sábado, 29 de agosto de 2009

HOY, SÚBDITO DE LA BELLEZA.

Por: Lázaro Sarmiento

La capacidad para sentirse abrumado por la belleza tiene un vigor asombroso y sobrevive entre las más rigurosas distracciones. Esto escribía Susan Sontag en el ensayo Un argumento sobre la belleza, recogido en su libro póstumo Al mismo tiempo.

Me gusta pensar en el carácter efímero que a veces tiene la belleza (el de los cuerpos) y en su visibilidad acentuada cuando se muestra junto a la imagen contraria: la pareja de un hombre feo y una mujer bella; o un organismo carcomido junto a un tronco y unas extremidades de atleta. Hay muchas otras representaciones.

Uno de los personajes de El nombre de la rosa de Umberto Eco afirma que la belleza del cuerpo solo existe en la piel: “Si los hombres viesen lo que hay debajo de la piel se estremecerían de horror”… “Si piensas en lo que se esconde en la nariz, en la garganta y el vientre, sólo encontrarás suciedad.”

Y volviendo a Susan Sontag: “La belleza menos ‘enaltecedora’ del rostro y del cuerpo aún es el sitio más comúnmente visitado de lo bello.”

Pero ¿por qué esta amalgama de citas sin profundizar en ningún concepto? .

Sucede que hoy me impactó la imagen de una pareja integrada por una mujer impresionante, bellísima según los cánones generalmente idealizados, y un hombre masculinamente feo, con algo de simio cortés. Parecían enlazados por una armonía que dejaba fuera todo el escenario que los rodeaba. Ella daba la impresión de que consideraba un lujo caminar junto a él. Y los dos respiraban una química fabricada en lugares recónditos de sus cuerpos.

Me incliné en gesto de admiración y respeto ante la atracción hormonal que los enlazaba.

jueves, 27 de agosto de 2009

CINES DE BARRIO: ATLÁNTIDAS QUE NO REGRESARÁN.

“Cines de todo tipo, situados en cualquier clase de esquina. ¿No íbamos a amarlos? Cines humildes, con la copias de las películas destrozadas, cines baqueteados, decididamente pobretones, pero también cines dotados de una vulgar ostentosidad, cuando presumían ser de ‘reestreno preferente’. Cines, en fin, que sucumbieron a los abusos del Tiempo, a los ímpetus de las décadas; locales que fueron desapareciendo de una geografía urbana que también cambió, dramáticamente, inexorablemente, convirtiéndonos a nosotros en esclavos del cambio que no cesa.


“El ensueño cambió el signo. La memoria, esa ramera, otorga al pasado una belleza que me conmueve y, así, los tristes cines de barrio me parecen emporios de una suntuosidad jamás superada.

“¡Atlántidas que no regresarán! ¡”


(Tomado de El Peso de la Paja. Memorias. El cine de los sábados, de Terenci Moix (Círculo de Lectores, Barcelona, 1991)


Cine Ritz, en Rodríguez y Fábrica. Luyanó. La Habana. (cerrado hace años)



Cine Luyanó, en la calzada de Luyanó.La Habana (cerrado, ahora es una academia de judo).


martes, 25 de agosto de 2009

PUBLICO AUTORIZADO A DESTRUIR CINE DESPUES DE FUNCION.


¡ Acción en la platea ¡

Por: Lázaro Sarmiento

Los espectadores de un cine de La Habana fueron autorizados por el dueño de la sala a destruir los asientos de la platea con sus propias manos una vez concluida la función. El cine se llamaba Renacimiento y estaba situado en la esquina de 15 y 14, en el barrio de El Vedado. Luego el local se transformó en el cine Ámbar. El incidente ocurrió en la década del cincuenta y forma parte de las memorias del crítico y director Enrique Colina, recogidas en el libro La Habana que va conmigo (Letras Cubanas, 2002), selección de Mario Coyula:

“En ese cine Renacimiento las butacas eran de madera mala, la pantalla era desastrosa, allí se ponían nada más que películas mexicanas. Este cine entra en bancarrota a principios del cincuenta. El propietario se arruina. El día que da la última función, el dueño anuncia que el cine va a ser remodelado y que todo el que estuviera allí, cuando se terminara la película, tendría derecho a destruir su butaca y todo lo demás que pudiera romper. Cuando se acabó la función ¡tembló Roma¡ porque acabaron, no hubo necesidad de tumbar el cine, la gente prácticamente lo tumbó, imagínense el gusto de la gente de poder romper cosas. Así surge el cine Ámbar, que tenía un aire acondicionado extraordinario”.

Los habaneros que disfrutaron de aquella función en la vieja sala Renacimiento constituyeron un público privilegiado. Nunca en el mundo los espectadores pueden, como en una película loca, destruir un cine después que en la pantalla aparece el letrero: THE END.




lunes, 24 de agosto de 2009

JUANITA, LA REINA DE LOS BANDIDOS.


Por: Lázaro Sarmiento

Cada vez que inicio una operación de organización de viejos papeles termino recreándome en la atmosfera de nostalgia suscitada por los recortes de periódicos, fotos y revistas que, para mí, constituían – y aún siguen siendolos -magníficos y entrañables archivos antes de la llegada de internet y la digitalización de la información. Al final me desprendo de muy poco y muchos de los papeles y fotos regresan a su lugar de hibernación en una gaveta o a un pequeño contenedor de plástico. Este es el caso del cuaderno no. 19 de las aventuras de Buffalo Bill y la narración titulada Juanita, reina de los bandidos. No tiene la fecha en que fue publicado en Barcelona pero debe haber sido alrededor de 1920. No leo literatura del Oeste pero me encanta tener a buen recaudo a la reina de los bandidos.

AQUELLA VIEJA PUBLICIDAD…

Oye Anastasio, ¿sabes tu cómo se escribe uva?
-Claro que lo sé; pero no quiero decírtelo, porque el saber eso y otras cosas más me ha costado catorce reales.
-Pues, por lo menos, dime qué debo hacer para saber yo cómo se escribe bien.
-Pues es muy sencillo; cómprate hoy mismo un Diccionario de la Lengua Española, por Atilano Rancés. Te costará 3’50 pesetas y sabrás escribir tan bien como el maestro.
La publicidad consignaba que este Diccionario, editado por Ramón Sopena, podía pedírsele a su librero, o adquirirse en Provenza, 95, Barcelona.

sábado, 22 de agosto de 2009

ENTRE LA BELLEZA Y EL CIENO.


“…Thomas Mann anotaba en sus cuadernos los huevos escalfados del desayuno, los paseos, visitas, erecciones, miradas que no había podido reprimir en la espalda de un joven camarero, un tejido vital que alternaba con conferencias, panfletos, recepciones y homenajes que no le impedían seguir escribiendo novelas profundas, densas, bíblicas. En sus diarios se entrecruzaba a veces Einstein con divos de Hollywood, con profesores de Princeton o de Harvard abriéndose paso en medio de los obstáculos que encontraba a la hora de escalar otras cimas literarias. Escribir siempre con grandeza al borde del acantilado, entre la belleza y el cieno, entre la estética y la putrefacción era la cumbre que más le atraía.

A lo largo de su biografía habían quedado recuerdos de adolescentes envasados. Su primer amor fue un compañero de colegio, Armin Martens; luego William Timpe y a los que añadía bell boys de hoteles, camareros y otros bañistas de cualquier playa que se transformarían en el Tadzio perseguido por las miradas del escritor Gustav von Aschenbach en las galerías del Gran Hotel des Bains del Lido de Venecia. Probablemente Thomas Mann nunca se atrevió a dar un paso adelante en este erotismo, pero su recuerdo le bastaba para excitarse ante esas sombras evanescentes que se reflejan en un espejo glaseado.”


Tomado del reportaje de Manuel Vicent titulado Thomas Mann: entre la belleza y el cieno. (Publicado en Babelia, suplemento de El País, 21.08.09) Este texto se refiere al diario que Thomas Mann (1875-1955) llevó desde su juventud hasta el final de sus días y que sólo pudo ser leído veinte años después de su muerte, por propio deseo expresado en su testamento.

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