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sábado, 11 de julio de 2015

FOTOGRAMAS



Hay sucesos breves que brindan  placeres  muy privados  que nunca olvidamos. Una vez  entré a  la cabina  de proyección de un cine de barrio mientras transcurría la función. Me habían dicho que a mitad de película, el joven  proyeccionista  salía siempre  de su  angosto local y  pedía en voz alta fuego  para prender  un cigarro. Al día siguiente me senté en la última fila del balcony,  con una fosforera en el bolsillo.  Y gracias a la chispa que  alimenta el vicio,  disfruté  del filme con mis  ojos alineados  con  el haz de  luz que daba vida a una historia en  la pantalla. No solo  los actores se revelaron   de una manera diferente.  Parapetado junto a la máquina rebobinadora, observé las  obscenidades gozosas del público en las butacas. Era una atmósfera de sombras chinescas con personas reales y gemidos en sordina.  



sábado, 22 de mayo de 2010

EL ARTE PERDIDO DE AQUELLAS MUJERES MANDRÁGORAS.

“Las estrellas se movían en un mundo propio, silencioso, aislado del tráfago nuestro, con algo de peces raros que nadaran tras los cristales de un acuario. Una barrera, más ancha que un lindero de candilejas, que la fosa de una orquesta, se interponía entre los espectadores y aquellas mujeres-sirenas, mujeres-mandrágoras, mujeres-aves, que silbaban tragedia con voces inaudibles, que nos hablaban con labios mudos, mientras una orquesta –más a menudo, un piano desafinado- trataba de seguir la acción, tocando el Erotikon de Grieg en las escenas de amos, ,la obertura de Guillermo Tell para acompañar las cabalgatas, o En un mercado persa (fantasía oriental)de Keteilby, cuando se trataba de evocar la Persia o el Egipto. Pero esa misma distancia, ese mismo deslinde establecido entre el ámbito del espectáculo y el ámbito del hombre cotidiano, confería a los actores un misterio, un prestigio, una poesía que mucho les hizo perder el cine sonoro…”


“Terminaron los días en que Theda Bara fascinaba al público con gigantescos close-up de sus ojos; en que Nazimova adornaba su cabellera con cerezas plateadas; en que el “eterno femenino” se acompañaba de una utilería de plantas exóticas, de muebles propicios, de ornamentos peculiares, que habían terminado por crear –por su estilo sin estilo- una suerte de barroquismo californiano”.


Fragmento del artículo Una época de cine, publicado por Alejo Carpentier el 18 de noviembre de 1954 en el periódico El Nacional, de Venezuela. Unos meses antes, bajo el título Ocaso de una mitología, Carpentier observaba que en la actualidad, “las estrellas se han despojado de sus aureolas, de su misterio, del relumbre de seres sobrenaturales que vivían sus amores, matrimonios, excentricidades y divorcios, en un mundo aparte, tras de las puertas de estudios, severamente custodiados”. Estos textos aparecen incluidos en el volumen Letra y Solfa, Alejo Carpentier Cine, 1, compilación de Raimundo Respall Fina, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1989.

CINE DE LA HABANA DONDE SE ESTRENÓ EL CANTANTE DE JAZZ.



El 20 octubre de 1921 Santos y Artigas inauguran el cine teatro Campoamor, en Industria y San José, La Habana, construido a un costo de 300 mil pesos de la época. En el libro La tienda negra. El cine en Cuba (1897-1990), la investigadora María Eulalia Rodríguez deja constancia de que en el Campoamor se estrenó el 15 de febrero de 1928 el filme El cantante de jazz (The jazz singer), de la Warner, interpretado por Al Jolson. La famosa frase dicha por el protagonista a su madre inicia la invasión del cine sonoro por las salas de todo el mundo: “No has visto nada aún”.

Tengo la cara de una vampiresa, pero el corazón de una feminista.” La actriz Theda Bara, la primera vamp o mujer fatal del cine, nació 29 de julio de 1885 en Cincinnati, Ohio y murió 7 de abril de 1955 en Los Ángeles, California.

viernes, 28 de noviembre de 2008

La reina de los cines de La Habana.
Por: Lázaro Sarmiento

La actriz italiana Francesca Bertini (1888-1985) fue la primera de las divas. Era una época en que según Alejo Carpentier, “las estrellas se movían en un mundo propio, silencioso…con algo de peces raros que nadaran tras de los cristales de un acuario...mujeres-sirenas, mujeres-mandrágoras, mujeres-aves, que aullaban tragedias con voces inaudibles, que nos hablaban con labios mudos…” Francesca Bertini reinaba en esa fauna de celuloide.


En mayo de 1916 se proyectó Odette, un filme anodino si no fuese por la actuación de la Bertini, argumentan los críticos de hoy. En una función especial en el Teatro Nacional en La Habana, el público seleccionó a Odette como la película más popular. Se recogieron las firmas de los espectadores en un álbum que le enviaron a la actriz en Italia. En una entrevista posterior ella dijo que guardaba con gratitud el álbum de sus admiradores cubanos.

En septiembre de 1916, se le pregunta al público del cine Payret en que género prefería a Francesca Bertini, si en el dramático o en el cómico. Triunfó el dramático. La intérprete de Assunta Spina era ratificada entre nosotros como la gran trágica.

En la Calzada de Luyanó, en La Habana , todavía esta en pie la fachada del cine Norma, inaugurado en 1910. Ese mismo Francesca Bertini protagonizó la cinta Lucrecia Borgia. Y desde la pantalla del Norma, la primera de las divas debió clavar sus misteriosos ojos negros en los espectadores mientras con labios mudos aullaba tragedias de llantos espantosos.

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