jueves, 20 de agosto de 2015

EL VIAJE


Una noche viajé dentro de una caja de zapatos. Fue un episodio rodeado de rezos y nervios, pues el doctor del pueblo dijo que no llegaría con vida.  A  mi abuela se le ocurrió envolverme en algodones y botellas de agua caliente. Y me acomodó en la caja de cartón de los últimos zapatos comprados por mi padre. Entonces dejamos Madruga y partimos en un Plymouth azul hacia un hospital de Matanzas.  Allí me cuidaron un tiempo en una incubadora. Cuando salí  de aquel útero artificial, estallé en alegría y disfruté con libertad del pecho de mi madre que aún no había cumplido los quince años. Yo tenía tantos deseos de ser el primer hijo, el primer nieto y el primer sobrino que vine al mundo a los siete meses. Mi abuela le agradeció con sus lágrimas a San Lázaro y me unió para siempre al santo milagroso.   

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