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domingo, 9 de mayo de 2010

CUERPOS ENCERRADOS EN UNA CAJA CHINA.

Por: Lázaro Sarmiento


En La inmortalidad Milan Kundera escribe: “Con cierta parte de nuestro ser vivimos todos fuera del tiempo. Puede que sólo en circunstancias excepcionales somos conscientes de nuestra edad y que la mayor parte del tiempo carecemos de edad”.

Cuando yo tenía la mitad de los años que tengo ahora, coincidí con dos personas dentro de una suerte de caja china en medio de un juego erótico. Una de ellas era aproximadamente de mi misma edad. La otra, la consideré entonces, casi anciana (en realidad estaba lejos de serlo). Fue esta persona la que me pidió:
- Por favor, retírate porque tú eres joven y tienes un mundo por delante.

Me fui regocijado en mi juventud.

Pero ahora me doy cuenta de que pronto llegará el día en que tendré la edad que tenía la persona que me suplicó le dejara el terreno libre. Y como un vulgar especulador, calculo la porción del mundo que le va quedando por delante a cada parte de mi cuerpo.

El recuerdo en la caja china constituye uno de esos momentos excepcionales en los que soy consciente de mi edad.


jueves, 25 de marzo de 2010

UN RIO DE RECUERDOS EN PIPIAN.

(ALBUM DE FAMILIA)
Por: Lázaro Sarmiento

La vida empieza a correr/ de un manantial, como un río/ a veces, el cauce sube, / a veces, el cauce sube, y otras se queda vacío. ”Así comienza un poema de Nicolás Guillén perteneciente al libro El son entero. Y muchos años después de que mi vida comenzara a correr regreso a este río, que conocí en la infancia, y cuyo caudal aumenta poderosamente en época de lluvias.

El río está en Pipián, una localidad a siete kilómetros de Madruga, municipio de la provincia La Habana. Una parte de mi familia viene de aquí. El nombre de Pipián aparecía con frecuencia en la década de 1960 en los paródicos y en la televisión pues en este pueblo nació y vivió el ciclista Sergio “Pipián” Martínez, el rey de las carreteras cubanas. El atleta que conoció la gloria deportiva murió en 1979 a consecuencia de un accidente de tránsito.

Yo venía con mi abuela desde La Habana a Pipián, donde residía su madre Rosa. Ella hacia relatos de la Iglesia del pueblo, Nuestra Señora de Lourdes, donde trabajó durante casi toda su vida. Un día me contó que en su lejana juventud había visto a una señora quedarse ciega como castigo por levantarle el vestido a una de las santas de yeso del templo para saber si tenía órganos como todas las mujeres.

Ahora en un viaje en compañía de mi tía Gina dibujo en la memoria algunas cosas que se las tragó para siempre el tiempo, como la brillosa victrola que había en un bar con techo de guano al final de la cuadra donde estaba la casa de mi bisabuela Rosa, o la gasolinera en la entrada, o a la salida, de las tres o cuatro calles que conformaban el pueblo. Y desaparecieron, por suerte, los pisos de tierra blanca que en aquella época tenía la mayoría de las viviendas.

Sin embargo, el paisaje de la primera vez que me bañé en un río sigue siendo el mismo de mi recuerdo.






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jueves, 21 de mayo de 2009

NAVEGANDO EN EL QUEEN MARY.


Por: Lázaro Sarmiento

Jumbo era un elefante oriundo de Abisinia que después de ser mostrado en París, Londres y Estados Unidos murió atropellado por una locomotora. También se hablaba del barco más grande (Queen Mary) y de los edificios más altos del mundo (Empire State, entonces), así como de una excursión al campo en automóvil dirigida por el tío Felipe… Esto es lo que nunca he olvidado del libro de lectura general para niños descubierto en un closet de la casa de mi abuela (otra vez la casa de Santos Suárez, siempre sale en los escenarios felices). No puedo afirmar que ese fuera el primer libro que leí en mi vida, pero sí es el más antiguo que recuerdo.

Ya se sabe, donde la memoria falla, la imaginación trabaja.

Otro de aquellos primeros libros fue Así es mi país, de Antonio Núñez Jiménez, con un dibujo que me impresionó muchísimo: el mapa de Cuba atravesado por flechas que indicaban las rutas de los ciclones que habían azotado la Isla. Los 500 millones de la Begun, de Julio Verne, y El último de los Mohicanos, de Fenimore Cooper, también estaban en mi biblioteca infantil. Ahora vuelvo a esos libros con la ilusión del artista que reconstruye su antiguo teatro de sombras chinescas.
Luego llegaron los libros mayores. Aunque, como decía Lezama, “cualquier buen libro leído es el libro mayor. O cualquier buen libro es el libro, porque mayor es un grado bélico que le sobra a la lectura”.
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