Por: Lázaro Sarmiento
Me seduce el concepto sobre la edad de las personas que el escritor norteamericano Thornton Wilder (1897- 1975) plasmó en su novela Los idus de marzo. En el libro, el personaje de Cicerón le escribe a su hermano:
“Yo sostengo que cada persona tiene una edad hacia la cual apunta toda la vida como la aguja imantada apunta al Norte. Marco Antonio tendrá siempre dieciséis años, y del contraste entre esta edad y los años que realmente cuenta resulta un espectáculo cada vez más lamentable. Mi buen amigo Bruto ha sido un cincuentón reflexivo y juicioso desde la edad de dice años. César está siempre en la cuarentena, como un Jano que mirase irresoluto hacia la juventud y hacia la vejez. Según esta ley, Cleopatra, a pesar de su juventud, tendría cuarenta y cinco, lo que hace aparecer desconcertantes sus gracias juveniles. Su redondez es la de una mujer que ha tenido ocho hijos. Su andar y su porte son muy admirados, pero no por mí. Tiene veinticuatro años y camina como si tratara de representar veinticuatro años.”
Hace unos días en La Habana entrevistaron a Alicia Alonso para el Noticiero de Televisión. En la pantalla, la bailarina de 87 años reiteró una de sus frases favoritas: que vivirá 200 años. Ya en un libro de 1986 (Alicia Alonso diálogos con la danza) había respondido a la pregunta ¿Qué le pide usted a la vida?:
“-Doscientos años. Y espero que la ciencia avance bastante rápido y que algunos tipos en vez de hacer bombas y otras armas de destrucción o de promover su desarrollo desenfrenado, cuiden más del ser humano, hagan más por su bienestar.”
Estas palabras me hacen pensar en la tesis de Thornton Wildder y en el misterio poético que guarda la aguja imantada de Alicia Alonso.
Imagen arriba: Dorothy McGuire with Thornton Wilder
Abajo: Alicia Alonso (La Habana, 1921)
Abajo: Alicia Alonso (La Habana, 1921)