sábado, 23 de mayo de 2009

LA DIOSA DEL CINE Y SU AMANTE MERCEDES

Por: Lázaro Sarmiento

La legendaria Greta Garbo (Estocolmo, 1905-Nueva York, 1990) mantuvo una relación amorosa con la escritora de origen cubano Mercedes de Acosta. Fue un roce corto pero con la pasión suficiente para que el nombre de Mercedes quedara incrustado para siempre en la biografía de uno de los íconos más rotundos del siglo veinte.


En agosto de 2001, Guillermo Cabrera Infante publicó el artículo titulado Greta ama a Mercedes en la serie Grandes historias de amor de Hollywood de El País Semanal . El escritor se refería a Mercedes de Acosta, nacida en 1893 en Nueva York (otros dicen que en La Habana) en el seno de una familia proveniente de Cuba. Falleció en 1968.

Mercedes de Acosta fue poeta, escritora, comentarista de sociedad y guionista de Hollywood. Y aunque murió olvidada y en la penuria, nunca quiso vender las cartas de amor que conservaba de Greta. Pero no hay que pensar en una Mercedes infeliz toda su vida por un amor no correspondido. Los cronistas del tema recuerdan que “alcanzó notoriedad por sus amores con las mujeres más famosas de América”. En su lista de amantes figuraron Isadora Duncan y Marlene Dietrich.



Mercedes y Greta se conocieron en el Hollywood de principios de la década de 1930. Contaba Cabrera Infante que Mercedes llamaba a Greta varias veces al día. La divina respondía con evasivas. Pero Mercedes era insistente hasta que…


“Finalmente se acostaron –para desaparecer Greta en un viaje a las montañas y a un lago secreto-.Mercedes, desesperada en Hollywood, recibió de pronto el reclamo de Greta, mediante su sempiterno chofer mudo que manejaba el automóvil de la estrella, ahora una mujer aquiescente. Pasaron dos semanas de amor junto al lago quieto-pero no fueron felices hasta el fin de sus vidas, sino que murieron como habían vivido: una de ellas sola, la otra abrumada por los recuerdos contados a un diario impúdico, imprudente”.

Y más adelante, Cabrera Infante comentaba que esta historia terminó como siempre terminaron las relaciones de Greta Garbo, tanto heterosexuales como homosexuales:


“Garbo cortó por lo sano y se negó a volver con Mercedes, aunque hubo contactos postales o telefónicos y uno que otro encuentro casual.”

THE END

EL MEMORANDUM CUBANO DE GRETA GARBO


“AHORA TE VOY A CONTAR de cuando vi a Greta Garbo en Nueva York. Yo iba masticando castañas. Fue en diciembre, con mucha nieve, a unas cuadras de Washington Square Park. Yo había dejado atrás casa familia y a diario contemplaba los puentes sobre el East River. A veces confundía los días y las noches y disfrutaba el olor a moluscos podridos de los espigones. Me adiestré en múltiples oficios solitarios. En Nueva York ya es un hábito hablar con uno mismo. Los dioses, los ángeles, los arcángeles, las estrellas de cine están en la calle, en los mercados, en la platea de los teatros, y nadie mira a nadie. Pero yo te iba a contar de cuando vi a Greta Garbo en Nueva York. En realidad todos se decían que era ella pero yo no la veía. Hasta que un día un amigo ocasional me llevó a la puerta de su casa. A punto de llegar sonó una alarma, luego un silbato y yo vi un rostro detrás de una ventana. Caía mucha nieve y el hombre del silbato me alejó de la casa. Sonámbulo, con frío, me acerqué a un lago helado y vi un halcón. Llegué al río. Compre una manzana, la mastiqué para quitarme el gusto a la castaña y seguí mi camino.Greta Garbo se asomó a la ventana, su rostro masculino, consagrado a la muerte, me miró una tarde de invierno. Fue la única vez que alguien en Nueva York me dedicó una mirada.”

(Memorandum XV, de Miguel Barnet, pertenece a su libro de poemas Con pies de gato .(Ediciones Unión, La Habana 1993).


Imagen: Greta Garbo en Nueva York (1990) poco antes de morir. Archivo de Life.

jueves, 21 de mayo de 2009

NAVEGANDO EN EL QUEEN MARY.


Por: Lázaro Sarmiento

Jumbo era un elefante oriundo de Abisinia que después de ser mostrado en París, Londres y Estados Unidos murió atropellado por una locomotora. También se hablaba del barco más grande (Queen Mary) y de los edificios más altos del mundo (Empire State, entonces), así como de una excursión al campo en automóvil dirigida por el tío Felipe… Esto es lo que nunca he olvidado del libro de lectura general para niños descubierto en un closet de la casa de mi abuela (otra vez la casa de Santos Suárez, siempre sale en los escenarios felices). No puedo afirmar que ese fuera el primer libro que leí en mi vida, pero sí es el más antiguo que recuerdo.

Ya se sabe, donde la memoria falla, la imaginación trabaja.

Otro de aquellos primeros libros fue Así es mi país, de Antonio Núñez Jiménez, con un dibujo que me impresionó muchísimo: el mapa de Cuba atravesado por flechas que indicaban las rutas de los ciclones que habían azotado la Isla. Los 500 millones de la Begun, de Julio Verne, y El último de los Mohicanos, de Fenimore Cooper, también estaban en mi biblioteca infantil. Ahora vuelvo a esos libros con la ilusión del artista que reconstruye su antiguo teatro de sombras chinescas.
Luego llegaron los libros mayores. Aunque, como decía Lezama, “cualquier buen libro leído es el libro mayor. O cualquier buen libro es el libro, porque mayor es un grado bélico que le sobra a la lectura”.

miércoles, 20 de mayo de 2009

BORGES Y LA MULTITUD.


Hay demasiados solitarios entre las multitudes, porque frecuentar la sociedad no quiere decir que uno sea sociable . (Jorge Luis Borges)


Imagen: Caníbal, obra de Rocío García, 120 x 140 cm, óleo s/lino, 2003. Serie: El Domador y otros cuentos.

martes, 19 de mayo de 2009

SALVAR CIERTAS EMOCIONES.


Recuerdo que un día sentí una felicidad irídica porque había empezado a trabajar en el lugar que entonces me parecía el centro del universo: La Rampa de La Habana. Y aunque he sido infiel a muchas emociones, esta ha quedado anclada en la zona del cerebro donde algunas impresiones nunca se borran.

“…sin embargo, aprecio y respeto la humilde y tenaz fidelidad que determinadas personas –sobre todo mujeres- mantienen por sus gustos, sus discos, sus antiguas empresas, por las fiestas desaparecidas: admiro su voluntad de seguir siendo los mismos en medio del cambio, de salvar su memoria, de llevarse con la muerte la primera muñeca, un diente de leche, un primer amor.”

En la consulta del dentista, mientras espero mi turno con el terror, me hago acompañar de un libro que fue una de mis lecturas deslumbrantes en una época: Las Palabras (Les Mots) de Jean Paul Sartre. Este texto era la primera parte de una autobiografía entonces inconclusa.


“He conocido a hombres que se acostaron ya tarde con una mujer envejecida por la simple razón de que la habían deseado en su juventud…A mi no me duran los rencores y lo confieso todo, complacientemente; estoy muy bien dotado para la autocrítica a condición de que no pretendan imponérmela.”

Disfruto de este Sartre que, siendo en apariencia tan autobiográfico y personal, no deja de ser un malicioso manipulador. En una página de su libro subrayo esta frase: “soy constante en mis afectos y en mi conducta pero infiel a mis emociones…”.

Al igual que modificamos el recuerdo, también cambiamos la interpretación de antiguas emociones. Y al final hay quienes logran una especie de obra de arte.

Imágenes: Obras de Tamara de Lempicka
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