos pensado en venderlo.
Fue un fogonazo. Descubrí que yo no podía comprar el radio ni por el mejor precio del mundo. Hubiera sido como robarle a esa familia un pedazo de su memoria..
Foto: Teresa Gómez (locutora), Lázaro Sarmiento, al centro (director), y Diego Ubieta (realizador). Programa Fuera de Serie, Radio COCO, 1990.
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Radio y literatura.
Hiciste bien, era media vida para ellos.
ResponderEliminarsaludos
En una época en que unos meses apenas deja atrás el último invento tecnológico, reivindicar los primeros avances enla comunicación es un acto de nobleza. Me gustó tu post.
ResponderEliminarVine a conocerte por los 20Premios Blogs. Y me gusta lo que leo aquí. Que tengas muchísima suerte y que muchos se acerquen a tu sitio que es un gran premio.
Hermosa y ejemplar historia la que nos compartes mi buen amigo, te felicito ampliamente por tu sensibilidad y excelente actitud.
ResponderEliminarUn abrazo desde Venezuela.