Por: Lázaro Sarmiento
Ese día sentí una felicidad expansiva, casi irídica. Había empezado a trabajar en una estación de radio ubicada en el lugar que para mí entonces era el centro del universo: La Rampa, en La Habana. Y aunque he sido infiel a muchas emociones, otras-como la primera vez "en el aire"- han quedado ancladas en la zona izquierda del cerebro donde, dicen, están las neuronas de la felicidad.
“… aprecio y respeto la humilde y tenaz fidelidad que determinadas personas –sobre todo mujeres- mantienen por sus gustos, sus discos, sus antiguas empresas, por las fiestas desaparecidas: admiro su voluntad de seguir siendo los mismos en medio del cambio, de salvar su memoria, de llevarse con la muerte la primera muñeca, un diente de leche, un primer amor.”
En la consulta del dentista, mientras esperaba mi turno con el terror, me hice acompañar de un libro que fue una de las lecturas deslumbrantes de mi juventud: Las Palabras (Les Mots) de Jean Paul Sartre, publicado en La Habana en 1970 en la Colección Testimonio del Instituto del Libro. Este texto era la primera parte de una autobiografía entonces inconclusa.
“He conocido a hombres que se acostaron ya tarde con una mujer envejecida por la simple razón de que la habían deseado en su juventud…A mi no me duran los rencores y lo confieso todo, complacientemente; estoy muy bien dotado para la autocrítica a condición de que no pretendan imponérmela.”
Disfruto de ese Sartre que, siendo en apariencia tan autobiográfico y personal, no deja de ser un malicioso manipulador. Pero no siempre podré afirmar como este discutido intelectual: “…soy constante en mis afectos y en mi conducta pero infiel a mis emociones…”.
Porque hay emociones a las que guardamos una reconfortante lealtad.
La Habana La Rampa emociones lealtad Sartre Las Palabras
viernes, 30 de diciembre de 2011
jueves, 29 de diciembre de 2011
LA FELICIDAD SE INVENTA EN UN MINUTO.
Por: Lázaro Sarmiento
Él, un héroe del beisbol que se jugaba en las cuatro esquinas del barrio. Yo, fama de inteligente y de contar historias que sorprendían al grupo. Un aire de leyenda había quedado entre los amigos de la secundaria por lo que parecía nuestra rivalidad por los labios de la muchacha de moda aquel año. En el cine Florida proyectaban Iluminación íntima, una película checa. Nocturno difundía Voy a pintar las paredes con tu nombre. Ahora, cuando aquellos amores estudiantiles no son más que cancioncitas en los programas memoriosos de la radio, dices en un segundo correo que yo era hermético pero que en esa época disfrutabas mucho encontrarte conmigo y que nunca has olvidado esos diálogos. Y citas pedazos de conversaciones. Dices más, que tenías también tu propio mundo interior.
Sin que hayan decretado un cataclismo universal o el colapso de la red, se interrumpe la comunicación entre nuestras computadoras. Me alejo de la máquina y de su perversidad. Resignarse es una estrategia. Hay un imán en medio de la ciudad y quisiera que la multitud me adoptara. Me recuesto en una columna republicana, con una cerveza entre las manos, rodeado de anónimos, en La Habana profunda. No le prestó atención a la voz que me pregunta la hora, “que si estoy dando una vuelta”. Yo lo que quiero es regresar a mi casa y encontrarme con un nuevo mensaje en la computadora para que vuelvan el barrio, el beisbol, los amigos , “el arte perdido de la conversación”... Y hasta estaría dispuesto a pintar las paredes.
La felicidad se inventa en un minuto.
Él, un héroe del beisbol que se jugaba en las cuatro esquinas del barrio. Yo, fama de inteligente y de contar historias que sorprendían al grupo. Un aire de leyenda había quedado entre los amigos de la secundaria por lo que parecía nuestra rivalidad por los labios de la muchacha de moda aquel año. En el cine Florida proyectaban Iluminación íntima, una película checa. Nocturno difundía Voy a pintar las paredes con tu nombre. Ahora, cuando aquellos amores estudiantiles no son más que cancioncitas en los programas memoriosos de la radio, dices en un segundo correo que yo era hermético pero que en esa época disfrutabas mucho encontrarte conmigo y que nunca has olvidado esos diálogos. Y citas pedazos de conversaciones. Dices más, que tenías también tu propio mundo interior.
Sin que hayan decretado un cataclismo universal o el colapso de la red, se interrumpe la comunicación entre nuestras computadoras. Me alejo de la máquina y de su perversidad. Resignarse es una estrategia. Hay un imán en medio de la ciudad y quisiera que la multitud me adoptara. Me recuesto en una columna republicana, con una cerveza entre las manos, rodeado de anónimos, en La Habana profunda. No le prestó atención a la voz que me pregunta la hora, “que si estoy dando una vuelta”. Yo lo que quiero es regresar a mi casa y encontrarme con un nuevo mensaje en la computadora para que vuelvan el barrio, el beisbol, los amigos , “el arte perdido de la conversación”... Y hasta estaría dispuesto a pintar las paredes.
La felicidad se inventa en un minuto.
Cine Florida de la Calzada 10 de Octubre, La Habana.
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lunes, 26 de diciembre de 2011
EL OTRO CORAZON.
Por: Lázaro Sarmiento
Corazón emociones
Hay días en que me pregunto dónde está el corazón de ciertas emociones. Algunas de estas experiencias son invisibles para los periódicos. Conozco gentes que lo han encontrado en los más diversos lugares: en la línea del ferrocarril, detrás del fulgor de una fosforera, o en basureros al amanecer. No les importa regresar con los zapatos manchados porque “un corazón es tal vez algo sucio” y pertenece al mostrador de los carniceros. A veces salgo a caminar por la ciudad en busca del mío. Sé que en alguna parte me espera un cuchillo.
Corazón emociones
sábado, 24 de diciembre de 2011
EN NAVIDAD IMITÁBAMOS AL PRINCIPE Y EL MENDIGO.
Por: Lázaro Sarmiento
En diciembre, mi primo y yo disfrutábamos imitando con nuestra ración de nueces de la bodega (¿o eran avellanas?) una escena de la película El príncipe y el mendigo. En la pantalla del televisor Emerson, dos niños de la Warner Bros trituraban con el poderoso sello real de Inglaterra la gustada golosina. Nosotros en un barrio de La Habana lo hacíamos con el mortero de la abuela para machacar las especias. Recuerdo de la infancia los turrones y frutos secos que en unas navidades de la década del sesenta el Gobierno Revolucionario debió comprar en algún lugar de Europa, para distribuir en todos los hogares de la Isla a través de la libreta de abastecimiento. Sin embargo, no encuentro en la memoria el momento en que desaparecieron del paisaje los arbolitos de Navidad tan cercanos a las nueces de fin de año. La vida generaba tantas emociones entonces que poco importó se borrara un decorado que nada tenía que ver con los ciclones y colores del trópico. Luego, cuando los pinos enanos y los adornos navideños -y hasta la nieve de mentira- volvieron a decorar con profusión viviendas y espacios públicos en Cuba, después de varios quinquenios, quedé sorprendido por la larga longevidad de las bolas de Navidad. No me refiero a las que comenzaron a a venderse en 1993 en las tiendas de divisas, si no a las que la gente guardó en cajitas con algodones durante una hibernación que duró décadas. Estaban intactas como en la lejana fiesta en que habían brillado por última vez.
Pienso en las manos que guardaron las bolas de Navidad y en su engañosa fragilidad.
Navidad arbolitos Navidad memoria bolas navidad adornos navideños nueces adornos Habana
En diciembre, mi primo y yo disfrutábamos imitando con nuestra ración de nueces de la bodega (¿o eran avellanas?) una escena de la película El príncipe y el mendigo. En la pantalla del televisor Emerson, dos niños de la Warner Bros trituraban con el poderoso sello real de Inglaterra la gustada golosina. Nosotros en un barrio de La Habana lo hacíamos con el mortero de la abuela para machacar las especias. Recuerdo de la infancia los turrones y frutos secos que en unas navidades de la década del sesenta el Gobierno Revolucionario debió comprar en algún lugar de Europa, para distribuir en todos los hogares de la Isla a través de la libreta de abastecimiento. Sin embargo, no encuentro en la memoria el momento en que desaparecieron del paisaje los arbolitos de Navidad tan cercanos a las nueces de fin de año. La vida generaba tantas emociones entonces que poco importó se borrara un decorado que nada tenía que ver con los ciclones y colores del trópico. Luego, cuando los pinos enanos y los adornos navideños -y hasta la nieve de mentira- volvieron a decorar con profusión viviendas y espacios públicos en Cuba, después de varios quinquenios, quedé sorprendido por la larga longevidad de las bolas de Navidad. No me refiero a las que comenzaron a a venderse en 1993 en las tiendas de divisas, si no a las que la gente guardó en cajitas con algodones durante una hibernación que duró décadas. Estaban intactas como en la lejana fiesta en que habían brillado por última vez.
Pienso en las manos que guardaron las bolas de Navidad y en su engañosa fragilidad.
viernes, 23 de diciembre de 2011
MIEL Y RON SOBRE LAS ROCAS EN LA HABANA.
Los fiestas de fin de año constituyen una buena ocasión para fantasear con la coctelería cubana y las recetas de ron.
LABIOS DE MIEL
En la coctelera:
Media onza de jugo de limón. ½ onza de miel, 2 onzas de ron blanco y trozos de hielo.
Batir enérgicamente y servir colado en una copa de coctel.
HAVANA CLUB EN THE ROCKS (Ron sobre las rocas).
En un vaso antiguo (Old Fashioned):
Trozos de hielo, 2 onzas de ron blanco, oro o añejo.
Revolver y adornar con una cáscara de limón.
Ambas recetas están incluidas en Coctelería cubana, 100 recetas con ron, de Fernando G. Campoamor, que la Editorial Científico-Técnica publicó en La Habana en 1984.
FELICIDADES.
LABIOS DE MIEL
En la coctelera:
Media onza de jugo de limón. ½ onza de miel, 2 onzas de ron blanco y trozos de hielo.
Batir enérgicamente y servir colado en una copa de coctel.
HAVANA CLUB EN THE ROCKS (Ron sobre las rocas).
En un vaso antiguo (Old Fashioned):
Trozos de hielo, 2 onzas de ron blanco, oro o añejo.
Revolver y adornar con una cáscara de limón.
Ambas recetas están incluidas en Coctelería cubana, 100 recetas con ron, de Fernando G. Campoamor, que la Editorial Científico-Técnica publicó en La Habana en 1984.
FELICIDADES.
Foto de principios de la década de 1960. Mi tía Rosita (la cuarta de izquierda a derecha) con su novio Iván en una fiesta en Madruga.
Ron cocteleria recetas miel Campoamor
Ron cocteleria recetas miel Campoamor
miércoles, 21 de diciembre de 2011
LA HABANA: LA VIDA QUE HAY DENTRO…
“Y comparando a La Habana con New York, comenta sobre el bullicio habanero: `no son los edificios lo importante, sino la vida que hay dentro de ellos. ` (Las traducciones son mías.)”. Cito al escritor cubano Reinaldo García Ramos en su comentario sobre la lectura de The Secular Journey, un diario que Thomas Merton llevó entre 1939 y 1941.
Otra observación de Merton sobre el ritmo de la vida en La Habana: “la alegría que uno siente no es privada, pertenece a todos los demás, porque todos los demás nos la entregaron antes…"
Otra observación de Merton sobre el ritmo de la vida en La Habana: “la alegría que uno siente no es privada, pertenece a todos los demás, porque todos los demás nos la entregaron antes…"
martes, 20 de diciembre de 2011
OLVIDAR LA NATURALEZA DEL ORGASMO.
Por: Lázaro Sarmiento
“La ignorancia es felicidad. La próxima vez que estemos a punto de tener el orgasmo genital borraremos de la mente todo pensamiento de esperar algo. Hay que olvidar todo lo que sabemos de la naturaleza del orgasmo o de lo que suponemos que es. Lo abordaremos como si nunca lo hubiéramos experimentado, como si fuera algo totalmente nuevo para nosotros y no supiéramos qué esperar de él. A ser posible, nos quedaremos con la mente en blanco.”
Esto escriben los autores del libro Sexualidad sagrada, selección y prólogo de Luis García (Barcelona, 1998), cuyas páginas recogen principios de las filosofías orientales del Tao y el Tantra.
El texto proclama que el orgasmo genital nos da la oportunidad de ser creativos e imaginativos y que podemos ampliar e intensificar el orgasmo convencional cambiando el tipo de participación en él.
Una oportunidad que no todo el mundo aprovecha.
Fotografías de la artista Nan Goldin.
Sexualidad orgasmo felicidad Tao tantra genital Nan Goldin.
“La ignorancia es felicidad. La próxima vez que estemos a punto de tener el orgasmo genital borraremos de la mente todo pensamiento de esperar algo. Hay que olvidar todo lo que sabemos de la naturaleza del orgasmo o de lo que suponemos que es. Lo abordaremos como si nunca lo hubiéramos experimentado, como si fuera algo totalmente nuevo para nosotros y no supiéramos qué esperar de él. A ser posible, nos quedaremos con la mente en blanco.”
Esto escriben los autores del libro Sexualidad sagrada, selección y prólogo de Luis García (Barcelona, 1998), cuyas páginas recogen principios de las filosofías orientales del Tao y el Tantra.
El texto proclama que el orgasmo genital nos da la oportunidad de ser creativos e imaginativos y que podemos ampliar e intensificar el orgasmo convencional cambiando el tipo de participación en él.
Una oportunidad que no todo el mundo aprovecha.
Fotografías de la artista Nan Goldin.
Sexualidad orgasmo felicidad Tao tantra genital Nan Goldin.
domingo, 18 de diciembre de 2011
MARILYN, EL SIMBOLO.
1962
"Marilyn era esa carne que creías poder tocar con solo alargar la mano, pero al contrario de lo que pensaba todo el mundo ella no quería ser un símbolo sexual, y eso la mató. Era una mezcla de pena, amor, soledad y confusión, pero tenía un problema más grave: se enamoraba con demasiada rapidez" (…) "Marilyn no necesitaba lecciones de interpretación; lo que necesitaba era ir al colegio Omega, en Suiza, donde se imparten cursos de puntualidad superior".
Billy Wilder, citado por Manuel Vicent en Billy Wilder: todo el universo en una frase feliz, en Babelia.
1962
“El problema es que un símbolo sexual se acaba convirtiendo en una cosa. Odio ser una cosa. Pero si voy a ser el símbolo de algo, entonces prefiero serlo del sexo, antes que de otras cosas de las que también tenemos símbolos”.
Marilyn Monroe citada por Janice Anderson, en Siempre Marilyn, Madrid, 1993.
1949
A casi cincuenta años de su muerte, Marilyn Monroe (1926-1962) continúa siendo uno de los referentes iconográficos rotundos del siglo veinte.
Marilyn Monroe símbolo sexual símbolo
"Marilyn era esa carne que creías poder tocar con solo alargar la mano, pero al contrario de lo que pensaba todo el mundo ella no quería ser un símbolo sexual, y eso la mató. Era una mezcla de pena, amor, soledad y confusión, pero tenía un problema más grave: se enamoraba con demasiada rapidez" (…) "Marilyn no necesitaba lecciones de interpretación; lo que necesitaba era ir al colegio Omega, en Suiza, donde se imparten cursos de puntualidad superior".
Billy Wilder, citado por Manuel Vicent en Billy Wilder: todo el universo en una frase feliz, en Babelia.
1962
“El problema es que un símbolo sexual se acaba convirtiendo en una cosa. Odio ser una cosa. Pero si voy a ser el símbolo de algo, entonces prefiero serlo del sexo, antes que de otras cosas de las que también tenemos símbolos”.
Marilyn Monroe citada por Janice Anderson, en Siempre Marilyn, Madrid, 1993.
1949
A casi cincuenta años de su muerte, Marilyn Monroe (1926-1962) continúa siendo uno de los referentes iconográficos rotundos del siglo veinte.
Marilyn Monroe símbolo sexual símbolo
sábado, 17 de diciembre de 2011
SAN LAZARO, MI ABUELA Y YO.
Por: Lázaro Sarmiento
Todos los días del mundo me acuerdo de mi abuela Margot. Pero el día de San Lázaro me acuerdo más. Esta relación entre los tres empezó el día en que yo vine al mundo sietemesino en una finca, en medio del campo, distante de cualquier hospital. Mi madre no había cumplido aún los quince años de edad. Los dos nos beneficiamos de la experiencia maternal de mi abuela. Ella fue quien me colocó en una caja de cartón con abundantes algodones y botellas de agua caliente. En esa incubadora “milagrosa” llegué a un hospital con muy pocas posibilidades de sobrevivir. Mi abuela estuvo llorando varios días y las promesas que hizo por mi salvación determinaron mi nombre: Lázaro. Nunca dejó de encenderle velas al santo que, según decía, le debo la vida.
Luego pasaron los años y, aunque vivíamos en distintos barrios, yo siempre quería estar en su casa los fines de semana o durante el paso de un ciclón, o cuando me enfermaba. Le gustaba tener a todos los hijos y nietos debajo de la saya. Le decíamos la abuela gallina. Ella y yo jugábamos a la realeza con todos los cachivaches y lujos que heredó de la casa donde fue sirvienta largo tiempo. Trabajó para unos polacos que la trataban como un familiar pero le pagaban solo treinta pesos al mes por hacer todas las labores domésticas.
Mi abuela me decía: espérame en la terraza que voy a llevarte limonada. Y allí me servía la refrescante bebida en bandeja de plata y copa de bacarat. Yo andaba por los siete u ocho años. También nos deleitábamos imitando grandes festines con una primorosa vajilla en la gran mesa de cristal donde antes se sentaban los amigos de los polacos, comerciantes como ellos de la calle Muralla de La Habana. Y como casi todas las abuelas, ella fabricaba pan de la nada.
Jamás hizo preguntas molestas y fue mi cómplice inteligente y entusiasta. Para encender la imaginación de mis compañeros de colegio, yo le inventaba a mi abuela antiguos amantes en Sudamérica y viajes en trasatlánticos a ciudades lejanas. Siempre me seguía la rima.
Ella le tenía horror a las canas (una fobia familiar). Cuando las crisis de abastecimientos tocaban fondo en el país y desaparecían de la tiendas los tintes para el cabello, recurría al papel carbón y a infusiones de flores que oscurecían el pelo. Al percibir que envejecía y podía perder la memoria, me hizo prometerle que no permitiría que la enterraran con el cabello sin teñir y que, si no había tintes, le cubriera las canas aunque fuera con betún negro para calzado. Fue lo único en que le fallé.
Todos los días del mundo me acuerdo de mi abuela Margot. Pero el día de San Lázaro me acuerdo más. Esta relación entre los tres empezó el día en que yo vine al mundo sietemesino en una finca, en medio del campo, distante de cualquier hospital. Mi madre no había cumplido aún los quince años de edad. Los dos nos beneficiamos de la experiencia maternal de mi abuela. Ella fue quien me colocó en una caja de cartón con abundantes algodones y botellas de agua caliente. En esa incubadora “milagrosa” llegué a un hospital con muy pocas posibilidades de sobrevivir. Mi abuela estuvo llorando varios días y las promesas que hizo por mi salvación determinaron mi nombre: Lázaro. Nunca dejó de encenderle velas al santo que, según decía, le debo la vida.
Luego pasaron los años y, aunque vivíamos en distintos barrios, yo siempre quería estar en su casa los fines de semana o durante el paso de un ciclón, o cuando me enfermaba. Le gustaba tener a todos los hijos y nietos debajo de la saya. Le decíamos la abuela gallina. Ella y yo jugábamos a la realeza con todos los cachivaches y lujos que heredó de la casa donde fue sirvienta largo tiempo. Trabajó para unos polacos que la trataban como un familiar pero le pagaban solo treinta pesos al mes por hacer todas las labores domésticas.
Mi abuela me decía: espérame en la terraza que voy a llevarte limonada. Y allí me servía la refrescante bebida en bandeja de plata y copa de bacarat. Yo andaba por los siete u ocho años. También nos deleitábamos imitando grandes festines con una primorosa vajilla en la gran mesa de cristal donde antes se sentaban los amigos de los polacos, comerciantes como ellos de la calle Muralla de La Habana. Y como casi todas las abuelas, ella fabricaba pan de la nada.
Jamás hizo preguntas molestas y fue mi cómplice inteligente y entusiasta. Para encender la imaginación de mis compañeros de colegio, yo le inventaba a mi abuela antiguos amantes en Sudamérica y viajes en trasatlánticos a ciudades lejanas. Siempre me seguía la rima.
Ella le tenía horror a las canas (una fobia familiar). Cuando las crisis de abastecimientos tocaban fondo en el país y desaparecían de la tiendas los tintes para el cabello, recurría al papel carbón y a infusiones de flores que oscurecían el pelo. Al percibir que envejecía y podía perder la memoria, me hizo prometerle que no permitiría que la enterraran con el cabello sin teñir y que, si no había tintes, le cubriera las canas aunque fuera con betún negro para calzado. Fue lo único en que le fallé.
jueves, 15 de diciembre de 2011
DIOSAS EN EL CREPUSCULO.
Para el papel de Norma Desmond en El crepúsculo de los dioses, su director Billy Wilder primero intentó conseguir a Mae West, luego a Pola Negri, después pensó en Mary Pickford y Shirley Temple.“Y entonces, finalmente, encontró a Gloria Swanson, que tenía un show de televisión en Nueva York y que inmediatamente estuvo dispuesta a hacer unas tomas de prueba”. Esto lo cuenta el propio Billy Wilder en sus memorias tituladas Nadie es perfecto, publicadas a principios de la década de 1990.
Mae WestShirley Temple
Mae West Pola Negri Mary Pickford Shirley Temple Crepúsculo de los dioses Billy Wilder
miércoles, 14 de diciembre de 2011
BARBARITO DIEZ EN LOS AIRES DE CUBA.
Por: Lázaro Sarmiento
En las emisoras de radio, las grabaciones de Barbarito Diez han gozado siempre de un respeto especial. Recuerdo la amplia difusión que en Radio Ciudad de La Habana recibió el disco que el legendario cantante de danzones hizo con La Rondalla Venezolana en 1985. Este fonograma lo presentaba como bolerista y serenatero. La voz de Barbarito refulgía poderosa y cristalina entre los acordes y las estridencias de moda.
Por esa misma época le escuché decir a Miguel Barnet que él cambiaría toda su obra literaria por ser el autor de Una rosa de Francia. Este criollo-bolero del compositor Rodrigo Prats debe en gran parte su prestigio a la interpretación que hizo Barbarito Diez.
Y ya que mencioné a Barnet, voy a transcribir un fragmento de un texto suyo titulado Barbarito, incluido en su libro Autógrafos cubanos.
“En la audición radial diaria para las amas de casa, los peloteros y las muchachas ruborizadas por el primer beso. Cuando no existía la televisión era solo su voz lozana. Luego su porte erguido y severo, como de pastor evangélico.
-Ese hombre es una palma real y no baila.
Pero no hay un cubano que no haya bailado con sus danzones. No hay un cubano que no haya cantado –en hondo coloquio- con él, a dos voces.
Baile de verbena, retreta municipal, Aires Libres del Prado, domingo de guayabera de hilo y sombrero de pajilla. Si alguien ha impuesto la brújula de su voz a los cuatro vientos es él.
Si alguien ha llegado a la puerta de los enamorados con una concha nacarada y una guinda es él.
Si alguien ha cantado para todas las generaciones es él.
Sea su voz, de palo de monte, como una raíz de cuya savia se nutran los aires de la Patria”.
En las emisoras de radio, las grabaciones de Barbarito Diez han gozado siempre de un respeto especial. Recuerdo la amplia difusión que en Radio Ciudad de La Habana recibió el disco que el legendario cantante de danzones hizo con La Rondalla Venezolana en 1985. Este fonograma lo presentaba como bolerista y serenatero. La voz de Barbarito refulgía poderosa y cristalina entre los acordes y las estridencias de moda.
Por esa misma época le escuché decir a Miguel Barnet que él cambiaría toda su obra literaria por ser el autor de Una rosa de Francia. Este criollo-bolero del compositor Rodrigo Prats debe en gran parte su prestigio a la interpretación que hizo Barbarito Diez.
Y ya que mencioné a Barnet, voy a transcribir un fragmento de un texto suyo titulado Barbarito, incluido en su libro Autógrafos cubanos.
“En la audición radial diaria para las amas de casa, los peloteros y las muchachas ruborizadas por el primer beso. Cuando no existía la televisión era solo su voz lozana. Luego su porte erguido y severo, como de pastor evangélico.
-Ese hombre es una palma real y no baila.
Pero no hay un cubano que no haya bailado con sus danzones. No hay un cubano que no haya cantado –en hondo coloquio- con él, a dos voces.
Baile de verbena, retreta municipal, Aires Libres del Prado, domingo de guayabera de hilo y sombrero de pajilla. Si alguien ha impuesto la brújula de su voz a los cuatro vientos es él.
Si alguien ha llegado a la puerta de los enamorados con una concha nacarada y una guinda es él.
Si alguien ha cantado para todas las generaciones es él.
Sea su voz, de palo de monte, como una raíz de cuya savia se nutran los aires de la Patria”.
Barbarito Diez nació en Bolondrón, Cuba,el 4 de diciembre de 1909. Murió en La Habana el 6 de mayo de 1995.
Música cubana barbarito diez miguel barnet danzón radio ciudad de la habana baile rodrigo prats libro autógrafos cubanos.
martes, 13 de diciembre de 2011
EL CINE HABANERO FENIX ESTABA EN BIRMANIA.
Por: Lázaro Sarmiento
El Fénix era uno de los cines más modestos de La Habana. Estaba en la calle Santa Ana, en Luyanó. Como mi niñez y adolescencia transcurrieron en este barrio, estoy entre la gente que conserva algún recuerdo vinculado con esa sala.
Una planta única con 680 butacas de madera. Unos ventiladores de pie que parecían malos bocetos de los insectos de Louise Bourgeois. Ventanas laterales que permanecían siempre abiertas hacia pasillos exteriores. En ninguna época tuvo aire acondicionado. A ambos lados de la pantalla tenía los baños con los clásicos letreros de Damas y Caballeros
En el lunetario te encontrabas con los vecinos de la cuadra donde vivías, o con los alumnos de tu escuela. Aquí vi el El arpa de Birmania, mucho tiempo después de su estreno. Nunca he olvidado este título y creo recordar que entonces sentí su banda sonora como rara y extraña, aunque seguramente este puede ser un recuerdo fabricado.
Pero lo que me resulta tan inquietante como El Arpa de Birmania, es que cuando hace unos días pasé frente a la vieja fachada del Fénix, descubrí en el piso del portal un dibujo con las iniciales: H y F. No sé como esas siglas pasaron inadvertidas para mí en todas las ocasiones ya brumosas en que caminé sobre ellas para ver un drama o una comedia. Y no hay noticias de que en los altos del cine hubiera habido alguna vez un hotel o una posada.
A principios de la década de 1990, el cine Fénix fue transformado en albergue provisional para familias del barrio necesitadas de viviendas, las cuales en unos años convirtieron el inmueble en su hogar definitivo.
Ahora, el recuerdo de El Arpa de Birmania cubriendo con su música intrincada al cine Fénix me produce angustia (palabra antigua), como la sensación que provoca excarvar en las zonas insondables de la memoria.
El Fénix era uno de los cines más modestos de La Habana. Estaba en la calle Santa Ana, en Luyanó. Como mi niñez y adolescencia transcurrieron en este barrio, estoy entre la gente que conserva algún recuerdo vinculado con esa sala.
Una planta única con 680 butacas de madera. Unos ventiladores de pie que parecían malos bocetos de los insectos de Louise Bourgeois. Ventanas laterales que permanecían siempre abiertas hacia pasillos exteriores. En ninguna época tuvo aire acondicionado. A ambos lados de la pantalla tenía los baños con los clásicos letreros de Damas y Caballeros
En el lunetario te encontrabas con los vecinos de la cuadra donde vivías, o con los alumnos de tu escuela. Aquí vi el El arpa de Birmania, mucho tiempo después de su estreno. Nunca he olvidado este título y creo recordar que entonces sentí su banda sonora como rara y extraña, aunque seguramente este puede ser un recuerdo fabricado.
Pero lo que me resulta tan inquietante como El Arpa de Birmania, es que cuando hace unos días pasé frente a la vieja fachada del Fénix, descubrí en el piso del portal un dibujo con las iniciales: H y F. No sé como esas siglas pasaron inadvertidas para mí en todas las ocasiones ya brumosas en que caminé sobre ellas para ver un drama o una comedia. Y no hay noticias de que en los altos del cine hubiera habido alguna vez un hotel o una posada.
A principios de la década de 1990, el cine Fénix fue transformado en albergue provisional para familias del barrio necesitadas de viviendas, las cuales en unos años convirtieron el inmueble en su hogar definitivo.
Ahora, el recuerdo de El Arpa de Birmania cubriendo con su música intrincada al cine Fénix me produce angustia (palabra antigua), como la sensación que provoca excarvar en las zonas insondables de la memoria.
Cines de barrio La Habana El Arpa de Birmania Cine Fénix Luyanó memoria recuerdos
domingo, 11 de diciembre de 2011
INMORTALIDAD.
“Con cierta parte de nuestro ser vivimos todos fuera del tiempo. Puede que sólo en circunstancias excepcionales seamos conscientes de nuestra edad y que la mayor parte del tiempo carezcamos de edad”. M. Kundera , en La inmortalidad.
Edad inmortalidad Kundera
Edad inmortalidad Kundera
jueves, 8 de diciembre de 2011
PIDEN SUSPENDER CINES DE MEDIANOCHE.
Por: Lázaro Sarmiento
El periódico El Mundo publica un comentario sobre las cartas enviadas al alcalde de La Habana, Varona Suárez, en las que se solicita se sitúe un inspector en el cine Campoamor. Los autores de las misivas alegan que en este local “se vulnera los principios de la moral pública” aprovechando la densa oscuridad durante las funciones cinematográficas, lo cual ofende a las familias respetables que acuden a dicha funciones. (23 de Febrero de 1917)
La información anterior está incluida el libro La tienda negra. El cine en Cuba (1897-1990), de María Eulalia Douglas (Cinemateca de Cuba, La Habana, 1996). El cine Campoamor mencionado en las cartas al alcalde habanero no es el que está ubicado en la actualidad en la esquina de Industria y San José (ahora casi en ruinas), sino otro que existió frente al Parque Central, inaugurado en 1915 y demolido en 1925.
Veintiocho años después de las quejas sobre el Campoamor se formula una petición parecida en la prensa habanera de la época :
Algunas entidades y personas solicitan del alcalde de La Habana se suspendan las tandas de las doce de la noche en los cines, alegando que en tales funciones se producen actos atentatorios a la moral, por el tipo de público asistente. La solicitud no es aceptada. (Mayo de 1945)
Barrio Campoamor Central, cines cine cubano El Mundo Eulalia Habana moral cinemateca de Cuba
miércoles, 7 de diciembre de 2011
SIN CARPENTIER NO HABRÍA GARCÍA MÁRQUEZ.
"Los escritores renacentistas querían escribir como los clásicos y luego como Petrarca; en español, el modelo fue Garcilaso. No pienso que la chispa creadora la provoque el resentimiento contra un precursor, aunque no quito que el esfuerzo por ser original incluya cierto rechazo de lo ya hecho. Pero también incluye cobijarse bajo la influencia de un gran creador de épocas pasadas y tratar de emularlo. Severo me decía que él iba a quedar como una nota al pie de la obra de Lezama, y esto le daba orgullo. Hoy hay muchos que van a quedar como notas al pie de la obra de Severo. Carpentier dejó tras sí una estela de seguidores de gran calibre, entre ellos nada menos que García Márquez. Sin Carpentier no habría García Márquez."
Tomado del artículo Harold Bloom y yo, del profesor Roberto González Echevarría, publicado en la edición mexicana de Letras Libres .
Literatura Carpentier García Márquez Roberto González Echevarría
Lezama
Tomado del artículo Harold Bloom y yo, del profesor Roberto González Echevarría, publicado en la edición mexicana de Letras Libres .
Literatura Carpentier García Márquez Roberto González Echevarría
domingo, 4 de diciembre de 2011
CINE, SEXO Y CIGARRILLOS
Por: Lázaro Sarmiento
Con el tiempo los cigarros se convirtieron en un símbolo de poder, o en sustitutos del pene.
En la historia del cine el tabaco asumió una función alegórica. Hubo una época inicial en la que los directores no se atrevían a mostrar ni un beso en la pantalla por miedo a la censura y el cigarro se afincó como símbolo del deseo.Las estrellas del celuloide contribuyeron a extender por el mundo el hábito de fumar. En el libro La diva nicotina, historia del tabaco, su autor Iain Gately escribe...
“Cuando la heroína de la película quería expresar un interés sexual, aparecía fumando o pidiendo fuego. Las primeras estrellas del cine, como Bette Davies, parecían estar siempre fumando. El cigarrillo era la metáfora más explícita para una actividad carnal que no estaba permitida”.
Más adelante, Gately apunta que los cigarros pasaron a ser un símbolo de poder, o un sustituto del pene, como afirmó Carl Jung, discípulo de Freud:
“Los hombres de negocios, los del mundo del espectáculo y los gánsters aparecían en las películas fumando un cigarro. Edward G. Robinson, rey de los matones de la pantalla, sabía mordisquear el extremo de su cigarro con un gesto tan amenazador que a las mujeres del público caían desmayadas”.
A veces en mis fantasías eróticas me veo fumando en la cama, con el deseo entre los dedos, acostado boca arriba, después de hacer el amor y darme una ducha, en camiseta, colonia y música suave en el ambiente, dibujando historias en la habitación con el humo de un cigarro, como en las películas..Y que conste: no fumo.
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jueves, 1 de diciembre de 2011
CASABLANCA, ABRAZADOS AL RECUERDO.
Por: Lázaro Sarmiento
Cada vez que los reflectores de la nostalgia se mueven sobre el horizonte fílmico aparece Casablanca.
En La Habana, el canal Multivisión proyectó esta película la pasada madrugada y, como sucede siempre que se exhibe en alguna televisora del planeta, muchos espectadores se acomodaron en sus asientos favoritos para disfrutarla, quizás por tercera, quinta o sexta ocasión. Hay quienes como el autor del blog Migue y el Fabuloso Trompetista Invisible quisieran vivir los últimos años de vida en los fotogramas de esa cinta, aunque fuera como el más anónimo de los extras o el más insignificante objeto. Y en Cuba existe una emisora de música instrumental que ni un solo día deja de transmitir, a solicitud de sus oyentes, As time goes bye, el mítico tema de Casablanca.
Esta cinta que la Warner Bros lanzó en 1942 sigue funcionando en la segunda década del siglo veintiuno a “despecho de teorías estéticas y cinematográficas”.
Una encuesta realizada en 2008 por la revista británica Empire otorgó a Casablanca el puesto 18 entre las 500 mejores películas de la historia. Entre quienes la ubicaron en ese lugar estaban Guillermo Del Toro, Cameron Crowe, Quentin Tarantino y Pedro Almodóvar.
En un texto titulado Casablanca, o el renacimiento de los dioses, Umberto Eco analiza el fervor nostálgico que siempre suscita su exhibición y subraya que, desde el punto de vista de una crítica exigente, es una película muy modesta. Este ensayo figura en el libro La estrategia de la ilusión (Editorial Lumen, Barcelona, 1999).
“Fotonovela, folletín, donde la verosimilitud psicológica es muy débil y los efectos dramáticos se encadenan sin demasiada lógica. Y sabemos por qué: la película fue pensada a medida que se rodaba, y hasta el último momento ni el director los guionistas sabían si Ilse se marcharía con Víctor o con Rick.”
“Pero justamente porque están todos los arquetipos, justamente porque Casablanca es la cinta de otras mil películas y porque cada acto repite en ella un papel interpretado otras veces, opera en el espectador la resonancia de la intertextualidad. Casablanca lleva consigo, como en una estela de perfume, otras situaciones que el espectador refiere a este film sin recordar otras películas aparecidas después como Tener y no tener…Así que Casablanca no es una película, sino muchas, una antología.”
¿Qué tiene entonces Casablanca que mantiene su fascinación casi setenta años después de realizada? La respuesta la ofrecía ya en 1956 Guillermo Cabrera Infante, Caín, en las páginas de la revista habanera Carteles:
“ Casablanca es como mirar una vieja fotografía: ahí está uno, pero de alguna manera ése no es uno: por el medio está el recuerdo, el tiempo pasado y la renovada presencia fotográfica, ganada su batalla al tiempo, pero perdiéndola, porque el tiempo no pasa: pasa uno por él y como en un estrecho pasadizo de zarzas se deja el vestido y la piel en sus espinas: en fin, que el tiempo es como la banca en la ruleta, siempre gana, aun perdiendo gana. Y ha ganado contra Casablanca”.
Respuesta: “Son por el recuerdo”.
Imagen de abajo: El escritor Guillermo Cabrera Infante en un bar de Santiago de Cuba en el año 1959. película cinta televisión filme cine nostalgia estrategia ilusión Cabrera infante caín habana mejores películas historia espectadores time goes bye casablanca recuerdo
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miércoles, 30 de noviembre de 2011
GIREN CINTAS DE CELULOIDE, COMO GIRA EL UNIVERSO ¡
“No a ustedes, delgadas revistas y oscuras publicaciones
Con sus estudiosas incursiones en la pomposidad de las hormigas.
No a ti, teatro experimental en el que la realización Emotiva
Se une al Conocimiento Poético para siempre, no a ti
Orgullosa Opera, obvia como una oreja (aunque estás
Cerca de mi corazón, sino a ti, Industria del Cine,
¡es a ti a quien amo¡”
(Frank O’Hara, del poema A la industria cinematográfica en crisis)
¡Giren, cintas de celuloide, como gira el universo ¡
“Yo soy grande- dice la Desmond-, son las películas quienes se han empequeñecido”.
(Gloria Swanson en El ocaso de una vida)
“Se exhibe a la artista como si fuera una res”.
Mirta Aguirre en una crítica cinematográfica refiriéndose a María Félix en el filme La diosa arrodillada)
“Pero en el cine, sentado en la oscuridad, con las imágenes yendo y viniendo, es como si una lluvia de meteoritos le cayera encima a uno”.
(Henry Miller)
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domingo, 27 de noviembre de 2011
MERCEDES GARCIA EN SU CASA DE SUEÑOS.
Por: Lázaro Sarmiento
El Martini era uno de los tragos preferidos de Mercedes García Ferrer. Lo recordé esta tarde cuando hojeaba un libro con recetas de la coctelería en Cuba. En una ocasión, ella me pidió que le buscara en el bar del Capri, frente a su apartamento en la esquina de N y 21, este trago preparado con ron blanco y vermut seco.
A la casa de Mercedes me llevó por primera vez Joaquín Baquero exhibiendo mi timidez y curiosidad en la época en que estábamos en el Servicio Militar. Al principio yo no pronunciaba ni una palabra, mis labios no se movían. Ella me prestaba atención con su mirada, como el malicioso truco de las actrices que hacen sentir a cada espectador como su único invitado especial. Seguramente mis ojos revelaban la fascinación que me despertaban sus conversaciones con los amigos y conocidos que a cualquier hora del día pasaban por su sala, rodeada de cristales y pinturas. Intercambiaban noticias y mencionaban libros y autores (Mercedes era un lectora voraz) películas, canciones , trovadores (Silvio, Serrat, Pablo…)…Desnudaban el mundo y a los que lo habitaban y ella hablaba del misterio de la poesía, de Colette, Lorca , Donoso y del don que trae determinada gente al nacer. Había tertulias que se extendían hasta la madrugada. Un día Mercedes me contó sobre el joven amante que la peinaba frente al espejo de su habitación y luego le hacía el amor sobre una alfombra de rosas. Se narraban historias íntimas y ajenas. Y de vez en cuando se generaban pequeños terremotos. Con ella y una amiga fui varias veces a cenar a la Bodeguita del Medio con el beneplácito de su gerente, Martínez, un viejo admirador de Mercedes. A ella le gustaban los frijoles negros dormidos.
En los años setenta , la casa de Mercedes en el Vedado era un lugar de peregrinaje para jóvenes artistas y otros ya destacados que tocaban a su puerta atraídos por la irradiación, los vaticinios y las observaciones de esta reina hechizante que muchos intuían era una gran poetiza pero cuyos textos conocían pocos lectores. No fue hasta veinte años después de su muerte cuando se publicó un libro suyo.
Aunque yo era un visitante intermitente, con el tiempo me sentí ligado a ese mundo donde la fabulación se entrelazaba con la realidad cotidiana. Hay diálogos e imágenes de entonces que nunca he olvidado. También rostros. Fue un aprendizaje.
La última vez que vi a Mercedes estaba en cama, minada por el cáncer. Unos meses atrás le había conseguido en Radio Ciudad un contrato para adaptar obras de teatro que se transmitían los domingos. Me lo agradeció con la energía alucinante que en ocasiones antecede a la muerte. Y habló de próximas obras radiofónicas pues, dijo, el dinerito de los libretos le vendría muy bien. Miguel Barnet había ido a verla esa noche. Ambos fingimos que creíamos en el entusiasmo de una mujer a la que se le escapa la vida. Después de despedirnos de Mercedes y de su mamá Panchita caminamos en silencio por la calle 23. De pronto, en medio de la multitud, los automóviles y las luces de la Rampa, Miguel recitó su Madrigal para Mercedes García, publicado en 1980. Cuando terminó, aplaudimos a Mercedes y nos secamos los ojos.
“Cuando todos los cristales de tu casa de sueños
se hayan roto
Cuando todas las puertas de mi casa de sombras
se hayan cerrado
Espérame
Yo iré a buscarte sin máscaras
debajo de la noche
Tú abrirás las puertas de mi casa de sombras
Yo restauraré los cristales de tu casa de sueños."
Edificio donde vivía Mercedes García Ferrer. Su hija, la doctora Cecilia Castañeda, continúa residiendo en el mismo apartamento.
Desde esta pequeña terraza encima del Club 21, Mercedes veía la vida pasar a la sombra del Hotel Capri.
Arriba: Mercedes García Ferrer en una lectura de poemas en su natal Camajuaní.
Mercedes García Ferrer poesía Vedado Miguel Barnet
sábado, 26 de noviembre de 2011
CUBAN MANHATTAN (MANHATTAN CUBANO)
En un vaso de composición:
Una y media onzas de ron carta oro, 3 golpes de angostura, ½ onza de vermut y trozos de hielo
Revolver y servir colado en una copa de coctel.
Adornar con una guinda.
Así se prepara este "Manhattan” según Fernando G. Campoamor en su libro Cocteleria cubana, 100 recetas con ron, publicado en La Habana.
Arriba: Manhattan desde el Empire State.
Abajo: Bulevar de San Rafael, La Habana.
Fotos: Lázaro Sarmientop
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