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viernes, 14 de noviembre de 2008

Besar las paredes de El Vedado.
Es verdad: uno no solo vive en una ciudad sino en un país. También pudiera decirse que uno no solo vive en un país sino en un planeta. Y por este camino terminaríamos reconociendo que vivimos en una galaxia.

Pero antes de llegar a las estrellas, primero hay que vivir en un barrio. Yo vivo en El Vedado. Llegué aquí hace casi veinte años. Antes era de Luyanó, todo lo contrario a El Vedado. Cuando en 1989 me mudé para un edificio a unos pasos del restaurante Moscú, antiguo cabaret Montmatre, sentí un ataque de nostalgia por lo que dejaba atrás: las calles, las caras, los ambientes de las esquinas –Toyo, Concha - la pizzería, los cines – todavía existían cines, el Apolo, el Moderno, el Ritz, el Florida…- y hasta la contaminante Planta de Gas de Melones me resultaba entrañable, al igual que los parques sin ningún estilo de Luyanó.

Estaban también los recuerdos vinculados a esos sets.

Un amigo que había nacido en El Vedado y que amaba hasta las hormigas cautelosas de sus parques, y que trataba de contrarrestar mi nostalgia, un día que pasábamos por la puerta del Hotel St John’s me recomendó con aire de prestidigitador que saca su mejor liebre: Besa las paredes de El Vedado.

Con el tiempo he sentido deseos de hacerlo.

lunes, 10 de noviembre de 2008


Casablanca, o mirar una vieja fotografía.
Por: Lázaro Sarmiento

Cada vez que los reflectores de la nostalgia se mueven sobre el horizonte fílmico aparece Casablanca. Esta película sigue funcionando a “despecho de teorías estéticas y cinematográficas”.

Hace unas horas el canal Multivisión de La Habana proyectó Casablanca. Y como sucede en todas las televisoras del planeta , seguramente muchos espectadores debieron acomodarse en sus asientos favoritos para disfrutar, quizás por tercera, quinta o sexta ocasión, esta cinta que la Warner lanzó en 1942 con un reparto formidable: Ingrid Bergman, Humphrey Bogart, Paul Henreid, Conrad Veidt, Claude Rains, Peter Lorre y Sídney Greenstreet.

Una encuesta realizada hace varias semanas por la revista británica Empire ubicó a Casablanca en el puesto 18 de las 500 mejores películas de la historia. Entre las personalidades que participaron en la selección estaban Guillermo Del Toro, Cameron Crowe, Quentin Tarantino y Pedro Almodóvar.

En un texto titulado Casablanca, o el renacimiento de los dioses, Umberto Eco analiza el fervor nostálgico que siempre suscita su exhibición y subraya que, desde el punto de vista de una crítica exigente, es una película muy modesta.

“Fotonovela, folletín, donde la verosimilitud psicológica es muy débil y los efectos dramáticos se encadenan sin demasiada lógica. Y sabemos por qué: la película fue pensada a medida que se rodaba, y hasta el último momento ni el director los guionistas sabían si Ilse se marcharía con Víctor o con Rick.”
(La estrategia de la ilusión, Editorial Lumen, Barcelona, 1999)

“Pero justamente porque están todos los arquetipos, justamente porque Casablanca es la cinta de otras mil películas y porque cada acto repite en ella un papel interpretado otras veces, opera en el espectador la resonancia de la intertextualidad. Casablanca lleva consigo, como en una estela de perfume, otras situaciones que el espectador refiere a este film sin recordar otras películas aparecidas después como Tener y no tener…Así que Casablanca no es una película, sino muchas, una antología”.

¿Qué tiene entonces Casablanca que mantiene su fascinación después de más de 67 años? La respuesta la ofrecía ya en 1956 Guillermo Cabera Infante, Caín, en las páginas de una publicación habanera:
Casablanca es como mirar una vieja fotografía: ahí está uno, pero de alguna manera ése no es uno: por el medio está el recuerdo, el tiempo pasado y la renovada presencia fotográfica, ganada su batalla al tiempo, pero perdiéndola, porque el tiempo no pasa: pasa uno por él y como en un estrecho pasadizo de zarzas se deja el vestido y la piel en sus espinas: en fin, que el tiempo es como la banca en la ruleta, siempre gana, aun perdiendo gana. Y ha ganado contra Casablanca”. (Carteles. 2 .06.1956)

Sobre los cuatro puntos de excelencia que Caín le otorgó a Casablanca, el propio crítico sugiere al lector preguntar ¿a qué vienen?

Respuesta: “Son por el recuerdo”.
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