domingo, 11 de septiembre de 2011
LA CANCIONISTA ESTHER BORJA.
CANCIONISTA. Ya casi nunca se emplea el término cancionista. Los diccionarios consigan que cancionista es la persona que compone o canta canciones. En este Anuario del año 1957, Esther Borja (La Habana, 5 diciembre de 1913) es presentada como cancionista, cualidad que representó con dignidad y alcurnia en el panorama de la música cubana del siglo veinte.
sábado, 10 de septiembre de 2011
BOLA DE NIEVE.
Por: Lázaro Sarmiento
CUANDO BOLA DE NIEVE QUISO SER ACTOR.
Ignacio Villa, Bola de Nieve, soñó con debutar como actor en una versión teatral de la novela El negro que tenía el alma blanca, escrita por Alberto Insúa, autor nacido en Cuba y radicado en España. La obra había sido llevada al cine en tres ocasiones y Bola había visto una de las adaptaciones durante un viaje a Madrid. Lo cuenta el escritor Humberto Arenal en su libro de crónicas Encuentros.
En 1963 Bola de Nieve se reunió en La Habana con Humberto Arenal para entregarle un ejemplar de la novela y pedirle que hiciera una adaptación teatral:
“Él (Bola) haría el papel masculino principal y alguna de las principales actrices cubanas (quizás pudieran ser María de los Ángeles Santana, Raquel Revuelta o Rosita Fornés) el femenino. (…) Estaba tan sorprendido que lo dejé hablar extensamente sobre el proyecto. Al final de la conversación le expresé que me entusiasmaba mucho la idea, pero que en esos momentos yo tenía varios trabajos a la vez y era muy poco el tiempo libre del que disponía. Quizás unos meses después podría hacerlo”.
Humberto Arenal recuerda que Bola lo llamó posteriormente y le reiteró dos cosas: tenía un gran interés en debutar como actor interpretando esa obra y seguía pensando que él (Humberto) era el dramaturgo y director ideal. La última vez que ambos hablaron del proyecto de llevar al teatro El negro que tenía el alma blanca fue en 1970, un año antes de la muerte del excepcional cantante, pianista y compositor.
(Publicado en el blog el viernes 11 de septiembre de 2009)
ALBUM DE CUBA.
Buenos Aires, 1937: Bola de Nieve, Ernestina Lecuona, Ernesto Lecuona y Esther Borja. Los cuatro regocijados en sus vidas dedicadas al arte.
Si tuviéramos que armar un puzle representativo de la cultura cubana no podrían faltar estas figuras. Bola con el piano y su decir insondable, Ernestina con sus creaciones de altos quilates, Lecuona con sus pentagramas que guardan algunas claves esenciales de lo cubano y Esther Borja con su linaje en lo más alto de la canción nacional.
Y si no fuera mucho pedir, hoy le pediría a Bola que interpretara Si me pudieras querer, al maestro Lecuona que tocara Crisantemo , y a Esther que cantara Ya que te vas, de Ernestina Lecuona, y La palma, de Rodrigo Prats. Los cuatro con su poderío y maneras, y también sus secretos porque, ya se ha dicho muchas veces, la música es un misterio.
(Publicado en el blog martes 20 de octubre de 2009)
CUANDO BOLA DE NIEVE QUISO SER ACTOR.
Ignacio Villa, Bola de Nieve, soñó con debutar como actor en una versión teatral de la novela El negro que tenía el alma blanca, escrita por Alberto Insúa, autor nacido en Cuba y radicado en España. La obra había sido llevada al cine en tres ocasiones y Bola había visto una de las adaptaciones durante un viaje a Madrid. Lo cuenta el escritor Humberto Arenal en su libro de crónicas Encuentros.
En 1963 Bola de Nieve se reunió en La Habana con Humberto Arenal para entregarle un ejemplar de la novela y pedirle que hiciera una adaptación teatral:
“Él (Bola) haría el papel masculino principal y alguna de las principales actrices cubanas (quizás pudieran ser María de los Ángeles Santana, Raquel Revuelta o Rosita Fornés) el femenino. (…) Estaba tan sorprendido que lo dejé hablar extensamente sobre el proyecto. Al final de la conversación le expresé que me entusiasmaba mucho la idea, pero que en esos momentos yo tenía varios trabajos a la vez y era muy poco el tiempo libre del que disponía. Quizás unos meses después podría hacerlo”.
Humberto Arenal recuerda que Bola lo llamó posteriormente y le reiteró dos cosas: tenía un gran interés en debutar como actor interpretando esa obra y seguía pensando que él (Humberto) era el dramaturgo y director ideal. La última vez que ambos hablaron del proyecto de llevar al teatro El negro que tenía el alma blanca fue en 1970, un año antes de la muerte del excepcional cantante, pianista y compositor.
(Publicado en el blog el viernes 11 de septiembre de 2009)
ALBUM DE CUBA.
Buenos Aires, 1937: Bola de Nieve, Ernestina Lecuona, Ernesto Lecuona y Esther Borja. Los cuatro regocijados en sus vidas dedicadas al arte.
Si tuviéramos que armar un puzle representativo de la cultura cubana no podrían faltar estas figuras. Bola con el piano y su decir insondable, Ernestina con sus creaciones de altos quilates, Lecuona con sus pentagramas que guardan algunas claves esenciales de lo cubano y Esther Borja con su linaje en lo más alto de la canción nacional.
Y si no fuera mucho pedir, hoy le pediría a Bola que interpretara Si me pudieras querer, al maestro Lecuona que tocara Crisantemo , y a Esther que cantara Ya que te vas, de Ernestina Lecuona, y La palma, de Rodrigo Prats. Los cuatro con su poderío y maneras, y también sus secretos porque, ya se ha dicho muchas veces, la música es un misterio.
(Publicado en el blog martes 20 de octubre de 2009)
ADIOS, FELICIDAD.
Borges creía que “las personas felices son aquellas a las que uno no conoce”. Sobre su relación con este sentimiento, la compositora Ela O’Farrill (Santa Clara, 1930) escribió “Adiós, felicidad ", una canción que quien la escucha la recordará por el resto de su vida. Muchas noches en los últimos años la he disfrutado a través de la grabación que dejó Bola de Nieve. Para mí la canción es más emocionante gracias al Bola. Pero hoy solo se trata de traer al blog la letra de “Adiós, felicidad”, incluida en el libro Cincuenta canciones en años de Revolución (Editorial José Martí, 2008).
Adiós, felicidad
casi no te conocí
pasaste sin mirarme
sin saber nada de mí.
Todo mi esfuerzo
fue en vano
no quisiste estar conmigo
y ahora me queda más honda
esa sensación de vacío.
Adiós, felicidad
casi no reconocí
pasaste sin mirarme
sin saber nada de mí,
pero quizás llegue el día
en que pueda estar contigo
mientras con la esperanza
de ese día he de vivir.
¡Adiós, felicidad¡
(Publicado en el blog sábado 21 de febrero de 2009)
Felicitaciones de mano en mano. Arriba, tarjeta de felicitación mandada a imprimir por Bola de Nieve. En una ocasión, su hermana Raquel Villa le regaló varias de estas tarjetas al productor discográfico Jorge Rodríguez, quien a su vez me obsequió una de ellas.
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lunes, 5 de septiembre de 2011
JUGAR.
¿Cuál es la razón por la que los adultos no jugamos con juguetes?
G. K. Chesterton argumentaba: “La razón es que jugar con juguetes exige mucho más tiempo y trabajo que cualquier otra cosa. Jugar tal como los niños lo entienden es la cosa más seria del mundo”.
Imagen: Bad Cowboy_2009 de Rocio García.
Jugar juguetes Chesterton Rocío García.
domingo, 4 de septiembre de 2011
LA BELLEZA QUE PASA.
Por: Lázaro Sarmiento
La capacidad para sentirse abrumado por la belleza tiene un vigor asombroso y sobrevive entre las más rigurosas distracciones. Esto escribió Susan Sontag en el ensayo Un argumento sobre la belleza, recogido en su libro póstumo Al mismo tiempo.
Me gusta pensar en el carácter efímero de la belleza de los cuerpos y en su visibilidad acentuada cuando se muestra junto a la imagen contraria: un hombre feo y una mujer hermosa; o un organismo carcomido junto a un tórax y unas extremidades lozanas. Hay muchas otras representaciones.
Uno de los personajes de El nombre de la rosa de Umberto Eco afirma que la belleza del cuerpo solo existe en la piel: “Si los hombres viesen lo que hay debajo de la piel se estremecerían de horror”(… )“Si piensas en lo que se esconde en la nariz, en la garganta y el vientre, sólo encontrarás suciedad.”
Y volviendo a Susan Sontag: “La belleza menos ‘enaltecedora’ del rostro y del cuerpo aún es el sitio más comúnmente visitado de lo bello.”
Pero ¿por qué esta amalgama de citas?
Sucede que hoy me impactó en La Rampa la imagen de una pareja integrada por una mujer impresionante, bellísima según los cánones generalmente idealizados, y un hombre masculinamente muy feo, con algo de simio cortés. Parecían enlazados por una armonía que dejaba fuera todo el escenario que los rodeaba. Tuve la impresión de que ella caminaba junto a él como si lo considerara un lujo, un regalo de la vida. Los dos parecían respirar un perfume fabricado en lugares recónditos de sus cuerpos.
Me incliné en gesto de admiración y respeto.
Me gusta pensar en el carácter efímero de la belleza de los cuerpos y en su visibilidad acentuada cuando se muestra junto a la imagen contraria: un hombre feo y una mujer hermosa; o un organismo carcomido junto a un tórax y unas extremidades lozanas. Hay muchas otras representaciones.
Uno de los personajes de El nombre de la rosa de Umberto Eco afirma que la belleza del cuerpo solo existe en la piel: “Si los hombres viesen lo que hay debajo de la piel se estremecerían de horror”(… )“Si piensas en lo que se esconde en la nariz, en la garganta y el vientre, sólo encontrarás suciedad.”
Y volviendo a Susan Sontag: “La belleza menos ‘enaltecedora’ del rostro y del cuerpo aún es el sitio más comúnmente visitado de lo bello.”
Pero ¿por qué esta amalgama de citas?
Sucede que hoy me impactó en La Rampa la imagen de una pareja integrada por una mujer impresionante, bellísima según los cánones generalmente idealizados, y un hombre masculinamente muy feo, con algo de simio cortés. Parecían enlazados por una armonía que dejaba fuera todo el escenario que los rodeaba. Tuve la impresión de que ella caminaba junto a él como si lo considerara un lujo, un regalo de la vida. Los dos parecían respirar un perfume fabricado en lugares recónditos de sus cuerpos.
Me incliné en gesto de admiración y respeto.
miércoles, 31 de agosto de 2011
NO PUDE ROBARME MEDIO SIGLO DE MEMORIA.
Por: Lázaro Sarmiento
Durante un festival de la radio en la ciudad de Santa Clara, fui a una casa donde estaban vendiendo un viejo radio de caja de madera. Siempre he sentido fascinación por estos aparatos. Pienso que La Habana tendría que tener ya un museo de modelos antiguos en homenaje a la época en que fuimos una suerte de Olimpo radiofónico en América Latina .Cuando entré a la casa, el radio en venta estaba encendido. En el portal comedor, junto al patio interior repleto de plantas verdísimas, un grupo de personas muy adultas se deleitaba con un programa de alta audiencia en las noches: Alegrías de sobremesa, de Radio Progreso. Una mujer más joven que los demás, y que debía ser el pilar de energía en el seno familiar, me contó que aquel equipo fue uno de los regalos recibidos por los abuelos en su boda (uno, seguro, era el anciano que desde un sillón de ruedas parecía escuchar voces de otros mundos). Al regresar de la luna de miel, la pareja quedó cautivada por la adaptación radial de Cumbres borrascosas ; después las hijas vivieron sus primeros amores inocentes mientras imitaban a las protagonistas de La novela del aire, y cuando a aquellas les nacieron los hijos le pusieron los nombres de los galanes de las dramatizaciones ; con el oído muy cerca de la bocina, todo el clan familiar había estado atento a los mensajes de la radio rebelde originados en la Sierra Maestra ; desde décadas atrás los varones de la casa vibraban con las transmisiones beisboleras , y ninguno de los adolescentes se había perdido en los años sesenta ni uno solo de los capítulos de La flecha de cobre, aventuras al mediodía en la antena de Radio Liberación. Habían sido felices con ese aparato de válvulas al que le debían risas y lágrimas. Sin olvidar los danzones de Barbarito Diez al caer la tarde y las buenas y malas noticias del amanecer junto a la taza de café. Por último, la mujer desvió la mirada hacia una oquedad y como si buscara una dignidad extraviada dijo:
- Si no fuera por la situación económica que estamos atravesando nunca hubiéramos pensado en venderlo.
Fue un fogonazo. Descubrí que yo no podía comprar el radio ni por el mejor precio del mundo. Hubiera sido robarle a esa familia un pedazo de su memoria.
Durante un festival de la radio en la ciudad de Santa Clara, fui a una casa donde estaban vendiendo un viejo radio de caja de madera. Siempre he sentido fascinación por estos aparatos. Pienso que La Habana tendría que tener ya un museo de modelos antiguos en homenaje a la época en que fuimos una suerte de Olimpo radiofónico en América Latina .Cuando entré a la casa, el radio en venta estaba encendido. En el portal comedor, junto al patio interior repleto de plantas verdísimas, un grupo de personas muy adultas se deleitaba con un programa de alta audiencia en las noches: Alegrías de sobremesa, de Radio Progreso. Una mujer más joven que los demás, y que debía ser el pilar de energía en el seno familiar, me contó que aquel equipo fue uno de los regalos recibidos por los abuelos en su boda (uno, seguro, era el anciano que desde un sillón de ruedas parecía escuchar voces de otros mundos). Al regresar de la luna de miel, la pareja quedó cautivada por la adaptación radial de Cumbres borrascosas ; después las hijas vivieron sus primeros amores inocentes mientras imitaban a las protagonistas de La novela del aire, y cuando a aquellas les nacieron los hijos le pusieron los nombres de los galanes de las dramatizaciones ; con el oído muy cerca de la bocina, todo el clan familiar había estado atento a los mensajes de la radio rebelde originados en la Sierra Maestra ; desde décadas atrás los varones de la casa vibraban con las transmisiones beisboleras , y ninguno de los adolescentes se había perdido en los años sesenta ni uno solo de los capítulos de La flecha de cobre, aventuras al mediodía en la antena de Radio Liberación. Habían sido felices con ese aparato de válvulas al que le debían risas y lágrimas. Sin olvidar los danzones de Barbarito Diez al caer la tarde y las buenas y malas noticias del amanecer junto a la taza de café. Por último, la mujer desvió la mirada hacia una oquedad y como si buscara una dignidad extraviada dijo:
- Si no fuera por la situación económica que estamos atravesando nunca hubiéramos pensado en venderlo.
Fue un fogonazo. Descubrí que yo no podía comprar el radio ni por el mejor precio del mundo. Hubiera sido robarle a esa familia un pedazo de su memoria.
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