miércoles, 17 de octubre de 2012

JOAN CRAWFORD.


“El testamento de Joan Crawford es como una herramienta de tortura”. Cuando la actriz murió en 1977, convertida en la diva de la Pepsi Cola, no dejó nada para dos de sus cuatro hijos adoptivos. Una de ellos, Cristina ,  escribió “Lo que ella quiso fue salir de la tumba y golpearme por última vez, sólo para probar cómo estuvo controlando  todo durante estos últimos años”.
Tomado del “El libro de los testamentos”, con selección e introducciones de Liliana Viola (2ª. Ed. Buenos Aires: El Ateneo, 1997). Los testamentos incluidos en este volumen tal vez informen más sobre sus autores que algunas biografías. La imagen  de arriba de Joan Crawford pertenece al fotógrafo George Hurrell (1904-1992).

miércoles, 10 de octubre de 2012

EL CARIÑO VIAJABA CON LETRAS PALMER.



Mi abuelo Manuel  llegó a Cuba en 1919 procedente de Gran Canaria.  Aquí   se unió a varios hermanos que se le habían adelantado. Allá,  quedaron sus padres,  tíos, primos y una hermana,  con los que siempre  mantuvo correspondencia.  Cuando sus progenitores murieron  mi abuelo siguió  intercambiando cartas con su  hermana Ana,  que vivía en  Mogán, una típica localidad  canaria.   Fueron muchas las  misivas que cruzaron el Atlántico pues  los dos tuvieron largas vidas. En una época,  mi abuelo me dictaba sus  cartas pues estaba orgulloso de  mi buena letra “palmer”.   Yo  intentaba alcanzar la perfección  de aquella caligrafía "por movimiento muscular, con letra cursiva, sencilla y sin sombrear”.
Luego mi prima Lourdes  me reveló  en la escribanía.  Mi abuelo murió en 1997 en Madruga,  municipio  de la entonces provincia La Habana.   Conservo algunas cartas  de  Ana.   Siempre me  ha  conmovido la fidelidad  de ambos  hermanos al microcosmos  familiar ,  a las costumbres interrumpidas ,  a los  casamientos y bautizos   en los que no participaron, a las comidas no celebradas, a la alegría volátil. ..  Y a pesar de la lejanía enorme, esas historias de emociones y  anecdótas sencillas  de los dos clanes  fueron  salvadas  cada mes a través del correo  trasatlántico durante casi setenta años.  
Esta tarde  adquirí en un una librería de viejo un cuaderno de Método Palmer,   similar al que tuve  de niño.  Fue como si  volvieran  a pasar por mis manos  las numerosas cartas  entre Mogán y Madruga , entre Ana y Manuel,  y ese cariño  familiar   que viajaba en  cada letra Palmer.

La vieja  casita de piedras en Venegueras donde nació mi abuelo, conservada por sus valores etnográficos. Foto de 2008.

Método Palmer, de Caligrafía comercial.  Nueva York, 1949.

Por estos caminos transitó mi abuelo  en 1919 para abordar el buque Valbanera.  Por equivocación mi  abuelo se bajó en Santiago de Cuba.  Eso le salvó la vida porque el Valbanera  naufragó  frente a las costas de La Habana a causa de un ciclón.

miércoles, 3 de octubre de 2012

EL GRAN HOTEL VERDE.



Gran Hotel, 100 habitaciones con baño. Así lo anunciaba el cartel que se llevó uno de los ciclones que pasaron por la Isla en los años noventa. Gran Hotel, en Teniente Rey entre Dragones y Zulueta, La Habana.

Tal vez debemos dejar estas ruinas como están ahora. Pero no estoy seguro de que la gente de los alrededores, los urbanistas y los que toman las decisiones tengan la misma opinión. Por el momento, las partes  que quedan de la antigua fachada están cubiertas de una  vegetación  que las lluvias de las últimas semanas han convertido en un fulgor  verde, especie de paraguas bajo el sol de la ciudad.

“Y existe todo un culto a las ruinas, a las del Imperio Romano, de los edificios, de las viejas iglesias, y tiene ese enorme poder las ruinas. Es algo que ha decidido no luchar más, se ha rendido, no hay que volverlo a pintar, no hay que reconstruirlo”. (Edmundo Desnoes. Revista Cine Cubano, no. 192)

Los huéspedes de la República, los traficantes nocturnos, el turista, los recién casados, la pareja fugitiva, quizás no imaginaron en  sus estrechas habitaciones  del Gran Hotel que todo edificio contiene, desde los cimientos, un derrumbamiento.

“Hay una belleza en las cosas manoseadas, que tienen textura producida por el tiempo”.

domingo, 30 de septiembre de 2012

EL MAR.


“Los hijos de las islas tardamos mucho tiempo en descubrir el mar. Primero soñamos con la nieve, con el lomo plateado del tigre, con la gracia del unicornio; y recorremos imaginativamente las llanuras de Gengis Khan y los palacios de Samarkanda, antes de descubrir el mar de todos los días de nuestra infancia. Sólo cuando perdemos la espuma, y el morado ventalle de la ridifigorgia, y la música perlada del gran caracol que derrama pegado al oído las melodías que luego copia el jilguero, comenzamos a sentir el dolor de la mar lejana. Es el manco quien sabe lo que vale un brazo; es el ciego quien conoce el tesoro de la contemplación ociosa de las nubes…”
Esto  escribió  Gastón Baquero en el prólogo  del cuaderno Las catedrales del agua (1981), de Edith Llerena.

Imágenes en la Avenida del Puerto de La Habana. Fotos: Lázaro Sarmiento.

martes, 18 de septiembre de 2012

CUANDO “SECUESTRAMOS” A ROSITA FORNES.



Por: Lázaro Sarmiento

Rosita estaba esplendorosa en su madurez física y artística. En unas semanas, La Habana sería la sede del Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes. Por toda la ciudad se presentaban espectáculos para recaudar fondos para la gran fiesta. En esta ocasión, el cabaret Tropicana era el escenario de uno de los eventos. Y entre las figuras convocadas estaba Rosita Fornés. A ella habíamos ido aplaudirla Gladys Pérez, Ondina Mateo, Joaquín Baquero y yo. Gladys, periodista, muy joven entonces como todo el grupo, había entrevistado unas semanas atrás a Rosita para un radio documental de Radio Progreso. De pronto, Joaquín Baquero se levantó  y se perdió entre las mesas  del salón Arcos de cristal. Unos minutos más tarde regresaba eufórico acompañado por la mismísima Rosita Fornés. En esa época él no conocía personalmente a la ya legendaria vedette pero se la ingenió para arrancársela  de las manos a su media naranja Armando Bianchi  y traerla hacia nuestra mesa con el propósito de presentármela. La escena provocó una eclosión maravillosa entre mi timidez y el deslumbramiento. La estrella comenzó a improvisar un discurso cortés, en armonía con su glamour, hasta que apareció  Bianchi, quien tomándola del brazo le dijo con tono firme:

 -Vámonos, Rosa, sabes que no me gustan los secuestros.

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