Cualquier enamorado se transforma en un monstruo en algún momento. Esto afirma el escritor Andrew Sean Greer (Washington, 1970). Me gusta su novela “Las confesiones de Max Tivoli”. Me gusta como este autor mira la vida y las respuestas que da a la prensa. Pero no voy a referirme a sus libros.
Buscando entre mis recortes de periódicos (los cuales se niegan a rendirse a la computadora), encontré una entrevista a Andrew Sean Greer que le hizo en enero de 2005 Gabi Martínez para el periódico La Razón, a raíz de la publicación en España de “Las confesiones de Max Tivoli” (Editorial Destino).
“-¿Qué es un monstruo para ti?
-Una criatura egoísta .Los niños son monstruos, las madres rara vez lo son. Los artistas son monstruos; y los hombres de negocios; también los seductores y los hombres malos. Cualquier enamorado se transforma en un monstruo en algún momento, y estamos dispuestos a manipular o perjudicar -¡al objeto de nuestro amor¡-por mantenerlo. A menudo, King Kong es citado como una gran historia de amor, y estoy de acuerdo.
“Yo quería que el sentimiento de amor y felicidad fuera como un pájaro en el pecho de Max, saltando de rama en rama, nunca posado quieto. Porque nunca somos el mismo, en ningún momento. Los grandes amantes navegan y dudan y se mueven adelante y atrás, varias veces al día, incluso a lo largo del mismo día. Somos criaturas intrincadas, y esto hace todo más difícil. Y, como Alicia, uno debe correr tan rápido como pueda sólo para quedarse en el mismo lugar”.
-“El verdadero amor nunca es discreto”, ha escrito…
-Nunca. Es fácil verlo en la cara de cualquiera, o en sus acciones, en su vida, cuando responde al teléfono de un modo determinado, o se viste de tal o cual forma. El enamoramiento ansía expresarse. Lo que pasa es que a menudo estamos demasiado en nosotros mismos para advertir el enamoramiento de otros…o para acepar que alguien está enamorado. La gente casada siempre dice estar buscando una pareja para sus amigos solteros. Pero en realidad les gustan solteros porque así no deberán compartir su atención con nadie más.”
Deberíamos hacer públicas nuestras experiencias como monstruos.
Foto: Nam Goldin