miércoles, 20 de enero de 2010

HAITI: CUANDO DESAPARECE LA VIDA COTIDIANA


Todas las mañanas cuando abro la ventana de la sala, observo afuera a los mismos parqueadores tratando de acomodar un montón de automóviles en el mejor lugar de la calle de La Habana donde resido. Luego voy a la cocina y preparo un café fuerte en la misma cafetera y la sirvo en las mismas tazas.


Un paisaje, una esquina, las letras de un libro, un cartel, ciertos ruidos , una voz amiga, la manera en que apreciamos un cuerpo en el ángulo de la mirada , o la multitud que integramos junto a muchas otras caras y piernas. Y al caer la tarde, las aceras por la que transitamos y de las que hasta puede ser conozcamos de memoria el orden de las puertas.

Elementos muy variados arman un mundo que nombramos “lo cotidiano.” (Del lat. quotidiānus, de quotidĭe, diariamente). Y si pinchamos con Word sobre la palabra cotidiano para buscar sinónimos aparece en primer lugar el término vida, porque cotidiano está ligado a vida. De ahí la frase “vida cotidiana”.

Pero ¿cómo nos sentiríamos si de pronto nos privaran de esa regularidad de paisajes, gestos, rutinas, afectos, miradas?

¿Cómo reaccionaríamos si no pudiéramos disfrutar nunca más de las cosas a las que estamos acostumbrados, aunque esas cosas sean bien modestas?

¿Cómo responderíamos si en unos segundos desaparecieran las personas que amamos, o aquellas a las que decimos buenos días cada mañana?

En los noticieros, entre imágenes de escombros y desolación en la ciudad de Puerto Príncipe, vi a una personita, una niña de unos cuatro o cinco años, llorando mientras se aferraba al cuerpo inerte de una mujer, presumo que era su madre. Pero cualquiera que hubiera sido el lazo que las unía, la tragedia del terremoto privaba a la niña de un afecto único, insustituible. Las piedras borraron su vida cotidiana, incluido el cariño de todos los días.

Casi me avergüenzo de mi mundo cotidiano al que puedo tocar con las manos y constatar que está ahí. Para la mayoría de los haitianos esa posibilidad ahora no existe.

1 comentario:

  1. Lázaro, contigo y con tantos al 100%. Siento una vergüenza enorme de disfrutar de todas las comodidades y privilegios diarios cuando toda esta pobre gente sólo tiene el aire y el cielo (ya les falló la tierra) para llamar suyos y orientarse hacia algún punto de salvación o de alivio. Esta mañana, mientras me duchaba y miraba la TV a través del vidrio que separa mi ducha del baño y del área del tocador me sentí inmensamente sucio y apesadumbrado y es que en Haití, incluso antes de esta hecatombe, cuántas personas realmente podían tomar una ducha y mucho menos mirar la televisión mientras se bañaban... Eso no sucede en la mayor parte del mundo (no ocurre en Cuba tampoco), por eso, los países desarrollados y sus poblaciones tienen una mayor responsabilidad en todo cuanto ha pasado y pueda ocurrir y si aprendemos la lección (ojalá fuera así) deberían ser mucho más generosos, menos explotadores y más proactivos en su colaboración con todos los Haitís del mundo... Esta mañana, en medio de la suciedad moral en que sentí que me hundía, hubiera querido estar en mi bañito de Centro Habana, lavando jarrito a jarrito, desde un cubo con agua limpia, todo el malestar de vivir entre tanto confort y tanta abundancia a costa de TANTA gente que sufre en esta Tierra desigual e injusta...

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