Por: Lázaro Sarmiento
Me gustaría que La Habana tuviera mesitas al aire libre en un mayor número de avenidas y esquinas para sentarse a conversar, tomar líquidos o café o simplemente ver a la gente pasar. Es algo relacionado con la manera de ser de casi todos los cubanos, amantes de la calle, de la acera, de los grandes espacios, del diálogo espontáneo y de la mirada buscando lo público y el rostro - o el cuerpo- ajenos. Luego está el clima con tardes y noches calurosas en las que las paredes (y también las ropas) parecen sobrar. Además de las mesas, podrían colocarse bancos para descansar en las aceras de arterias populosas, no sólo para esperar el ómnibus sino como escenarios de ocio expectante.
Y uno de los primeros sitios donde yo pondría esas mesas sería en el Paseo del Prado, en el tramo comprendido entre las calles Monte e Industria. En este caso volverían las mesitas porque esta zona ya tuvo los famosos Aires Libres y las orquestas legendarias frente al Hotel Saratoga que mi generación no conoció. Lo aires que recuerdo emanaban de una atmósfera de venta de cerveza en tramos de las aceras del Prado y que la gente bautizó como "los paragüitas”, los cuales subsistieron, creo, hasta principios de la década de los noventas con algunas mesas cerca del cine Payret y un poco más allá.
El Prado pudiera tener mesitas como las que hay en la Taberna de la Muralla de la Plaza Vieja y en la Plaza de la Catedral. Tal vez con servicios más modestos que aquellos que se ofrecen en la profundidad del Centro Histórico pero iguales de agradables y bien recibidos, como las mesitas instaladas en el boulevard de San Rafael. Pensaba así, mientras hoy domingo recorría un tramo del Paseo del Prado y disfrutaba del estimulante y gratuito espectáculo de observar la vida pasar.
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