martes, 12 de enero de 2010

LA VIDA DETRAS DE LAS PUERTAS

Por: Lázaro Sarmiento


Una puerta siempre es una tentación. A veces imagino los mundos que se ocultan más allá de un umbral. Me gustaría que detrás hubiera un misterio, o un ejército de enanos, una corte de meretrices o una piscina olímpica. Casi todas las puertas elegidas por mi son puertas modestas en sus materiales, con poco brillo en la madera. Nunca iría a buscar el misterio a las puertas del Capitolio. Donde he encontrado las mayores sorpresas es detrás de las puertas desvencijadas de los barrios.

Puerta en la calle Belascoaìn en La Habana.
sorpresas

YMAC SUMAC, LOS INCAS EN MI INFANCIA.


Por: Lázaro Sarmiento

El rostro de Yma Sumac asomado en Google, entre miles de imágenes, me recordó una zona de mi niñez influida por las apropiaciones y los deslumbramientos.

Descubrí su imagen mayestática y “colorida” en la década del sesenta, entre una serie de long play amontonados en un rincón de una elegante mansión en el barrio de Santos Suárez, en La Habana. Los antiguos dueños habían abandonado la Isla y entre las cosas que dejaron atrás estaban sus discos, y entre éstos los de la cantante peruana de dotes excepcionales. Pero no fue su voz la que impresionó mi imaginación infantil.

Tuvo que transcurrir mucho tiempo para que yo pudiera apreciar el alto registro de su voz, de cinco octavas en una época en que las cantantes de ópera alcanzaban dos octavas y media.

Lo primero que me atrajo de Yma Suma fueron aquellas portadas chillonas de los discos de Capitol Records que la representaban como alta sacerdotisa de los incas, ojos hermosos, exótica y misteriosa, de una belleza rara, envuelta en una aparente nostalgia andina. También sobresalían los atuendos prehispánicos.

Pasaron los años y al llegar a la radio encontré que en las fonotecas de todas las emisoras de La Habana abundaban los discos de Yma Sumac pero no se radiaban. Ya había pasado la mejor época de la diva, de quien Alejo Carpentier expresò en un un artículo titulado La cantante de voz fenomenal, publicado en El Nacional de Caracas, el 1ro de junio de 1952:

“Confieso que la voz de Yma Sumac me produjo una especie de miedo, cuando la escuché por vez primera, en grabación fonográfica. Ese canto que pasaba, sin transición, del agudo más aflautado a un grave de contralto que por momentos toma un timbre varonil; ese pasearse por las tesituras sin coto ni limites, me produjo el efecto de un encantamiento, de algo logrado por arte de magia”.

Yma Sumac, nacida en Perú en 1922, murió en Los Ángeles, California, el primero de noviembre de 2008, víctima de cáncer en el colon. Residía en un hogar de ancianos.

Decía que su madre era descendiente de Atahualpa, el último emperador inca.

En la infancia, mucho antes de conocer la historia de América, me fascinó el rostro de princesa falsa de Yma en las portadas de Capitol Records.


domingo, 10 de enero de 2010

MARIA FELIX MIRA LA LENTE DE JUAN RULFO.

Por: Lázaro Sarmiento
El escritor mexicano Juan Rulfo (1918-1986) fotografió desiertos, arquitecturas, rostros, pedregales y muros desnudos con un lenguaje de gran belleza. Su compatriota Carlos Fuentes considera que las fotografías del autor de Pedro Páramo y El llano en llamas parecerían atestiguar una maravillosa trasparencia líquida, como si fueran retratos de agua. “Es como si Rulfo se asomase fuera de las tumbas de Comala para descubrir la luminosidad de las sombras”.
Y entre las fotografías que reflejan la pasión que Rulfo sentía por la gente y los paisajes de su país aparecen algunas de personajes del cine como María Félix, Pedro Armendáriz, Domingo Soler o extras vestidas de soldaderas mientras descansaban tras una jornada de grabación. El escritor esta lejos de fotografiar el glamour de las estrellas de la pantalla. Las suyas son en su mayoría fotos del momento en que los actores se preparan para entrar en escena, o posan directamente para su cámara.
Aquí está la mítica María en el año 1955 durante el rodaje de La escondida, película dirigida por Roberto Gavaldòn, en la que interpreta el personaje de Gabriela, y en la que interviene también Pedro Armendáriz. La cinta se filmó cerca de la ciudad tlaxcalteca de Huamantla.
María Félix (1914-2002) se enfrenta a la lente del escritor fotógrafo con distancia calculada, consciente de su propia importancia. Hay en ella una dignidad desafiante, cuyo poder perturbador alcnaza siempre a quien la mira.

viernes, 8 de enero de 2010

LA PROSTITUCION EN LA VIEJA HABANA.


Por: Lázaro Sarmiento

Sobre el tema de la prostitución en La Habana anterior al triunfo de la Revolución hay diversos matices y visiones. Por ejemplo, el ensayista Guillermo Jiménez discrepa de la afirmación de que el chulo era el personaje que dominaba la prostitución en todos los casos:

“Eso no ocurría realmente en La Victoria. La Victoria era un gran negocio, con casas de prostitución aristocráticas. Allí las mujeres eran presentables, cuando comenzaban a mostrar deterioro físico, las eliminaban. Existían los chulos, naturalmente, que formaban parte de la prostitución del lugar, para apaciguar las posibles violencias, que no las había mucho en los prostíbulos. Pero quienes dominaban realmente los mejores prostíbulos de La Victoria eran dos o tres homosexuales que había allí: Beto, Otto y un tercero que conocía de niño y era mi amigo, que se llamaba Tomasito. Desde luego, era nacido varón. Tomasita se convirtió en una gran potencia de la trata de blancas que se desarrolló en la década del cincuenta entre La Habana y Caracas. Y si había chulos importantes era, precisamente, los chulos de estos homosexuales. Había también una mujer muy famosa, muy atractiva, que era una de las grandes propietarias: tenía algunas casas. ”

Palabras de Guillermo Jiménez Soler durante su conversatorio en la Maqueta de La Habana, el 6 marzo de 1998. Esta intervención aparece incluida en el libro La Habana que va conmigo, selección de Mario Coyula (Letras Cubanas, 2002).

La Victoria es un barrio de Centro Habana.

Guillermo Jiménez Soler (La Habana, 1936) fue combatiente clandestino del Directorio Revolucionario, comandante del Ejército Rebelde y presidente del Banco Nacional de Cuba. Abogado, periodista y ensayista, es autor del los formidables libros Las Empresas de Cuba 1958 y Los propietarios de Cuba 1958.

miércoles, 6 de enero de 2010

LA HABANA DIFUNTA, UNA VISION.

Una opinión en pocas palabras sobre La Habana anterior a los años sesenta, muy diferente a la de aquellos cronistas y novelistas que recrean una ciudad fabulosa en cuanto al ocio y la vida nocturna, ofrece Leonardo Acosta en el artículo Un mano a mano con Félix B. Caignet publicado en la Gaceta de Cuba (no. 5, 2009):

“En cuanto a esa Habana tan mitificada adonde acudían los ‘famosos' de entonces, ciudad que a semejanza de Nueva York ‘nunca dormía’, con cien nigth clubs y puras estrellas en cada uno, con una música en plena Edad de Oro, a la par de sus espectáculos nocturnos, confieso que la viví y puedo certificar que en gran parte se trata de una leyenda bien maquillada y magnificada para consumo de los turistas de antes y de ahora. Los ‘misterios de La Habana’, sazonados a lo chef Eugenio Sue, con sus antros de vicio, pecados inconfesables y mafias siniestras al acecho, son más de utilería que otra cosa, para olvidar la otra cara de nuestra capital: una ciudad algo polvorienta, calurosa a pesar de los alisios y los nortes y, sobre todo, aburridísima…; y ésa era la cara habitual”.

En el artículo citado, el ensayista, poeta, musicólogo y saxofonista Leonardo Acosta (1933) brinda sus opiniones sobre el libro de Reynaldo González El más humano de los autores, obra a la que califica de ensayo, biografía del escritor radial y compositor Félix B. Caignet, investigación histórica y sociológica sobre la Cuba de los años 1936-1966 y provocativo mural costumbrista.

Arriba derecha: Esquina de Prado y Neptuno, a un costado del Parque Central. El anuncio de la bañista de la trusa Jantzen fue uno de los lumínicos símbolos de La Habana de los años cuarenta y cincuenta. Ha sido nombrado en diversos textos literarios, entre ellos La Habana para un infante difunto, de Guillermo Cabrera Infante.

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