sábado, 7 de febrero de 2009

MIS PRIMEROS VIAJES POR LOS OCEANOS.


Por: Lázaro Sarmiento

Existían entonces dos capitales alemanas: Bonn y Berlín. Etiopía era un imperio y Zanzíbar un protectorado británico. Angola aparecía como provincia portuguesa de Ultramar. Las fronteras y los colores de los mapas no eran lo que son en la actualidad. Y en aquel mundo se mencionaba una Cortina de Hierro que, decían, dividía a Europa en dos zonas diferentes, no por la geografía sino por la política: el Este y el Oeste. La primera vez que encontré la metálica cortina fue en un número de Selecciones del Reader’a Digest. Ejemplares de esa publicación con más de una década de antigüedad se comercializaban en unas librerías de viejo que estuvieron frente al cine Moderno hasta 1968, el año de la Ofensiva Revolucionaria.

Hoy estuve pensando en los libros que me acompañan desde hace muchísimo tiempo. Quizás el primer libro que compré en mi vida ( que yo recuerde ) por mi propia iniciativa, siendo niño, fue el Atlas Geográfico Mundial de Bolsillo, elaborado e impreso especialmente para Cuba en Praga, Checoslovaquia, en el año 1963. Lo descubrí poco tiempo después de publicado, entre los libros que cada día colocaban en una carretilla de ventas a la entrada de la clínica La Benéfica, a unas cuadras de donde yo vivía en Luyanó.

Con este Atlas aprendí la altura del Everest, el tamaño de Groenlandia y la ubicación de Katmandú. Y luego los novios de mis tías, que eran marineros y viajaban en barcos de la Flota Cubana de Pesca, trazaban con las puntas de sus dedos sobre el color azul las rutas oceánicas que recorrían hasta los bancos de peces cerca de Terranova.

Muchas de las fronteras del Atlas Geográfico Mundial de Bolsillo cambiaron drásticamente desde que acaricié por primera vez sus mapas y soñé recorrer sus ciudades. Me resulta cómodo pensar que ni el libro ni los recuerdos han envejecido sino que el mundo se ha rejuvenecido.

viernes, 6 de febrero de 2009


Grabaciones de Orlando Castellanos.

Por: Lázaro Sarmiento

Las librerías de La Habana ya comenzaron a vender muchos de los títulos que serán presentados dentro de algunos días en la Feria Internacional del Libro Cuba 2009.Entre las obras que compré hoy figura Más palabras grabadas, de Orlando Castellanos. (Ediciones La Memoria, Centro Cultural Pablo de al Torriente Brau, 2008).

Este es el tercer libro publicado con entrevistas de los fabulosos archivos de Orlando Castellanos (Ciego de Ávila, 1930.La Habana, 1998), maestro del periodismo radiofónico en nuestro país y en Latinoamérica. La mayoría tuvo como escenario el programa Conversaciones de domingo, de Radio Habana Cuba. En esta misma emisora Castellanos escribió, presentó y dirigió entre 1971 y 1986 el antológico Formalmente informal.

Recuerdo el entusiasmo que me produjeron las emisiones de aquel espacio, ejemplo de una manera excelente de hacer radio. Los programas de Castellanos constituyen un referente que no envejece y que deben tener en cuenta los jóvenes comunicadores a la hora de buscar inspiración.

Más palabras grabadas contiene entrevistas a Onelio Jorge Cardoso, Fayad Jamis, Flora Fong, Dora Alonso, Víctor Casaus, Arturo Alape, Harold Gragmatges, Eusebio Leal, Jaime Sarusky, Guillermo Rodríguez Rivera, Noel Nicola, Belkis Vega, Eduardo Heras León y Cintio Vitier.

En la entrevista prólogo que abre el libro, Castellanos cuenta como comenzó su relación con la radio siendo un niño en su ciudad natal:


“Yo estudiaba pero estaba muy enamorado de la radio, y ante mi padre se presentó la oportunidad de comprar una planta de radio, en Ciego, que era de las hermanas Gesa, una planta ubicada en la calle Independencia, y mi padre me la compró como si fuera un tren eléctrico, para regalármela.”


Aquel regalo fascinó a Orlando Castellanos durante toda su fructífera vida.

miércoles, 4 de febrero de 2009

ELLA: La Habana descubre a los Matamoros.

SON: ENTRA FANFARRIA DE CINE QUE BAJA A FONDO HASTA DISOLVER:
EL: Teatro Campoamor. Agosto de 1928. En todas las tandas, se presenta la interesante cinta Después de la tormenta, con las rutilantes estrellas Hobart Bosworth y Eugenia Gilbert. Cinco y media y nueve y media, tandas elegantes. Presentación del trío Matamoros. Cuarenta centavos la luneta. Teatro Campoamor.


SON: ENTRAN SONIDOS DE CIUDAD FINES DECADA DEL VEINTE MEZCLADOS CON AMBIENTE DE LUNETA TEATRAL PARA FONDO DE:
ELLA: Les propongo entrar en esta sala que desde su inauguración hace siete años constituye uno de los principales teatros de nuestra capital. Frente a la sábana blanca que hace soñar a los espectadores, el público sigue emocionado las escenas de esta cinta recién llegada de Hollywood. Una parte de la historia transcurre a bordo de un trasatlántico en lejanos mares. El personaje principal besa a su heroína con ese ardor que Rodolfo Valentino ha puesto de moda en el cine americano. La película concluye. Los caballeros abandonan los asientos en busca de bombones y rositas de maíz para las damas. Ellas alivian el calor con el ritmo de sus abanicos. El escenario es preparado con premura para la actuación de un trío que viene de Oriente y del que se habla con entusiasmo en La Habana desde que sus discos se han puesto de moda en todos los fonógrafos: Los Matamoros.



SON: APLAUSOS BARREN AMBIENTE Y SE MEZCLAN A MUSICA DE LOS MATAMOROS QUE BAJA A SEÑAL:
ELLA: En su primera noche habanera en 1928 interpretan Promesa, Olvido, El que siembra su maíz y Mamá, son de la loma.

SON: SUBE , RECREA Y BAJA A FONDO A SEÑAL :

EL: La prensa se hace eco del debut en La Habana de los tres músicos orientales. El periódico El Mundo apunta:
ELLA: “Tres cantantes, que hace veinte años habríamos llamado ‘guaracheros’, con voces que armonizan agradablemente, forman el grupo Matamoros, que jueves escuchamos en Campoamor y que llevó al teatro que administra el señor Smith, un público nutrido y selecto que llenaba entero el lindo coliseo que es uno de los más modernos y de mejor suerte de La Habana. ”



La pereza que disfruto por estos días me lleva a usar en el blog un fragmento de uno de mis viejos libretos que han sobrevivido el exterminio frecuente de archivos.

La acogida de los Matamoros por parte del público habanero fue tan extraordinaria que el circuito Smith, que los había contratado, llegó a presentarlos en tres, cuatro y hasta en cinco cines y teatros en un mismo día. Y pronto los Matamoros izarían la bandera cubana en la inauguración del Capitolio.

Imágenes: Derecha: Fachada actual del teatro Campoamor, Industria y San José. Izquierda: Hobart Bosworth, actor del filme Después de la tormenta.

lunes, 2 de febrero de 2009

Enamorarse en bloque
Por: Lázaro Sarmiento

Cada cierto tiempo me someto a una experiencia casi masoquista: abro mis cuadernos de apuntes que tienen quince o más años, incluso, uno ya cumplió veinte (cuadernos que alimentaba a diario durante una vida anterior, en la prehistoria de la computadora y la internet ). Percibo entonces un temor parecido al que sienten los gatos al entrar en una habitación .

“Amar a muchas personas, ninguna de las cuales nos colma, pero que juntas componen una felicidad plural, desordenada, tumultuosa, inquieta; una inquietud, es cierto, menos total y amenazadora que la que inspira el amor a una sola persona. Esto es, quizás, la sabiduría. Poner el corazón en muchas cestas, reunidas en una deliciosa complicidad cuyo centro sería yo. Una buena variante consistiría en estar enamorado en bloque de toda una familia, la más numerosa posible, y hacerme adoptar por ella”.

No recuerdo la fecha en que transcribí el párrafo anterior. Pertenece a El vagabundo inmóvil, de Michel Tournier (debió ser un poco antes de 1990). No creo que me interese averiguar por qué este texto mínimo llamó mi atención hace veinte años. Pero sucede: los cuadernos de apuntes, con números lejanos, desencadenan una confrontación con antiguas emociones y afinidades Lo mismo pasa con los recortes de periódicos anteriores a Google y otros buscadores. Y también con las canciones que envejecieron, las caras o los músculos del abdomen.

Imagen: Delirium tremens (tríptico) Rocío García, óleo. 2003.

sábado, 31 de enero de 2009

Nancy Cunard, una muerte desamparada.
Por: Lázaro Sarmiento

“En una crisis de su agonía bajó casi desnuda por el ascensor del hotel. Allí se desplomó y se cerraron para siempre sus bellos ojos celestes. Pesaba treinta y cinco kilos cuando murió. Solo era un esqueleto.”

Nancy Cunard murió en París en 1965. Es uno de los numerosos personajes que pasan por las páginas de Confieso que he vivido, de Pablo Neruda. En la época en que leí por primera vez este libro lo hice presionado por el préstamo breve de un título que entonces se pronunciaba como una contraseña. Por estos días he vuelto a las memorias del gran poeta chileno.

Nancy, hija de Lady Cunard, había sido la única heredera de la Cunard Line, el famoso imperio de trasatlánticos.

Ella escandalizó a la aristocracia británica alrededor de 1930 cuando se escapó con un negro, “musicante de unos de los primeros jazz band importados por el hotel Savoy “de Londres. Lady Cunard la desheredó al conocer el negro destino elegido por su hija.

Pablo Neruda destaca que Nancy no pudo volver a residir en Inglaterra , abrazó la causa de la raza negra perseguida, se fue a Addis Abeba durante la invasión de Etiopía y viajó a Estados Unidos para defender a unos muchachos negros de Scottsboro condenados injustamente por los tribunales norteamericanos. De ese país fue expulsada.



Existe la biografía Nancy Cunard. Rica heredera, musa, idealista política (editorial Circe), de la autora Lois Gordon .Y en internet abundan las referenciadas sobre esta mujer que se rodeó de mucha de la gente más inteligente y brillante de su tiempo. Pero su vida terminó en la miseria y en la confusión mental causada por el alcohol y las drogas.

De Confieso que he vivido siempre he recordado, y hasta fabulado, el pasaje de Nancy Cunard en su frágil desnudez de muerte en un ascensor de Paris:

“Su cuerpo se había consumido en una larga lucha contra la injusticia en el mundo. No recibió más recompensa que una vida cada vez más solitaria y una muerte desamparada”.
ecoestadistica.com