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miércoles, 31 de marzo de 2010

LA HABANA: VIENDO LA VIDA PASAR (I)

Por: Lázaro Sarmiento

Bulevar de San Rafael, esquina de la calle Águila, entre los edificios de las tiendas Indochina (a la derecha) y Fin de Siglo (a la izquierda).

A la sombra de los árboles de la Plaza de Armas, en La Habana Vieja, un mercado de libros hace las delicias de los interesados en títulos raros, viejas ediciones, revistas antiguas y también novedades editoriales difíciles de conseguir en otros lugares de la ciudad.

En la esquina de San Rafael e Industria (la puerta es la del antiguo hotel Royal Palm), este turista introduce en su cámara la imagen de un viejo modelo de automóvil, una cucaracha azul con aliento sicodélico.


Frente a la escalinata del Capitolio pienso en los sueños faraónicos de los políticos cubanos en la década de los años veinte del pasado siglo. Inaugurado el 29 de mayo de 1929, este mastodonte de piedra siempre me ha parecido un decorado de Cecil B. De Mille que un zepelín extraterrestre dejó caer en el corazón de La Habana. Primero, las cámaras de cajón y las tarjetas postales, ahora la fotografía digital, y sobre todo su hegemónica presencia, han hecho del Capitolio uno de los edificios símbolos de la capital.


Fotos: Lázaro Sarmiento, marzo 2010.
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jueves, 18 de junio de 2009

PARA SER MONSTRUO HAY QUE TRABAJAR FUERTE.


Por: Lázaro Sarmiento

La única vez que entré en el cine Capitolio fue para ver La novia de Frankenstein. Los cines carcomidos como esa pequeña sala que estaba en el Paseo del Prado de La Habana constituyen magníficos escenarios para disfrutar de los viejos monstruos de la pantalla, que tanto influyeron en nuestras relaciones como espectadores con el miedo y el entretenimiento.

Hacía ya bastante tiempo que había muerto Boris Karloff (1887 – 1969), el intérprete de Frankenstein, cuando me agarró esta producción de 1935 que algunos críticos califican de valiosa pero sobrevalorada cinta de los estudios Universal.

Recordé ahora a Frankenstein en el Capitolio porque estoy leyendo un libro “que no tiene desperdicios”: Monstruos sagrados (Nuer Ediciones, 1998), de Doung Bradley. Sus páginas se refieren a grandes actores y sus caracterizaciones en la historia del cine de terror. La obra describe un fascinante y a la vez extenuarte mundo de maquillaje, látex, agujas de metal, pegamento y artilugios mediante los cuales un simple mortal se convierte en un ser monstruoso.

Por ejemplo, en La novia de Frankenstein, Boris Karloff llegó a trabajar quince horas diarias, sin contar el tiempo del viaje entre su casa y los estudios.


4:30. Despertar
5:20. Viaje hacia los estudios (unos 23 kilómetros)
6:00. Un esteticista prepara su piel, mientras toma un desayuno ligero.
7.00-12.00 Maquillaje.
12:30. Se sujetan los accesorios de piernas y cuerpo y se pone las botas lastradas.
13:30. Comida.
14:00-19.00.En el rodaje siempre se hacía un descanso para el té a las cuatro en punto, probablemente a causa del número de ingleses presentes.
19:00-20.00. Se retira el maquillaje.
20:00. Ducha fría, cena ligera y una taza de té, y un masaje para ayudar a volver ala restringida circulación de sus piernas.
20:30. Conduce de regreso a casa.
21:30. En la cama, se estudia la escena del día siguiente.


Este era el horario de un día cualquiera en el rodaje de La novia de Frankenstein. Y ya era una jornada más flexible comparada con filmaciones anteriores.

Esta mañana me entero por NOTICINE.com (citando a su vez Hollywood Reporter) que la Universal y la productora Imagine negocian con Neil Burger (El ilusionista) para que escriba (junto a su colaborador Dirk Wittenborn) y dirija un "remake" de La novia de Frankenstein.


Los monstruos siempre regresan.


Detrás de estas columnas estaba el cine Capitolio, en el Paseo del Prado de La Habana , frente al Capitolio Nacional.

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