El verdadero amor nunca
es discreto. La frase me suena como una
etiqueta frente a este graffiti en una
calle de La Habana Vieja. Los tonos de
la voz, las expresiones del rostro, las canciones que escucha, la ropa que elige
y hasta la forma de poner la cafetera en el fuego revelan los sentimientos amorosos de una persona. Y la
mayoría quiere que esas ansias las conozca el mundo. Por eso siento una gran
admiración por los amantes invisibles,
los que tienen que ocultarse a los ojos de los
demás, los que se conforman con una especie de vanidad interior, los que se regocijan unas horas en un cuarto de hotel y luego cada uno parte
hacia rumbos opuestos hasta perderse en la multitud.
domingo, 9 de agosto de 2015
ILUMINACIÓN INTIMA
Él, un héroe del béisbol
que se jugaba en las cuatro esquinas del barrio. Yo, fama de inteligente y de
contar historias que entretenían al
grupo. Un aire rompecorazones había
quedado entre los amigos de la secundaria por lo que parecía nuestra rivalidad
por los labios de la muchacha de moda aquel verano. En el Florida proyectaban Iluminación íntima, una película checa. Nocturno difundía Voy a pintar las paredes con tu nombre.
Ahora, cuando aquellos amores estudiantiles no son más que cancioncitas en los
programas arqueológicos de la radio, dices en un email que yo era hermético pero que en esa época
disfrutabas cruzarte conmigo en la calle y que nunca has olvidado esos diálogos. Y
citas pedazos de conversaciones. Dices más, que tenías también tu propio mundo interior. Demasiado tarde para reencontrarnos en una
esquina del barrio.
viernes, 7 de agosto de 2015
LA MEMORIA ES UNA MATRIOSKA
Una radio transmitió hoy La era está pariendo un corazón. La audición
despertó antiguas emociones. Tal vez oí por primera vez la canción de Silvio cuando
estaba en una escuela al campo. La memoria es una matrioska. De pronto recordé otro
título: ¿Quién eres tú, Polly Magoo? No puedo contar nada de este filme y, sin
embargo, su anuncio en la marquesina del Payret se fijó para siempre en mi mente. Los años le han quitado el rostro y las extremidades a la
pareja ocasional con la que dormí una noche, más bien esperé el amanecer a su
lado, en el Hotel New York. En cambio, recuerdo con alucinante nitidez las escenas
vistas en el interior de varias habitaciones.
Las puertas entreabiertas a lo largo del
pasillo hasta el ascensor del hotel me
permitieron esa noche disfrutar imágenes
que parecían creadas por Pasolini.
miércoles, 5 de agosto de 2015
AFINIDADES SECRETAS
En una vida anterior me llamaba Ramses, y cuando vuelva a
nacer este será también mi nombre. Hay términos que te fascinan toda la vida.
Poco importa de dónde surge ese rapport. De niño, un mediodía en los créditos
de un programa de radio, escuché el nombre de Norma Abad como asesora. Me
produjo el mismo estallido de imaginación que sentí luego cuando encontré por
primera vez en una enciclopedia de cine el nombre de Natacha Rambova. Este diccionario personal -que funciona con afinidades secretas en la zona del
cerebro donde se activan las emociones- incluye roos garden, trasatlántico,
bar, lluvia, hotel, Kazalta, platea, pullman y otras. Y abarca algunas palabras
vulgares que aunque la pronuncies mil y una noches seguidas siempre sonarán
ingenuas y únicas.
domingo, 2 de agosto de 2015
BALCONY
Hay fumadores que logran
un estallido único de sensualidad en el juego que establecen entre sus dedos,
el cigarro, el encendedor y los claroscuros del rostro. Luego una sensación de
intimidad te abraza. Aunque nunca he fumado, la primera vez que descubrí ese efecto fue en el
cine Ritz de Luyanó en compañía de tres amigos del barrio. Esa noche el líder
del grupo era Iván, mayor que los demás. Ya se afeitaba, usaba colonia de
adultos y consumía Populares sin filtro. Estábamos en séptimo y octavo grado y
salíamos a caminar o sentarnos en las esquinas, a perder el tiempo, o juntarnos
con otros muchachos. Los años han desdibujado su cara y no logro un retrato
convincente; solo recuerdo la impresión que me produjo una palabra suya. Él fue
quien sugirió subir al balcony del Ritz que siempre estaba vacío. A la
acomodadora no le importaba lo que sucedía allí. Nos sentíamos libres. En el
instante en que en la pantalla un montón de cuchillos entraban en la carne de un emperador romano, Iván puso un cigarro
en mis labios y dijo con tierna masculinidad: Pruébalo.
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