Por: Lázaro Sarmiento
Cada vez que los reflectores de la nostalgia se mueven sobre el horizonte fílmico aparece
Casablanca.
En La Habana, el canal Multivisión proyectó esta película la pasada madrugada y, como sucede siempre que se exhibe en alguna televisora del planeta, muchos espectadores se acomodaron en sus asientos favoritos para disfrutarla, quizás por tercera, quinta o sexta ocasión. Hay quienes como el autor del blog
Migue y el Fabuloso Trompetista Invisible quisieran vivir los últimos años de vida en los fotogramas de esa cinta, aunque fuera como el más anónimo de los extras o el más insignificante objeto. Y en Cuba existe una emisora de música instrumental que ni un solo día deja de transmitir, a solicitud de sus oyentes,
As time goes bye, el mítico tema de
Casablanca.
Esta cinta que la Warner Bros lanzó en 1942 sigue funcionando en la segunda década del siglo veintiuno a “despecho de teorías estéticas y cinematográficas”.
Una encuesta realizada en 2008 por la revista británica
Empire otorgó a
Casablanca el puesto 18 entre las 500 mejores películas de la historia. Entre quienes la ubicaron en ese lugar estaban Guillermo Del Toro, Cameron Crowe, Quentin Tarantino y Pedro Almodóvar.
En un texto titulado
Casablanca, o el renacimiento de los dioses, Umberto Eco analiza el fervor nostálgico que siempre suscita su exhibición y subraya que, desde el punto de vista de una crítica exigente, es una película muy modesta. Este ensayo figura en el libro
La estrategia de la ilusión (Editorial Lumen, Barcelona, 1999).
“Fotonovela, folletín, donde la verosimilitud psicológica es muy débil y los efectos dramáticos se encadenan sin demasiada lógica. Y sabemos por qué: la película fue pensada a medida que se rodaba, y hasta el último momento ni el director los guionistas sabían si Ilse se marcharía con Víctor o con Rick.”
“Pero justamente porque están todos los arquetipos, justamente porque
Casablanca es la cinta de otras mil películas y porque cada acto repite en ella un papel interpretado otras veces, opera en el espectador la resonancia de la intertextualidad. Casablanca lleva consigo, como en una estela de perfume, otras situaciones que el espectador refiere a este film sin recordar otras películas aparecidas después como Tener y no tener…Así que
Casablanca no es una película, sino muchas, una antología.”
¿Qué tiene entonces
Casablanca que mantiene su fascinación casi setenta años después de realizada? La respuesta la ofrecía ya en 1956 Guillermo Cabrera Infante, Caín, en las páginas de la revista habanera
Carteles:
“ Casablanca es como mirar una vieja fotografía: ahí está uno, pero de alguna manera ése no es uno: por el medio está el recuerdo, el tiempo pasado y la renovada presencia fotográfica, ganada su batalla al tiempo, pero perdiéndola, porque el tiempo no pasa: pasa uno por él y como en un estrecho pasadizo de zarzas se deja el vestido y la piel en sus espinas: en fin, que el tiempo es como la banca en la ruleta, siempre gana, aun perdiendo gana. Y ha ganado contra
Casablanca”.
Sobre los cuatro puntos de excelencia que en su época de crítico cinematográfico en La Habana le otorgó a
Casablanca, Cabrera Infante sugería a los lectores de Carteles preguntar ¿a qué vienen?
Respuesta: “Son por el recuerdo”.
Imagen de abajo: El escritor Guillermo Cabrera Infante en un bar de Santiago de Cuba en el año 1959.
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