Por: Lázaro Sarmiento
En un conversatorio en la Maqueta de La Habana en 1998, el escritor Ambrosio Fornet evocó sus imágenes de esta ciudad durante las décadas del cuarenta y el cincuenta. Primero venía de vacaciones desde su natal Bayamo hasta que se estableció en la capital del país. Sus impresiones aparecen incluidas en el libro La Habana que va conmigo, una selección de textos de Mario Coyula (Editorial Letras Cubanas).
Como La Habana que lleva dentro, Ambrosio Fornet describió una zona que “abarcaría media docena de kilómetros cuadrados: los que se extenderían en torno a un eje imaginario cuyo centro pudiera ser el Parque Central”. Y entre las imágenes y ambientes que recordó figuran las salas de cine:
“En aquella época sólo había dos cines en Bayamo, pero aquí en el perímetro a que me estoy refiriendo, había una docena. El más cercano a nosotros era el Actualidades –estaba al lado mismo de la farmacia- y en Neptuno, el Rialto y, un poco más allá, el Encanto (lo asocio en mi memoria a las películas de María Félix y al aire acondicionado, que entonces era una novedad). El Neptuno era un cinecito de mala muerte, al que no íbamos nunca. Y en la zona estaba también el Verdún y el Majestic, uno de los cuales no tenía techo, por cierto. Frente al Capitolio estaba el cine homónimo que a ciertas horas proyectaba películas sicalípticas – en aquella época nadie decía pornográficas- y detrás del Capitolio estaba el Capri, especializado en un tipo de cine europeo menos mojigato que el de Hollywood; no menciono el Campoamor porque no recuerdo que pasaran películas allí, ni a los de San Rafael porque ya los mencioné (Cinecito, Duplex y Rex). A todos ésos habría que sumar otros más nuevos, como el Fausto y el Negrete, por Prado, y el América y el Radiocine, por Galiano...En total deben ser como quince. O más : había otros dos en Monserrate, en dirección a la Terminal de Trenes, uno de ellos – el Bélgica o el Universal, no recuerdo bien- situado en un edificio de arquitectura mozárabe...
“Yo había dejado de ser un niño y al terminar el bachillerato empecé a trabajar en un Banco de Bayamo y matriculé por la libre la carrera de Filosofía y Letras aquí, en la Universidad. A veces me quedaba en casa de huéspedes y exploraba más a fondo los recovecos de la ciudad, incluyendo los cines que, como el Capri y el Rialto, tenían tandas de medianoche: allí eran más las cosas que pasaban al fondo, en el lunetario, y arriba, en el gallinero, que las que pasaban frente, en la pantalla”.
De los cines mencionados por Fornet, sólo el Cinecito, en el bulevar de San Rafael, continúa proyectando películas.
PRADO Y NEPTUNO, una de las esquinas míticas de La Habana. A la derecha puede verse la fachada (de color blanco) del antiguo cine Rialto. Fue remodelado y funcionó durante un tiempo como cine de ensayo.
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