Una definición literaria de fotogenia.
El autor del cuento Los sudarios de Verónica, Michel Tournier pone en boca de Verónica, uno de los personajes, la siguiente definición de la palabra fotogenia:
“Ahora, en cambio, se ha hecho fotogénico ¿En qué consiste la fotogenia? En la facultad de producir fotos que van más allá del objeto real. Para que me entienda: el hombre fotogénico sorprende a los que, conociéndole, ven sus fotos por primera vez ya que son siempre más hermosas que él mismo; es como si desvelasen una belleza que hasta aquel momento permanecía oculta. Pero es que esa belleza, no la desvelan las fotos, la crean”.
¿Qué opinas?
jueves, 4 de diciembre de 2008
miércoles, 3 de diciembre de 2008
La mujer del puerto en La Habana
Por: Lázaro Sarmiento
En La Habana han organizado un homenaje a la gran diva del cine mexicano Andrea Palma (1903-1987). El Hotel Comodoro y la Casa Benito Juárez proyectarán hasta el próximo 18 de diciembre tres películas claves en la trayectoria de esta actriz: La mujer del puerto, Aventurera y Sensualidad.
El melodrama La mujer del puerto, dirigido por Arcady Boytler, se estrenó en 1934. Desde entonces ha mantenido su prestigio de primer clásico del cine sonoro mexicano. El historiador y crítico Emilio García Riera destaca la presencia privilegiada de Andrea Palma en esta cinta:
“En el debut más llamativo que actriz alguna haya tenido en el cine nacional, la señora Palma logró trascender su clara imitación de Marlene Dietrich, comunicar a su interpretación una delicadeza conmovedora y proponer una de las escasas imágenes míticas del cine mexicano de la época: su lánguida silueta, apoyada en el quicio de una puerta (mientras Lina Boytler canta “Vendo placer a los hombres que vienen del mar…”), sobresale como una expresión de la belleza desolada de la ‘flor en el fango’”.(*)
Durante mucho tiempo tuve muy cerca la imagen de Andrea Palma en La mujer del puerto .Fue a partir de las primeras lecturas de los textos de Carlos Monsiváis. Este escritor hizo que descubriera la foto de la artista en la escena más comentada de la película. Ella en la semi oscuridad de un portal: frágil y lejana, la mirada impura, el cigarrillo en los labios, la pose sensual.
La mujer del puerto se proyecta este 4 de diciembre en la Casa Benito Juárez de La Habana Vieja.
*Historia documental del cine mexicano (tomo 1: 1929-1937), de Emilio García Riera .México, 1992.
Por: Lázaro Sarmiento
En La Habana han organizado un homenaje a la gran diva del cine mexicano Andrea Palma (1903-1987). El Hotel Comodoro y la Casa Benito Juárez proyectarán hasta el próximo 18 de diciembre tres películas claves en la trayectoria de esta actriz: La mujer del puerto, Aventurera y Sensualidad.
El melodrama La mujer del puerto, dirigido por Arcady Boytler, se estrenó en 1934. Desde entonces ha mantenido su prestigio de primer clásico del cine sonoro mexicano. El historiador y crítico Emilio García Riera destaca la presencia privilegiada de Andrea Palma en esta cinta:
“En el debut más llamativo que actriz alguna haya tenido en el cine nacional, la señora Palma logró trascender su clara imitación de Marlene Dietrich, comunicar a su interpretación una delicadeza conmovedora y proponer una de las escasas imágenes míticas del cine mexicano de la época: su lánguida silueta, apoyada en el quicio de una puerta (mientras Lina Boytler canta “Vendo placer a los hombres que vienen del mar…”), sobresale como una expresión de la belleza desolada de la ‘flor en el fango’”.(*)
Durante mucho tiempo tuve muy cerca la imagen de Andrea Palma en La mujer del puerto .Fue a partir de las primeras lecturas de los textos de Carlos Monsiváis. Este escritor hizo que descubriera la foto de la artista en la escena más comentada de la película. Ella en la semi oscuridad de un portal: frágil y lejana, la mirada impura, el cigarrillo en los labios, la pose sensual.
Mítica para las generaciones siguientes.
Arranqué la foto de entre las páginas de un ejemplar de Amor perdido y, sin ningún pudor, coloqué a Andrea Palma delante de los lomos de un montón de libros cuyos contenidos estaban lejos de aquel melodrama de culto con su orgía de marineros vulgares, el incesto y el suicidio final de la protagonista . Lo demás es nostalgia.
Arranqué la foto de entre las páginas de un ejemplar de Amor perdido y, sin ningún pudor, coloqué a Andrea Palma delante de los lomos de un montón de libros cuyos contenidos estaban lejos de aquel melodrama de culto con su orgía de marineros vulgares, el incesto y el suicidio final de la protagonista . Lo demás es nostalgia.
La mujer del puerto se proyecta este 4 de diciembre en la Casa Benito Juárez de La Habana Vieja.
*Historia documental del cine mexicano (tomo 1: 1929-1937), de Emilio García Riera .México, 1992.
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martes, 2 de diciembre de 2008
Los amantes de Luyanó años después.
Por: Lázaro Sarmiento
La convivencia puede matar el amor y hacer de la pasión algo rutinario. Luego de esta frase mediocre y de corto alcance como los subtítulos de un filme en televisión, viene un breve recuerdo:
En la época en que yo era un niño y vivía en Luyanó, desde el balcón de mi casa observaba, un día a la semana, a la misma hora del atardecer, a una mujer de unos cincuenta años, pulcramente vestida, con un exceso de colores en la cara común, el pelo lustroso adornado con una flor de marpacífico, parada siempre en el mismo lugar, es decir, a mitad de cuadra, frente a un taller de mecánica, ya cerrado en esos instantes.
Al poco rato llegaba un hombre alto, unos años mayor que ella, vestido también con corrección, de gestos elegantes y que irradiaba una antigua hermosura. Si el hombre se demoraba más de lo acostumbrado, la mujer se llevaba la flor a las manos y taconeaba con juguetona impaciencia. Cuando él aparecía, ella tiraba el marpacífico al asfalto. Ambos se saludaban con efusión y cambiaban besos con pública limpieza. Después se alejaban por la Calzada de Concha con un andar que, ahora al evocarlo, me parece debió ser el ritmo de la felicidad.
¿Hacia donde iban? Misterio para un niño. Lo develé al cabo de varios años porque la historia duró bastante. Un día la curiosidad de la adolescencia me impulsó a seguir al atardecer la ruta de la pareja madura. Las siluetas de sus cuerpos desaparecieron en el claroscuro del pasillo de la posada situada junto al cabaret Sierra. Las paredes finas de la posada dejaban filtrar hasta la parada de ómnibus inmediata un amplio catálogo de exclamaciones de sexo.
Los amantes de mi cuadra se veían solo durante un rato cada semana. Tal vez nunca compartieron los cepillos de dientes al levantarse en la mañana. Hoy recordé nuevamente sus rostros mientras pensaba en el siguiente texto de Luis Antonio de Villena que transcribí hace unos años a un cuaderno de notas, sin más datos que el nombre del autor :
“La convivencia fracasó, en verdad, porque era imposible. Y porque nada tiene que ver con el amor, ni con la pasión tampoco. La convivencia, muy posiblemente, se basa en la amistad, y se construye con un sentimiento sosegado y lento, mientras que el amor –o lo que mejor se parece a nuestra idea de la palabra amor- es más fogoso, más arrebatado, y en alguna manera excluye la convivencia larga que es – supongo- la sola que merece ese nombre.”
Esta puede ser la explicación a la sensación de felicidad que transmitían los amantes de Luyanó cuando se perdían en el claroscuro de la posada del barrio.
-¿O no?¡
En la época en que yo era un niño y vivía en Luyanó, desde el balcón de mi casa observaba, un día a la semana, a la misma hora del atardecer, a una mujer de unos cincuenta años, pulcramente vestida, con un exceso de colores en la cara común, el pelo lustroso adornado con una flor de marpacífico, parada siempre en el mismo lugar, es decir, a mitad de cuadra, frente a un taller de mecánica, ya cerrado en esos instantes.
Al poco rato llegaba un hombre alto, unos años mayor que ella, vestido también con corrección, de gestos elegantes y que irradiaba una antigua hermosura. Si el hombre se demoraba más de lo acostumbrado, la mujer se llevaba la flor a las manos y taconeaba con juguetona impaciencia. Cuando él aparecía, ella tiraba el marpacífico al asfalto. Ambos se saludaban con efusión y cambiaban besos con pública limpieza. Después se alejaban por la Calzada de Concha con un andar que, ahora al evocarlo, me parece debió ser el ritmo de la felicidad.
¿Hacia donde iban? Misterio para un niño. Lo develé al cabo de varios años porque la historia duró bastante. Un día la curiosidad de la adolescencia me impulsó a seguir al atardecer la ruta de la pareja madura. Las siluetas de sus cuerpos desaparecieron en el claroscuro del pasillo de la posada situada junto al cabaret Sierra. Las paredes finas de la posada dejaban filtrar hasta la parada de ómnibus inmediata un amplio catálogo de exclamaciones de sexo.
Los amantes de mi cuadra se veían solo durante un rato cada semana. Tal vez nunca compartieron los cepillos de dientes al levantarse en la mañana. Hoy recordé nuevamente sus rostros mientras pensaba en el siguiente texto de Luis Antonio de Villena que transcribí hace unos años a un cuaderno de notas, sin más datos que el nombre del autor :
“La convivencia fracasó, en verdad, porque era imposible. Y porque nada tiene que ver con el amor, ni con la pasión tampoco. La convivencia, muy posiblemente, se basa en la amistad, y se construye con un sentimiento sosegado y lento, mientras que el amor –o lo que mejor se parece a nuestra idea de la palabra amor- es más fogoso, más arrebatado, y en alguna manera excluye la convivencia larga que es – supongo- la sola que merece ese nombre.”
Esta puede ser la explicación a la sensación de felicidad que transmitían los amantes de Luyanó cuando se perdían en el claroscuro de la posada del barrio.
-¿O no?¡
lunes, 1 de diciembre de 2008
En la densa oscuridad de la platea.
Por: Lázaro Sarmiento
La anterior nota la transcribí del libro La tienda negra. El cine en Cuba (1897-1990) , de María Eulalia Douglas (Cinemateca de Cuba, La Habana, 1996). El cine Campoamor al que se hace referencia en las cartas al alcalde no es el que está (o estuvo) en la esquina de Industria y San José (ahora casi en ruinas), sino uno que había frente al Parque Central, inaugurado en 1915 y demolido en 1925. Por cierto, 28 años después se formula una petición parecida:
Algunas entidades y personas solicitan del alcalde de La Habana se suspendan las tandas de las doce de la noche en los cines, alegando que en tales funciones se producen actos atentatorios a la moral, por el tipo de público asistente. La solicitud no es aceptada. (Mayo de 1945)
Se publica en el periódico El Mundo un comentario sobre las cartas enviadas al alcalde de La Habana, Varona Suárez, solicitando se sitúe un inspector en le cine Campoamor, en cuyo local se dice que “se vulnera los principios de la moral pública” aprovechando la densa oscuridad durante las funciones cinematográficas, lo cual ofende a las familias respetables que acuden a dicha funciones. (23 de Febrero de 1917)
Algunas entidades y personas solicitan del alcalde de La Habana se suspendan las tandas de las doce de la noche en los cines, alegando que en tales funciones se producen actos atentatorios a la moral, por el tipo de público asistente. La solicitud no es aceptada. (Mayo de 1945)
domingo, 30 de noviembre de 2008
Ciencia ficción: lo posible bajo ciertas circunstancias.
Por: Lázaro Sarmiento
Por: Lázaro Sarmiento
Mi primera relación con la ciencia ficción fue a través de una adaptación de Fahrenheit 451 que en 1968 transmitía Radio Progreso al mediodía y que yo escuchaba antes de ir a la escuela.
Pero en la época en que la radio cubana difundía la obra de Ray Bradbury yo no tenía claro lo que era la ciencia ficción, género que se mezcla con lo fantástico. Sobre esta literatura, el escritor norteamericano Philip Kindred Dick expresa que resulta imposible separar la fantasía de la ciencia ficción:
“… y una rápida reflexión nos lo demostrará. Fijémonos en los personajes dotados de poderes paranormales; fijémonos en los mutantes que Ted Sturgeon plasma en su maravilloso Más que humano. Si el lector cree que tales mutantes pueden existir, considerará la novela de Sturgeon como ciencia ficción. Si, al contrario, opina que los mutantes, como los brujos y los ladrones, son criaturas imaginarias, leerá una novela de fantasía. La fantasía trata de aquello que la opinión general considera imposible; la ciencia ficción trata de aquello que la opinión general considera posible bajo determinadas circunstancias.”
Según Philip Kindred Dick la dificultad está en saber objetivamente lo que autor y lector consideran posible y lo que no lo es.
Para profundizar en el tema existe el magnífico libro Sobre la ciencia ficción de Isaac Asimov (Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1999). Ya en las primeras páginas el legendario novelista y ensayista comenta que “uno de los juegos favoritos de los amantes de la ciencia ficción consiste simplemente en tratar de definir qué es la ciencia ficción, y cómo se le puede diferenciar de la literatura fantástica”.
Miguel L. Romero publica en blogurbania.com el artículo 32 novelas de ciencia ficción que deberías leer. En los cinco primeros lugares ubica estos títulos: Fundación, de Isaac Asimov; La máquina del tiempo (The time machine), de H. G. Wells; ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (¿Do androids dream of electric sheep?), de Philip K Dick; Rebelión en la Granja (Animal Farm), de George Orwell, y La guerra de los mundos (The War of the Worlds), de H. G. Wells. (Ver en http://www.blogurbania.com/)
Mi entrañable Fahrenheit 451 aparece en el puesto 27 de esta lista.
Pero en la época en que la radio cubana difundía la obra de Ray Bradbury yo no tenía claro lo que era la ciencia ficción, género que se mezcla con lo fantástico. Sobre esta literatura, el escritor norteamericano Philip Kindred Dick expresa que resulta imposible separar la fantasía de la ciencia ficción:
“… y una rápida reflexión nos lo demostrará. Fijémonos en los personajes dotados de poderes paranormales; fijémonos en los mutantes que Ted Sturgeon plasma en su maravilloso Más que humano. Si el lector cree que tales mutantes pueden existir, considerará la novela de Sturgeon como ciencia ficción. Si, al contrario, opina que los mutantes, como los brujos y los ladrones, son criaturas imaginarias, leerá una novela de fantasía. La fantasía trata de aquello que la opinión general considera imposible; la ciencia ficción trata de aquello que la opinión general considera posible bajo determinadas circunstancias.”
Según Philip Kindred Dick la dificultad está en saber objetivamente lo que autor y lector consideran posible y lo que no lo es.
Para profundizar en el tema existe el magnífico libro Sobre la ciencia ficción de Isaac Asimov (Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1999). Ya en las primeras páginas el legendario novelista y ensayista comenta que “uno de los juegos favoritos de los amantes de la ciencia ficción consiste simplemente en tratar de definir qué es la ciencia ficción, y cómo se le puede diferenciar de la literatura fantástica”.
Miguel L. Romero publica en blogurbania.com el artículo 32 novelas de ciencia ficción que deberías leer. En los cinco primeros lugares ubica estos títulos: Fundación, de Isaac Asimov; La máquina del tiempo (The time machine), de H. G. Wells; ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (¿Do androids dream of electric sheep?), de Philip K Dick; Rebelión en la Granja (Animal Farm), de George Orwell, y La guerra de los mundos (The War of the Worlds), de H. G. Wells. (Ver en http://www.blogurbania.com/)
Mi entrañable Fahrenheit 451 aparece en el puesto 27 de esta lista.
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