Por: Lázaro Sarmiento
CUANDO BOLA DE NIEVE QUISO SER ACTOR.
Ignacio Villa, Bola de Nieve, soñó con debutar como actor en una versión teatral de la novela El negro que tenía el alma blanca, escrita por Alberto Insúa, autor nacido en Cuba y radicado en España. La obra había sido llevada al cine en tres ocasiones y Bola había visto una de las adaptaciones durante un viaje a Madrid. Lo cuenta el escritor Humberto Arenal en su libro de crónicas Encuentros.
En 1963 Bola de Nieve se reunió en La Habana con Humberto Arenal para entregarle un ejemplar de la novela y pedirle que hiciera una adaptación teatral:
“Él (Bola) haría el papel masculino principal y alguna de las principales actrices cubanas (quizás pudieran ser María de los Ángeles Santana, Raquel Revuelta o Rosita Fornés) el femenino. (…) Estaba tan sorprendido que lo dejé hablar extensamente sobre el proyecto. Al final de la conversación le expresé que me entusiasmaba mucho la idea, pero que en esos momentos yo tenía varios trabajos a la vez y era muy poco el tiempo libre del que disponía. Quizás unos meses después podría hacerlo”.
Humberto Arenal recuerda que Bola lo llamó posteriormente y le reiteró dos cosas: tenía un gran interés en debutar como actor interpretando esa obra y seguía pensando que él (Humberto) era el dramaturgo y director ideal. La última vez que ambos hablaron del proyecto de llevar al teatro El negro que tenía el alma blanca fue en 1970, un año antes de la muerte del excepcional cantante, pianista y compositor.
(Publicado en el blog el viernes 11 de septiembre de 2009)
ALBUM DE CUBA.
Buenos Aires, 1937: Bola de Nieve, Ernestina Lecuona, Ernesto Lecuona y Esther Borja. Los cuatro regocijados en sus vidas dedicadas al arte.
Si tuviéramos que armar un puzle representativo de la cultura cubana no podrían faltar estas figuras. Bola con el piano y su decir insondable, Ernestina con sus creaciones de altos quilates, Lecuona con sus pentagramas que guardan algunas claves esenciales de lo cubano y Esther Borja con su linaje en lo más alto de la canción nacional.
Y si no fuera mucho pedir, hoy le pediría a Bola que interpretara Si me pudieras querer, al maestro Lecuona que tocara Crisantemo , y a Esther que cantara Ya que te vas, de Ernestina Lecuona, y La palma, de Rodrigo Prats. Los cuatro con su poderío y maneras, y también sus secretos porque, ya se ha dicho muchas veces, la música es un misterio.
(Publicado en el blog martes 20 de octubre de 2009)
CUANDO BOLA DE NIEVE QUISO SER ACTOR.
Ignacio Villa, Bola de Nieve, soñó con debutar como actor en una versión teatral de la novela El negro que tenía el alma blanca, escrita por Alberto Insúa, autor nacido en Cuba y radicado en España. La obra había sido llevada al cine en tres ocasiones y Bola había visto una de las adaptaciones durante un viaje a Madrid. Lo cuenta el escritor Humberto Arenal en su libro de crónicas Encuentros.
En 1963 Bola de Nieve se reunió en La Habana con Humberto Arenal para entregarle un ejemplar de la novela y pedirle que hiciera una adaptación teatral:
“Él (Bola) haría el papel masculino principal y alguna de las principales actrices cubanas (quizás pudieran ser María de los Ángeles Santana, Raquel Revuelta o Rosita Fornés) el femenino. (…) Estaba tan sorprendido que lo dejé hablar extensamente sobre el proyecto. Al final de la conversación le expresé que me entusiasmaba mucho la idea, pero que en esos momentos yo tenía varios trabajos a la vez y era muy poco el tiempo libre del que disponía. Quizás unos meses después podría hacerlo”.
Humberto Arenal recuerda que Bola lo llamó posteriormente y le reiteró dos cosas: tenía un gran interés en debutar como actor interpretando esa obra y seguía pensando que él (Humberto) era el dramaturgo y director ideal. La última vez que ambos hablaron del proyecto de llevar al teatro El negro que tenía el alma blanca fue en 1970, un año antes de la muerte del excepcional cantante, pianista y compositor.
(Publicado en el blog el viernes 11 de septiembre de 2009)
ALBUM DE CUBA.
Buenos Aires, 1937: Bola de Nieve, Ernestina Lecuona, Ernesto Lecuona y Esther Borja. Los cuatro regocijados en sus vidas dedicadas al arte.
Si tuviéramos que armar un puzle representativo de la cultura cubana no podrían faltar estas figuras. Bola con el piano y su decir insondable, Ernestina con sus creaciones de altos quilates, Lecuona con sus pentagramas que guardan algunas claves esenciales de lo cubano y Esther Borja con su linaje en lo más alto de la canción nacional.
Y si no fuera mucho pedir, hoy le pediría a Bola que interpretara Si me pudieras querer, al maestro Lecuona que tocara Crisantemo , y a Esther que cantara Ya que te vas, de Ernestina Lecuona, y La palma, de Rodrigo Prats. Los cuatro con su poderío y maneras, y también sus secretos porque, ya se ha dicho muchas veces, la música es un misterio.
(Publicado en el blog martes 20 de octubre de 2009)
ADIOS, FELICIDAD.
Borges creía que “las personas felices son aquellas a las que uno no conoce”. Sobre su relación con este sentimiento, la compositora Ela O’Farrill (Santa Clara, 1930) escribió “Adiós, felicidad ", una canción que quien la escucha la recordará por el resto de su vida. Muchas noches en los últimos años la he disfrutado a través de la grabación que dejó Bola de Nieve. Para mí la canción es más emocionante gracias al Bola. Pero hoy solo se trata de traer al blog la letra de “Adiós, felicidad”, incluida en el libro Cincuenta canciones en años de Revolución (Editorial José Martí, 2008).
Adiós, felicidad
casi no te conocí
pasaste sin mirarme
sin saber nada de mí.
Todo mi esfuerzo
fue en vano
no quisiste estar conmigo
y ahora me queda más honda
esa sensación de vacío.
Adiós, felicidad
casi no reconocí
pasaste sin mirarme
sin saber nada de mí,
pero quizás llegue el día
en que pueda estar contigo
mientras con la esperanza
de ese día he de vivir.
¡Adiós, felicidad¡
(Publicado en el blog sábado 21 de febrero de 2009)
Felicitaciones de mano en mano. Arriba, tarjeta de felicitación mandada a imprimir por Bola de Nieve. En una ocasión, su hermana Raquel Villa le regaló varias de estas tarjetas al productor discográfico Jorge Rodríguez, quien a su vez me obsequió una de ellas.
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