domingo, 12 de julio de 2015
miércoles, 19 de enero de 2011
BRISAS DE BAR.
Cada día van quedando menos bares pequeños, de los tradicionales, casi siempre ubicados en la esquina de una calle. Al igual que los cines de barrio, son locales en extinción en muchas ciudades del mundo. Me alegra que subsista este tipo de establecimiento, de barra mínima, que los empleados suelen decorar según sus gustos y recursos. Algunos muestran un festivo estilo kitsch. Recuerdo de niño el bar Jacksonville, en las calles Libertad y D’strampes, en Santos Suárez, el cual se convirtió luego en una tintorería. Allí, los adultos de mi familia me mandaban a comprarles cajetillas de cigarros fuertes. El Jacksonville era un bar apacible, en los bajos de un lindo edificio de apartamentos, rodeado de casas con terrazas y jardines. Y en la radio del mostrador se podía escuchar a Pacho Alonso en Un caramelo para Margot (de Osvaldo Farrés), o un bolero de Rolando Vergara.
El bar de la fotografía está en la calle Hospital, a unos metros de la Avenida Carlos III, en Centro Habana. Se denomina Brisas de Hospital. Este mediodía tenían sonando al máximo al grupo Los Salvajes (antes Eddy K) con Vístete.
Me entusiasma ver la palabra BAR en una luz de neón.
sábado, 20 de marzo de 2010
LA HABANA: BAR DOS HERMANOS EN LA AVENIDA DEL PUERTO.
El restaurante Dos Hermanos, en la Avenida del Puerto, al que conocí como un bar decadente a fines de los ochentas, y al que le atribuía mundanas historias marineras, escenario imaginario o real para episodios de “bajos fondos”, reabrió sus puertas recientemente, luego de una esmerada remodelación. Ahora al lugar se le restituyó su pasado glorioso.
Placa colocada por la Oficina del Historiador de la Ciudad en la fachada del restaurante Dos Hermanos, en la Avenida del Puerto de La Habana. La lámina deja constancia de que Federico García Lorca, Alejo Carpentier, Enrique Serpa, Marlon Blando, Errol Flynn y Ernest Hemingway, entre otros artistas, levantaron sus copias en este establecimiento por la amistad y la alegría de vivir.
Dos Hermanos es uno de los establecimientos de la Avenida del Puerto que en los últimos tiempos se han beneficiado del empeño rehabilitador de la Oficina del Historiador, un esplendor con el que soñamos los habaneros para toda la ciudad.
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lunes, 23 de noviembre de 2009
CAFÉ PARIS
Ser diplomático es la primera condición para un cantinero, según el barman Jimmie Charters. Ex boxeador inglés de pesos ligeros, Charters fue el responsable del gran éxito del bar Dingo, en el barrio de Montparnasse de París, durante las décadas de 1920 y 1930. El lugar llegó a conocerse como la Barra de Dingo y entre sus clientes figuraban Ernest Hemingway, Scott Fitzgerald, Aleister Crowley, Isadora Duncan, Sinclair Lewis, John Dos Passos, Ezra Pound y Nancy Cunard.
En 1937 Jimmie Charters publicó sus memorias bajo el título This Must Be the Place: Memoirs of Montparnasse.
“El cantinero debe siempre animar al cliente con sus charlas, si él es gustoso de ellas, porque eso significa aumentar la venta y retenerlo para que consumo más. Un cantinero jamás debe presentar un cliente a otro. Los clientes, sin ser presentados, gustan charlar unos a otros y les desagrada que los presente formalmente un cantinero, porque en realidad no lo consideran su igual”. (Citado en el libro El arte del cantinero. Los vinos y los licores, de Hilario Alonso Suárez, publicado en La Habana en 1948. )
Cuban Milk Punch (Ponche cubano de leche)
1 vasito de vainilla.
1 huevo fresco.
1 cucharadita de azúcar.
3 vasitos de leche fresca.
Hielo. Bátase, cuélese y sírvase en vaso alto.
Ocasionalmente me gustaría ser barman de un pequeño lugar como el Café París, esquina de Obispo y San Ignacio, en el Centro Histórico de La Habana. Detrás de la barra de maderas preciosas, observaría feliz la vida pasar.
Fotos: Alfredo Zamora
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viernes, 19 de junio de 2009
HEMINGWAY Y SU AMANTE HABANERA.
Por la puerta del Bar Floridita de La Habana debió entrar muchas veces Ernest Hemingway acompañado de Leopoldina Rodríguez, una interesante y bella mulata cubana que fue uno de los grandes amores de su vida.
El dato de esta relación sentimental no es inédito pero Helio Orovio (1938-2008) lo recordaba entre varias historias en un delicioso artículo que escribió poco antes de morir y que tituló La ciudad musical de Hemingway. El texto se publicó en la revista Extramuros, del Centro Provincial de la Literatura y el Libro en Ciudad de La Habana.
Orovio apuntaba que Leopoldina, además del gran amor de Ernest, fue su amiga y confidente a quien protegió económicamente y acompañó solitario en su entierro a fines de los años cincuenta.
Leopoldina fue la única mujer por la que el novelista sintió verdadero amor. Esa mulata cubanísima fue su pasión y su compañera de parrandas y de peñas musicales, según destacaba Helio Orovio.
lunes, 27 de abril de 2009
Por: Lázaro Sarmiento
1.- Fue la noche en que me senté por primera vez en el bar de Prado 264.
Había pedido el trago bautizado con el nombre de una de las reinas de la antigüedad cinematográfica. Y mientras trataba de seguir las conversaciones de mis vecinos en la barra - por momentos susurros, más silencios y miradas- descubrí que otro personaje que yo quería ser en la vida real era el de barman.
Batía a mano la mezcla compuesta de una y media onzas de juego de piña, 1 ½ onzas de ron blanco, gotas de granadina y trozos de hielo. La servía colada en la copa adecuada y por último la adornaba con una cereza que me recordaba el color rojo del cartel de Besos robados.
2.-Los gestos perfectos del barman al elaborar el coctel Mary Pickford podían cambiar el destino de un hombre.
Ya no soñaría más con diseñar jardines futuristas, burbujas de cristal y nichos ecológicos para las rocas del hueco natural que hay en la manzana de las calles 23, J, 21 y L del Vedado. Ahora lo que deseaba era relacionarme con ese polvo impalpable que los árabes llamaban cohol (se dice también que la palabra alcohol viene del radical kaly, que significa quemar o abrasar). La ruta del alcohol me conduciría hasta los alquimistas, algunas de cuyas artes se reflejan en el barman excepcional.
3.- La nueva profesión incluía la propiedad de una banda sonora con los diálogos que la gente deja flotando como nube erótica sobre la barra de los bares.
Al final de la jornada, cada palabra y frase, risa, lágrima o gota de saliva sería aprovechada (quiero decir recogida). Luego de madrugada, tendidos en la cama, untados de colonia y jugando con el humo de un cigarro como en las películas, (boxer y camiseta blanca, miradas hacia el techo), utilizaríamos todo ese material para escribir el guión de una trama con abundante sexo. Además teníamos que llenar los vacíos en las escenas y perfeccionar las recetas que hicieron de La Habana una de las cumbres de la coctelería mundial.
En la mañana, Mary Pickford, ya momia para siempre, prefiriría seguir siendo la Novia de América, un título de mayor alcurnia que el nombre de un coctel en la Isla de Cuba. Y yo, con los ojos empañados por la mala-buena noche , marcharía hacia la estación de radio para el show del mediodía.
El barman dormiría unas horas más.
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