viernes, 6 de enero de 2012

LA VAJILLA QUE SCOTT FITGERALD QUISO DEJARLE A ZELDA.

Francis Scott Fitzgerald redactó su testamento poco antes de su muerte en 1940. Zelda, su mujer, estaba internada en un manicomio. El escritor, que poseía muy pocos bienes, dispuso: “Doy, dejo y lego a mi esposa, en caso de que recupere la cordura, todo lo que hay en mi casa y el equipamiento de cocina para que sea usado y controlado según su deseo…”

Zelda le sobrevivió ocho años pero nunca volvió a utilizar la vajilla familiar. Es posible que Scott se haya engañado a sí mismo a sabiendas que muy pocas veces se regresa de la locura.


Un fragmento del testamento de Francis Scott Fitzgerald, firmado el 10 de noviembre de 1940, aparece en El libro de los testamentos (Buenos Aires: El Ateneo, 1997), de Liliana Viola.

lunes, 2 de enero de 2012

EL GRAN GATSBY.

Por: Lázaro Sarmiento

En una de esas encuestas que se hacen por esta época del año, Juan Marsé dice en La Vanguardia que su libro favorito del 2011 fue una “relectura apasionada” de El gran Gatsby de Francis Scott Fitzgerald, que leyó por primera vez cuando tenía 18 años. Y seguidamente cita el inicio de esta novela. "Cuando yo era más joven y más vulnerable, mi padre me dio un consejo en el que no he dejado de pensar desde entonces". La frase me recordó el entusiasmo que sentí cuando terminé la lectura de la primera edición cubana de esta obra, publicada una década antes del estreno en La Habana de su tercera adaptación cinematográfica. Me refiero a la película de 1974 de Jack Clayton, con guión de Francis Ford Coppola , protagonizada por Robert Redford, Mia Farrow y Karen Black…He perdido mi antiguo ejemplar de El gran Gatsby como también extravié otros libros emocionantes : Vuelo nocturno, de Antoine de Saint-Exupéry , y Aventuras Arthur Gordon Pym, de Edgar Allan Poe. Por suerte nunca he extraviado el placer como lector que estos títulos me proporcionaron en la adolescencia.



Para el 12 de agosto de 2012 se anuncia el estreno en España de la quinta adaptación cinematográfica de El gran Gatsby, bajo la dirección de Baz Luhrmann y con un elenco encabezado por Leonardo DiCaprio.

viernes, 30 de diciembre de 2011

LA LEALTAD A LAS EMOCIONES.

Por: Lázaro Sarmiento

Ese día sentí una felicidad expansiva, casi irídica. Había empezado a trabajar en una estación de radio ubicada en el lugar que para mí entonces era el centro del universo: La Rampa, en La Habana. Y aunque he sido infiel a muchas emociones, otras-como la primera vez "en el aire"- han quedado ancladas en la zona izquierda del cerebro donde, dicen, están las neuronas de la felicidad.

“… aprecio y respeto la humilde y tenaz fidelidad que determinadas personas –sobre todo mujeres- mantienen por sus gustos, sus discos, sus antiguas empresas, por las fiestas desaparecidas: admiro su voluntad de seguir siendo los mismos en medio del cambio, de salvar su memoria, de llevarse con la muerte la primera muñeca, un diente de leche, un primer amor.”

En la consulta del dentista, mientras esperaba mi turno con el terror, me hice acompañar de un libro que fue una de las lecturas deslumbrantes de mi juventud: Las Palabras (Les Mots) de Jean Paul Sartre, publicado en La Habana en 1970 en la Colección Testimonio del Instituto del Libro. Este texto era la primera parte de una autobiografía entonces inconclusa.

“He conocido a hombres que se acostaron ya tarde con una mujer envejecida por la simple razón de que la habían deseado en su juventud…A mi no me duran los rencores y lo confieso todo, complacientemente; estoy muy bien dotado para la autocrítica a condición de que no pretendan imponérmela.”

Disfruto de ese Sartre que, siendo en apariencia tan autobiográfico y personal, no deja de ser un malicioso manipulador. Pero no siempre podré afirmar como este discutido intelectual: “…soy constante en mis afectos y en mi conducta pero infiel a mis emociones…”.

Porque hay emociones a las que guardamos una reconfortante lealtad.



jueves, 29 de diciembre de 2011

LA FELICIDAD SE INVENTA EN UN MINUTO.

Por: Lázaro Sarmiento

Él, un héroe del beisbol que se jugaba en las cuatro esquinas del barrio. Yo, fama de inteligente y de contar historias que sorprendían al grupo. Un aire de leyenda había quedado entre los amigos de la secundaria por lo que parecía nuestra rivalidad por los labios de la muchacha de moda aquel año. En el cine Florida proyectaban Iluminación íntima, una película checa. Nocturno difundía Voy a pintar las paredes con tu nombre. Ahora, cuando aquellos amores estudiantiles no son más que cancioncitas en los programas memoriosos de la radio, dices en un segundo correo que yo era hermético pero que en esa época disfrutabas mucho encontrarte conmigo y que nunca has olvidado esos diálogos. Y citas pedazos de conversaciones. Dices más, que tenías también tu propio mundo interior.

Sin que hayan decretado un cataclismo universal o el colapso de la red, se interrumpe la comunicación entre nuestras computadoras. Me alejo de la máquina y de su perversidad. Resignarse es una estrategia. Hay un imán en medio de la ciudad y quisiera que la multitud me adoptara. Me recuesto en una columna republicana, con una cerveza entre las manos, rodeado de anónimos, en La Habana profunda. No le prestó atención a la voz que me pregunta la hora, “que si estoy dando una vuelta”. Yo lo que quiero es regresar a mi casa y encontrarme con un nuevo mensaje en la computadora para que vuelvan el barrio, el beisbol, los amigos , “el arte perdido de la conversación”... Y hasta estaría dispuesto a pintar las paredes.

La felicidad se inventa en un minuto.


lunes, 26 de diciembre de 2011

EL OTRO CORAZON.



Por: Lázaro Sarmiento


Hay días en que me pregunto dónde está el corazón de ciertas emociones. Algunas de estas experiencias son invisibles para los periódicos. Conozco gentes que lo han encontrado en los más diversos lugares: en la línea del ferrocarril, detrás del fulgor de una fosforera, o en basureros al amanecer. No les importa regresar con los zapatos manchados porque “un corazón es tal vez algo sucio” y pertenece al mostrador de los carniceros. A veces salgo a caminar por la ciudad en busca del mío. Sé que en alguna parte me espera un cuchillo.


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