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lunes, 12 de octubre de 2009

CINE Y LITERATURA: RODOLFO VALENTINO


Por: Lázaro Sarmiento


Acabo de ver en el cine Infanta el filme Valentino, de 1977, dirigido por Kurt Russell y protagonizado por Rudolf Nureyev, Michelle Phillips y Leslie Caron.Sentí la motivación de buscar la imagen que de este artista dibuja el escritor mexicano Paco Ignacio Taibo I, en las páginas de ficción Siempre Dolores, una novela sobre el Hollywood del cine mudo. Por cierto, en La Habana hubo un cine denominado Valentino, que estaba en la esquina de Tejas.



“Conocí a Rodolfo Valentino bailando el tango con un absoluto desprecio por cuantos le contemplaban, y vi en su dormitorio dos días después de su muerte un escandaloso casco de metal blanco, con una toma de contacto que le hacía llegar corriente eléctrica; un artefacto ridículo concebido por un supuesto instituto llamado Merke para que creciera el pelo en treinta días. Lo vi orgulloso aplastando al bailar todo espíritu de competencia, y supe de ese hombre acongojado que lloraba cuando le caían algunos pelos al ducharse”.



El personaje que cuenta la vida de Dolores del Río en las páginas de Siempre Dolores ofrece una personal visión de la histeria colectiva que desencadenó la muerte de Valentino en Nueva York el 23 de agosto de 1926:

“Hollywood ha mentido a millones de gentes, asegurándoles que dentro de cada ser humano hay una posibilidad de llegar a estrella; la tentación aún es más grande que la de ocupar el sillón principal de la Casa Blanca, ya que proponer el estrellato es tanto como proponer el cielo, y en Estados Unidos sólo hay un cielo que remueve de inmediato todo sacrificio llevado a cabo; y ese cielo rutilante es Hollywood.”


“La muerte de Valentino, un inmigrane inculto, pobre, asustado por su propio destino, abre un hueco que va a ser cubierto por otro aspirante al cielo cinematográfico”.


“Miles de gentes llorando ante las cámaras que filman los más sórdidos detalles .Cientos de gentes que caen desmayadas, en actitudes heroicas y estéticas, y quedan sobre la calle en un patético gesto de absoluta inmovilidad. Decenas de muchachas que anuncian su suicidio y se dejan retratar con los ojos llorosos y el pelo revuelto. Goldwyn, Zukor, el taimado Jesse Laski, no podían relacionar esta pasión ante la muerte de Rodolfo Valentino con el escaso interés que sus últimos films habían despertado”.


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