martes, 2 de diciembre de 2008


Los amantes de Luyanó años después.



La convivencia puede matar el amor y hacer de la pasión algo rutinario. Luego de esta frase mediocre y de corto alcance como los subtítulos de un filme en televisión, viene un breve recuerdo:

En la época en que yo era un niño y vivía en Luyanó, desde el balcón de mi casa observaba, un día a la semana, a la misma hora del atardecer, a una mujer de unos cincuenta años, pulcramente vestida, con un exceso de colores en la cara común, el pelo lustroso adornado con una flor de marpacífico, parada siempre en el mismo lugar, es decir, a mitad de cuadra, frente a un taller de mecánica, ya cerrado en esos instantes.

Al poco rato llegaba un hombre alto, unos años mayor que ella, vestido también con corrección, de gestos elegantes y que irradiaba una antigua hermosura. Si el hombre se demoraba más de lo acostumbrado, la mujer se llevaba la flor a las manos y taconeaba con juguetona impaciencia. Cuando él aparecía, ella tiraba el marpacífico al asfalto. Ambos se saludaban con efusión y cambiaban besos con pública limpieza. Después se alejaban por la Calzada de Concha con un andar que, ahora al evocarlo, me parece debió ser el ritmo de la felicidad.

¿Hacia donde iban? Misterio para un niño. Lo develé al cabo de varios años porque la historia duró bastante. Un día la curiosidad de la adolescencia me impulsó a seguir al atardecer la ruta de la pareja madura. Las siluetas de sus cuerpos desaparecieron en el claroscuro del pasillo de la posada situada junto al cabaret Sierra. Las paredes finas de la posada dejaban filtrar hasta la parada de ómnibus inmediata un amplio catálogo de exclamaciones de sexo.

Los amantes de mi cuadra se veían solo durante un rato cada semana. Tal vez nunca compartieron los cepillos de dientes al levantarse en la mañana. Hoy recordé nuevamente sus rostros mientras pensaba en el siguiente texto de Luis Antonio de Villena que transcribí hace unos años a un cuaderno de notas, sin más datos que el nombre del autor :

“La convivencia fracasó, en verdad, porque era imposible. Y porque nada tiene que ver con el amor, ni con la pasión tampoco. La convivencia, muy posiblemente, se basa en la amistad, y se construye con un sentimiento sosegado y lento, mientras que el amor –o lo que mejor se parece a nuestra idea de la palabra amor- es más fogoso, más arrebatado, y en alguna manera excluye la convivencia larga que es – supongo- la sola que merece ese nombre.”

Esta puede ser la explicación a la sensación de felicidad que transmitían los amantes de Luyanó cuando se perdían en el claroscuro de la posada del barrio.

-¿O no?¡

lunes, 1 de diciembre de 2008

En la densa oscuridad de la platea.
Por: Lázaro Sarmiento

Se publica en el periódico El Mundo un comentario sobre las cartas enviadas al alcalde de La Habana, Varona Suárez, solicitando se sitúe un inspector en le cine Campoamor, en cuyo local se dice que “se vulnera los principios de la moral pública” aprovechando la densa oscuridad durante las funciones cinematográficas, lo cual ofende a las familias respetables que acuden a dicha funciones. (23 de Febrero de 1917)

La anterior nota la transcribí del libro La tienda negra. El cine en Cuba (1897-1990) , de María Eulalia Douglas (Cinemateca de Cuba, La Habana, 1996). El cine Campoamor al que se hace referencia en las cartas al alcalde no es el que está (o estuvo) en la esquina de Industria y San José (ahora casi en ruinas), sino uno que había frente al Parque Central, inaugurado en 1915 y demolido en 1925. Por cierto, 28 años después se formula una petición parecida:

Algunas entidades y personas solicitan del alcalde de La Habana se suspendan las tandas de las doce de la noche en los cines, alegando que en tales funciones se producen actos atentatorios a la moral, por el tipo de público asistente. La solicitud no es aceptada. (Mayo de 1945)

domingo, 30 de noviembre de 2008

Ciencia ficción: lo posible bajo ciertas circunstancias.
Por: Lázaro Sarmiento

Mi primera relación con la ciencia ficción fue a través de una adaptación de Fahrenheit 451 que en 1968 transmitía Radio Progreso al mediodía y que yo escuchaba antes de ir a la escuela.

Pero en la época en que la radio cubana difundía la obra de Ray Bradbury yo no tenía claro lo que era la ciencia ficción, género que se mezcla con lo fantástico. Sobre esta literatura, el escritor norteamericano Philip Kindred Dick expresa que resulta imposible separar la fantasía de la ciencia ficción:

“… y una rápida reflexión nos lo demostrará. Fijémonos en los personajes dotados de poderes paranormales; fijémonos en los mutantes que Ted Sturgeon plasma en su maravilloso Más que humano. Si el lector cree que tales mutantes pueden existir, considerará la novela de Sturgeon como ciencia ficción. Si, al contrario, opina que los mutantes, como los brujos y los ladrones, son criaturas imaginarias, leerá una novela de fantasía. La fantasía trata de aquello que la opinión general considera imposible; la ciencia ficción trata de aquello que la opinión general considera posible bajo determinadas circunstancias.”

Según Philip Kindred Dick la dificultad está en saber objetivamente lo que autor y lector consideran posible y lo que no lo es.

Para profundizar en el tema existe el magnífico libro Sobre la ciencia ficción de Isaac Asimov (Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1999). Ya en las primeras páginas el legendario novelista y ensayista comenta que “uno de los juegos favoritos de los amantes de la ciencia ficción consiste simplemente en tratar de definir qué es la ciencia ficción, y cómo se le puede diferenciar de la literatura fantástica”.

Miguel L. Romero publica en blogurbania.com el artículo 32 novelas de ciencia ficción que deberías leer. En los cinco primeros lugares ubica estos títulos: Fundación, de Isaac Asimov; La máquina del tiempo (The time machine), de H. G. Wells; ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (¿Do androids dream of electric sheep?), de Philip K Dick; Rebelión en la Granja (Animal Farm), de George Orwell, y La guerra de los mundos (The War of the Worlds), de H. G. Wells. (Ver en http://www.blogurbania.com/)

Mi entrañable Fahrenheit 451 aparece en el puesto 27 de esta lista.

sábado, 29 de noviembre de 2008

Las margaritas del placer



Marguerite Yourcenar hizo decir a uno de sus personajes : “Un corazón es tal vez algo sucio. Pertenece a las tablas de anatomía y al mostrador de los carniceros. Yo prefiero tu cuerpo”.

Sería tan cómodo poder identificarse siempre con esta frase de la astuta y fina escritora francesa. Pero la vida es más complicada que la literatura. Por lo general estamos todo el tiempo hambrientos: queremos el cuerpo, la mente, las palabras, el molde. Y a veces buscando el placer, conocemos el dolor.

Esto es lo que pienso cuando mi mirada se pasea sobre una frase del diario de André Gide:

“Que bello es el placer sin amor; sin deseo, qué noble es el amor. Qué desgraciado es el hombre”.

Lo peor es que toda la aparente sabiduría de los demás en ocasiones no sirve de nada y terminanos arrojándole margaritas a los cerdos.

Pero estábamos en el placer…

viernes, 28 de noviembre de 2008

La reina de los cines de La Habana.
Por: Lázaro Sarmiento

La actriz italiana Francesca Bertini (1888-1985) fue la primera de las divas. Era una época en que según Alejo Carpentier, “las estrellas se movían en un mundo propio, silencioso…con algo de peces raros que nadaran tras de los cristales de un acuario...mujeres-sirenas, mujeres-mandrágoras, mujeres-aves, que aullaban tragedias con voces inaudibles, que nos hablaban con labios mudos…” Francesca Bertini reinaba en esa fauna de celuloide.


En mayo de 1916 se proyectó Odette, un filme anodino si no fuese por la actuación de la Bertini, argumentan los críticos de hoy. En una función especial en el Teatro Nacional en La Habana, el público seleccionó a Odette como la película más popular. Se recogieron las firmas de los espectadores en un álbum que le enviaron a la actriz en Italia. En una entrevista posterior ella dijo que guardaba con gratitud el álbum de sus admiradores cubanos.

En septiembre de 1916, se le pregunta al público del cine Payret en que género prefería a Francesca Bertini, si en el dramático o en el cómico. Triunfó el dramático. La intérprete de Assunta Spina era ratificada entre nosotros como la gran trágica.

En la Calzada de Luyanó, en La Habana , todavía esta en pie la fachada del cine Norma, inaugurado en 1910. Ese mismo Francesca Bertini protagonizó la cinta Lucrecia Borgia. Y desde la pantalla del Norma, la primera de las divas debió clavar sus misteriosos ojos negros en los espectadores mientras con labios mudos aullaba tragedias de llantos espantosos.

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