miércoles, 14 de diciembre de 2011

BARBARITO DIEZ EN LOS AIRES DE CUBA.

Por: Lázaro Sarmiento

En las emisoras de radio, las grabaciones de Barbarito Diez han gozado siempre de un respeto especial. Recuerdo la amplia difusión que en Radio Ciudad de La Habana recibió el disco que el legendario cantante de danzones hizo con La Rondalla Venezolana en 1985. Este fonograma lo presentaba como bolerista y serenatero. La voz de Barbarito refulgía poderosa y cristalina entre los acordes y las estridencias de moda.

Por esa misma época le escuché decir a Miguel Barnet que él cambiaría toda su obra literaria por ser el autor de Una rosa de Francia. Este criollo-bolero del compositor Rodrigo Prats debe en gran parte su prestigio a la interpretación que hizo Barbarito Diez.

Y ya que mencioné a Barnet, voy a transcribir un fragmento de un texto suyo titulado Barbarito, incluido en su libro Autógrafos cubanos.

“En la audición radial diaria para las amas de casa, los peloteros y las muchachas ruborizadas por el primer beso. Cuando no existía la televisión era solo su voz lozana. Luego su porte erguido y severo, como de pastor evangélico.

-Ese hombre es una palma real y no baila.

Pero no hay un cubano que no haya bailado con sus danzones. No hay un cubano que no haya cantado –en hondo coloquio- con él, a dos voces.

Baile de verbena, retreta municipal, Aires Libres del Prado, domingo de guayabera de hilo y sombrero de pajilla. Si alguien ha impuesto la brújula de su voz a los cuatro vientos es él.

Si alguien ha llegado a la puerta de los enamorados con una concha nacarada y una guinda es él.

Si alguien ha cantado para todas las generaciones es él.

Sea su voz, de palo de monte, como una raíz de cuya savia se nutran los aires de la Patria”.




Barbarito Diez nació en Bolondrón, Cuba,el 4 de diciembre de 1909. Murió en La Habana el 6 de mayo de 1995.

martes, 13 de diciembre de 2011

EL CINE HABANERO FENIX ESTABA EN BIRMANIA.

Por: Lázaro Sarmiento

El Fénix era uno de los cines más modestos de La Habana. Estaba en la calle Santa Ana, en Luyanó. Como mi niñez y adolescencia transcurrieron en este barrio, estoy entre la gente que conserva algún recuerdo vinculado con esa sala.

Una planta única con 680 butacas de madera. Unos ventiladores de pie que parecían malos bocetos de los insectos de Louise Bourgeois. Ventanas laterales que permanecían siempre abiertas hacia pasillos exteriores. En ninguna época tuvo aire acondicionado. A ambos lados de la pantalla tenía los baños con los clásicos letreros de Damas y Caballeros

En el lunetario te encontrabas con los vecinos de la cuadra donde vivías, o con los alumnos de tu escuela. Aquí vi el El arpa de Birmania, mucho tiempo después de su estreno. Nunca he olvidado este título y creo recordar que entonces sentí su banda sonora como rara y extraña, aunque seguramente este puede ser un recuerdo fabricado.

Pero lo que me resulta tan inquietante como El Arpa de Birmania, es que cuando hace unos días pasé frente a la vieja fachada del Fénix, descubrí en el piso del portal un dibujo con las iniciales: H y F. No sé como esas siglas pasaron inadvertidas para mí en todas las ocasiones ya brumosas en que caminé sobre ellas para ver un drama o una comedia. Y no hay noticias de que en los altos del cine hubiera habido alguna vez un hotel o una posada.

A principios de la década de 1990, el cine Fénix fue transformado en albergue provisional para familias del barrio necesitadas de viviendas, las cuales en unos años convirtieron el inmueble en su hogar definitivo.

Ahora, el recuerdo de El Arpa de Birmania cubriendo con su música intrincada al cine Fénix me produce angustia (palabra antigua), como la sensación que provoca excarvar en las zonas insondables de la memoria.




domingo, 11 de diciembre de 2011

INMORTALIDAD.

“Con cierta parte de nuestro ser vivimos todos fuera del tiempo. Puede que sólo en circunstancias excepcionales seamos conscientes de nuestra edad y que la mayor parte del tiempo carezcamos de edad”. M. Kundera , en La inmortalidad.


jueves, 8 de diciembre de 2011

PIDEN SUSPENDER CINES DE MEDIANOCHE.


Por: Lázaro Sarmiento

El periódico El Mundo publica un comentario sobre las cartas enviadas al alcalde de La Habana, Varona Suárez, en las que se solicita se sitúe un inspector en el cine Campoamor. Los autores de las misivas alegan que en este local “se vulnera los principios de la moral pública” aprovechando la densa oscuridad durante las funciones cinematográficas, lo cual ofende a las familias respetables que acuden a dicha funciones. (23 de Febrero de 1917)

La información anterior está incluida el libro La tienda negra. El cine en Cuba (1897-1990), de María Eulalia Douglas (Cinemateca de Cuba, La Habana, 1996). El cine Campoamor mencionado en las cartas al alcalde habanero no es el que está ubicado en la actualidad en la esquina de Industria y San José (ahora casi en ruinas), sino otro que existió frente al Parque Central, inaugurado en 1915 y demolido en 1925.

Veintiocho años después de las quejas sobre el Campoamor se formula una petición parecida en la prensa habanera de la época :

Algunas entidades y personas solicitan del alcalde de La Habana se suspendan las tandas de las doce de la noche en los cines, alegando que en tales funciones se producen actos atentatorios a la moral, por el tipo de público asistente. La solicitud no es aceptada. (Mayo de 1945)

miércoles, 7 de diciembre de 2011

SIN CARPENTIER NO HABRÍA GARCÍA MÁRQUEZ.



"Los escritores renacentistas querían escribir como los clásicos y luego como Petrarca; en español, el modelo fue Garcilaso. No pienso que la chispa creadora la provoque el resentimiento contra un precursor, aunque no quito que el esfuerzo por ser original incluya cierto rechazo de lo ya hecho. Pero también incluye cobijarse bajo la influencia de un gran creador de épocas pasadas y tratar de emularlo. Severo me decía que él iba a quedar como una nota al pie de la obra de Lezama, y esto le daba orgullo. Hoy hay muchos que van a quedar como notas al pie de la obra de Severo. Carpentier dejó tras sí una estela de seguidores de gran calibre, entre ellos nada menos que García Márquez. Sin Carpentier no habría García Márquez."

Tomado del artículo Harold Bloom y yo, del profesor Roberto González Echevarría, publicado en la edición mexicana de Letras Libres .

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