Por: Lázaro Sarmiento
¿Qué se hizo la gente que hace veinte o treinta años se paraba de noche en los portales de La Sortija? Algunas antiguas aceras del deseo en La Habana desaparecieron en medio de aluviones de noticias, arterias envejecidas, rutas desviadas, pasajes en aeropuertos, felicidades domésticas…
El costado del Hotel Plaza, La Sortija, el Paradero de la Víbora, la tendedera de Acosta...son ahora escenarios jurásicos, sitios olvidados de encuentros casuales , sin público con brillo "de fiesta" en las miradas.
En los años ochenta, a un tramo de la calle Monte, entre Cárdenas y Zulueta, un escritor notable le llamaba, entre sus íntimos, “El hueco de Proserpina” porque en la madrugada varios de sus amigos gays se perdían entre las columnas del lugar, raptados como Proserpina por manos poderosas. Para ellos, a esas horas, no había nada más profundo y placentero que la urgencia de su sexo.
Cambian los perfumes sobre los cuellos y el alcance de algunas palabras. Y cambian las marcas de cigarro que producen el humo que enlaza los labios. Pero permanecen idénticas ciertas mímicas del cuerpo en la madrugada.
Ante la progeria de estos lugares, la ciudad inventa otros escenarios para el deseo.
En los años ochenta, a un tramo de la calle Monte, entre Cárdenas y Zulueta, un escritor notable le llamaba, entre sus íntimos, “El hueco de Proserpina” porque en la madrugada varios de sus amigos gays se perdían entre las columnas del lugar, raptados como Proserpina por manos poderosas. Para ellos, a esas horas, no había nada más profundo y placentero que la urgencia de su sexo.
Cambian los perfumes sobre los cuellos y el alcance de algunas palabras. Y cambian las marcas de cigarro que producen el humo que enlaza los labios. Pero permanecen idénticas ciertas mímicas del cuerpo en la madrugada.
Ante la progeria de estos lugares, la ciudad inventa otros escenarios para el deseo.
Imagen: Proserpina, obra de JosephHeintz.
HOTEL PLAZA.
HOTEL PLAZA.
En esta calle hubo hace tiempo una parada de ómnibus. Los hoy inmaculados portales del Hotel Plaza de La Habana alguna vez fueron sitios de encuentros casuales.
El siguiente poema, Hotel Plaza, pertenece al libro Fotos de la Memoria (2001-2007) del escritor Alberto Acosta-Pérez (La Habana, 1957).
Cuando abandoné la habitación
alquilada por cuatro o cinco horas,
miré de reojo tu cuerpo aún dormido
y salí a la calle pisando fuerte y sin bajar la mirada.
Todos me vieron caminar con el rostro sereno,
como si no hubiera pasado nada irrevocable.
No repararon en las orejas y la mordida,
ni en el olor que como un argumento definitivo
se quedó en mi carne igual que los dinosaurios en las rocas
antiguas
un olor enredado para siempre en las estrellas vaporosas
y distantes.
Cuando abandoné la habitación
alquilada por cuatro o cinco horas,
miré de reojo tu cuerpo aún dormido
y salí a la calle pisando fuerte y sin bajar la mirada.
Todos me vieron caminar con el rostro sereno,
como si no hubiera pasado nada irrevocable.
No repararon en las orejas y la mordida,
ni en el olor que como un argumento definitivo
se quedó en mi carne igual que los dinosaurios en las rocas
antiguas
un olor enredado para siempre en las estrellas vaporosas
y distantes.
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Por pudor, modestia y "respeto" a los paparazzi cibernéticos me reservo de mencionar sitios que otrora fueron testigos de fuegos propios y de otros aún con más nombre, protagonismo y trayectoria... Un día, si me alcanza la vida y no me vence la complacencia, escribiré memorias. Mientras tanto, Lázaro, te doy gracias por recordarme cosas ya casi olvidadas. Abrazos. Ojalá no te esté derritiendo el calor que me cuentan es insoportable por estos días en una Habana infernalmente húmeda que no acaba de parir lluvia. Limonada fresca con hielo y un chorrito de café para que estimule, una buena penca de guano o de cartón con alguna diva de los años 50 como adorno o un chapuzón desnudo en Jaimanitas o en una de las pocetas hondas y cristalinas de El Malecón, en el "dienteperro". Una o las tres juntas, ayudan.
ResponderEliminarYo conozco a un intelectual, de cuyo nombre no deseo acordarme, que lo ensartó un titán de ébano en los portales de la Sortija mientras él clamaba: "Piedad". El Titán le respondía... No, el pudor no me permite articularlo.
ResponderEliminarTal vez esas calles que usted menciona ya no tengan la afluencia de antes como lugares de encuentros, pero en La Habana el deseo está en todas partes, porque la gente es muy comunicativa, enamorada y expresa de una manera muy evidente la atracción hacia otras personas. Hay un estilo muy cubano de mirar a los demás, un atrevimiento, una sensualidad diferente a la de otros países.
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