La costa constituye un idílico escenario para conversaciones inteligentes y frívolas y ejercer el ocio expectante. Hoy caminé un rato por los alrededores del Hotel Tritón en el litoral de Miramar. En esta ocasión no pretendía establecer diálogos verbales sino mover en la memoria imágenes salpicadas de salitre y de after sun.
Recordé los días en que venía a bañarme en estas aguas y luego me sentaba a conversar con algún amigo, y también con extraños, en el diente de perro . Me parece que fue ayer cuando un amigo escritor y yo arrojamos al mar, desde aquí, una novela recién editada (no era ecologista en esa época) porque la autora de la obra nos había decepcionado después de la ilusión despertada por la lectura de un capítulo previamente dado a conocer en una revista cultural . Lo que valía de la novela, a nuestro juicio, era solo el texto adelantado. Ha sido el único libro que he lanzado al mar en en mi vida. Y parece que ya no habrá otra oportunidad porque con el tiempo desaparece el deseo de tirarle literatura a las olas.
Durante mucho tiempo el Tritón fue la referencia principal de esta zona que se extiende a ambos lados de la calle Primera, desde 70 hasta el hotel Comodoro. La franja costera y el Monte Barreto fueron transformados vertiginosamente. Surgieron los lujosos hoteles Meliá Habana y Panorama, así como el complejo denominado Miramar Center con sus cafeterías, oficinas y boutiques (vidrieras para mirar). En los terrenos donde en la actualidad se levantan modernas construcciones, hubo en el pasado rutas impredecibles, con algo de libertinaje, entre la vegetación que crecía en un flanco de “las canchas de 70”. Esos caminos que comenzaban muy arriba de la Quinta Avenida hoy se cortan por colosales edificios que desafían el paisaje azul.Los jóvenes de estos días también van a bañarse a la costa del Tritón. Pero ya no es lo mismo, pienso, aunque tal vez ellos estén pensando que tengo razón: no es igual (ni yo soy el que era). Además el hormigón y los cristales distorsionan la nostalgia.