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viernes, 31 de agosto de 2012

FRANCESCA BERTINI, REINA DE LA PAPELERIA.

(ETIQUETAS PARA FOTOS Y RECORTES)
Por: Lázaro Sarmiento



FRANCESCA BERTI NI.
El recorte de arriba permanece conmigo desde 1981. Ha resistido todas las operaciones de exterminio en mi papelería. Quizás porque me recuerda las alegrías y las obsesiones de una época anterior a la internet. Algunos temas solo llegaban en revistas y periódicos, dentro de los maletines de amigos que viajaban al extranjero.


CARPA TEATRO
De niño, en los años sesenta, fui algunas noches con mi mamá a las carpas de teatro que funcionaban en La Habana. Recuerdo haber visto actuar a Zenia Marabal en la que estaba en la calle Infanta. La artista estaba en su esplendor. ¿Por qué conservo este ticket? Pareciera un recuerdo inútil.



EL BAILARIN
Desde luego que no es una foto porno. Es una obra de arte. No es necesaria la aclaración. La hizo Richard Avedon. Es el bailarín Rudolf Nureyev. Me hubiera gustado ser bailarín. Pero no clásico, sino de cabaret. De los que terminan de madrugada y casi siempre alguien los espera a la salida. Y luego a contemplar semidesnudos las azoteas de La Habana, desde la ventana de la habitación, mientras la radio transmite música para hacer el amor.



LA PRIMERA ESCUELA.
El niño en el extremo izquierdo soy yo, mi primera escuela, en Madruga. Un año antes de mudarme para La Habana con mis padres. A ninguno de los niños de la foto los he vuelto a ver. Y si los viera ahora tendría muy pocas cosas que decirles. De esa época solo tengo recuerdos brumosos.



CAFETERAS.
Me gustaban estas cafeteras. Su brillo, su chirrido y su vapor . Hoy las recuerdo como artefactos fabulosos asociados a la primera vez que dormí en La Habana. Mi padre se quedaba en una casa de huéspedes en la calle Neptuno y en mi primera mañana en la capital fuimos a desayunar a la cafetería que estaba frente a la tienda Roseland. Y allí ocurrió el encuentro con las cafeteras Nacional y con unas tazas blanquísimas y muchas manos apurando el café antes de partir hacia sus destinos del día.


LA VIDA EN COLORES.
Este soy yo en 1984. Comenzaba la época de las fotos a color.


jueves, 15 de octubre de 2009

RECUERDOS DE ELEFANTES URBANOS.


Por: Lázaro Sarmiento

No se si fue el elefante encadenado a una bola de hierro que ví en el portal del teatro Martí , o la Virgen del Camino en su isla de promesas y gladiolos por donde pasan los vehículos al entrar a La Habana a través de la Carretera Central. No logro precisar cuál es la imagen urbana más antigua que guardo de la niñez cuando mis padres dejaron el pueblo de Madruga y se mudaron a La Habana. A veces pienso que el paquidermo en la esquina de Dragones y Zulueta es un recuerdo sembrado. Pero siempre me faltan deseos para averiguar en los archivos si en los años sesenta hubo algún espectáculo que incluyera la exhibición de un elefante en la entrada del popular teatro vernáculo. Después, en la escuela primaria Rubén Martínez Villena, de Luyanó, una gordita llamada Sonia me decía que tenía un elefante pequeño en el patio de su casa, que el animal se lo había regalado su tío, un chofer de Ómnibus Urbanos. Todos los días, Sonia traía al aula una historia nueva sobre su elefante. Es la mentira más antigua que recuerdo y más deliciosa que las dichas a mis compañeros del colegio cuando yo los llevaba a casa de mi abuela en Santos Suárez y les mostraba el abrigo de visón que ella había heredado de los “polacos”. Yo les contaba que esa prenda confeccionada con la piel de un pequeño mamífero carnicero la había usado mi abuela en sus viajes con un amante acaudalado por los océanos del mundo a bordo de transatlánticos que tocaban los puertos de Corfu, Nueva York, Río, Liverpool... En esa época yo había descubierto un libro de lecturas de segundo grado, desfasado por la realidad , cuyas páginas incluían un escrito sobre el Queen Mary, el barco de pasajeros más lujoso del planeta ¿Y quién mejor que mi abuela, mi cómplice en todo, para disfrutar de aquella maravilla de los mares?

Con ella, mi infancia navegó a gusto por el territorio del nunca jamás de las primeras mentiras.

Arriba: El Queen Mary desde cuya borda imaginaba a mi abuela viendo por primera vez los rascacielos de Manhattan y el exuberante paisaje de Río. Abajo: Mi abuela, Hannie y yo, años después de las exhibiciones del abrigo de visón.

Fiesta de carnaval en la Escuela Rubén Martínez Villena, calle Enna, Luyanó, La Habana, en algún año de la década del sesenta. Los estudiantes imitaban a los personajes del programa Aventuras del Canal 6 de la televisión. Yo, el primero de la derecha, como Marcial Alvarado, el héroe de la serie que se transmitía en ese momento.

lunes, 20 de julio de 2009

RECONSTRUYENDO VIDAS CON PIES DE GATO.


Por: Lázaro Sarmiento

Por estos días he descubierto que había muchísimas cosas en mi memoria que no merecían estar olvidadas.Bastó el email de un amigo de la adolescencia para que se abriera un túnel en el tiempo y regresaran las imágenes extraviadas.

Ese amigo y yo hemos comenzado a reconstruir vidas a través del correo digital. Él nombra a los miembros de una antigua cofradía de estudiantes y juegos de pelota en las esquinas de Luyanó y yo trato de dibujar los cuerpos, así como algunos diálogos. Yo recuerdo una conversación y él la ubica debajo de un flamboyán rojo que había en el patio de la escuela.

Las muchachas de moda, los líderes del grupo y hasta los maleantes del barrio son evocados con regocijo. En su distante computadora, él teclea los datos de una ruta y yo compruebo las calles en escenarios reales. Y de pronto respiro el olor a agua estancada del patio de Crisanto, el que vendía peces.

Es inquietante armar lejanas ternuras, afinidades calladas, una felicidad ingenua… Avanzamos con cautela entre cristales rotos. ¿Qué pasará cuando la memoria cese? Quedará la imaginación.


Secundaria Básica Manuel Ascunce. Calle Enna. Luyanó. La Habana.

sábado, 18 de abril de 2009


Cuando yo integraba la nueva generación
Por: Lázaro Sarmiento

El 8 de abril de 1967 yo estaba jugando con otros alumnos en el patio de la escuela primaria Rubén Martínez Villena de Luyanó. No teníamos conciencia de las grandes expectativas que gravitaban sobre nuestras cabecitas. Ese mismo día, Armando Hart, entonces Secretario del Comité Central del Partido, pronunciaba un discurso ante profesores y padres del Instituto Preuniversitario del Vedado en el que expresaba:

“Perseguimos formar generaciones con un altísimo concepto de su responsabilidad social. Perseguimos formarla con gente trabajadora, feliz y desposeída de todo vestigio egoísta; gentes dispuestas al esfuerzo, al sacrificio al trabajo; y que entiendan el esfuerzo, el trabajo y el sacrificio no sólo como un deber, sino, además, como una profunda íntima satisfacción”.

Con relación al tema de las reuniones, Hart consideraba que no había razón de ninguna clase para celebrarlas con tanta frecuencia en los centros de enseñanza:

“Procediendo así, los acostumbramos desde niños a reunirse, comenzamos a burocratizarlos. Por lo tanto, como orientación del Partido, los exhorto a la liquidación de las reuniones, los invito a ustedes, como padres y maestros, a declarar ilícitas la mayoría de ellas.”

No puedo dejar de sentir nostalgia de la época en que yo era parte de una ola que se extiende y repliega por la historia con puntualidad cíclica : la nueva generación. Pasa muy rápido.

En la foto de la escuela, soy el primero de la izquierda. (Escuela en Madruga). En el cumpleaños familiar, estoy en el centro, con camisa sin cuello y vivo negro.

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