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viernes, 12 de febrero de 2010

MARLENE, UNA DISTANTE ESTRELLA ENVIANDO SU LUZ


Por: Lázaro Sarmiento

Ha sido una semana bajo el magnetismo de Marlene Dietrich. He visto cinco películas protagonizadas por la legendaria actriz: Marruecos, La Venus rubia, Capricho español, El jardín de Alá y Mujer o demonio. En los próximos días vendrán más pues este ciclo presentado por la Cinemateca de Cuba no finalizará hasta el miércoles. Ese día proyectarán el documental Marlene Dietrich: su propia canción, realizado en el 2001 por uno de sus nietos, David Riva.

Me alejo de la sala Chaplin de La Habana pensando en las cualidades que justificaron el mito de la actriz. Llego a mi casa y confronto mi imagen de Marlene Dietrich con el retrato que de ella hizo hace algunas décadas el escritor español Juan Marsé:

“El extraño y pertinaz fulgor de los pómulos gatunos, la ternura asiática de los párpados, las mejillas chupadas, la delirante vida de las aletas de la nariz, la frente pura, traslucida, sedosa. Éstas son algunas de la cualidades de una estrella que, aún cuando ya está apagada, nos sigue enviando su luz, como las de verdad”.

De las largas piernas de la actriz enfundadas en medias largas, Marsé dice que son como la espina dorsal de la memoria.

“La cabeza es bellísima porque los huesos son perfectos. Esta cabecita orlada de oro fue a Shanghái, ciudad llena de espías y peligrosa, simplemente a comprarse un sombrero. He aquí un rostro nimbado por el halo de los sueños, por el auténtico polvo de estrellas. Y el cuerpo, vestido de fúlgido lamé o de severo frac, estará siempre gloriosamente sobre el barril de la memoria”.

Por la época en que se publicó esta descripción, ya Marlene Dietrich vivía encerrada en su propia leyenda en un apartamento de París. En la biografía escrita por Donald Spoto se recuerda que “desde 1976 hasta su muerte, en mayo de 1992 -exceptuando sus dos medias jornadas de trabajo para rodar Gigoló y un mes cuando permitió a un colega suyo que grabara una entrevista-, Marlene residió en medio de un espléndido aislamiento, una mujer vagamente conectada con el mundo a través de los periódicos, los libros y el teléfono, pero insistentemente retirada e inaccesible para todo el mundo excepto un par de empleados, y sin recibir otras visitas (excepto en ocasiones muy poco frecuentes) que las de su hija María”.

Carlos Monsiváis recuerda que “en Hollywood, estrellas tan distantes entre sí como Marlene Dietrich, Carole Lombard, Rita Hayworth y Dolores del Río, poseen y adquieren glamour, la técnica y la voluntad de refinar la belleza. Son-en Shanghái Express, Ser o no ser, Gilda o Ave del Paraíso- magia indescifrable del cine, substancia de los sueños de una generación y del encuentro admirativo de las siguientes. Ellas reafirman que, al menos en un sentido, lo mítico es aquello que no admite la familiaridad que desgasta”.

Si quieren disfrutar de magníficas fotos de Marlene Dietrich y de informaciones sobre su vida les sugiero entrar en http://clasicmarlene.blogspot.com/


Marlene Dietrich nació en Berlín el 27 de diciembre de 1901. Murió en París el 6 de mayo de 1992.

¿Cuál sería un cine de La Habana adecuado para rendirle pleitesía al fantasma luminoso de Marlene Dietrich? Para mí, el Fausto (1938), o el América (1941), así como el interior del teatro Lutgardita (1932) en Boyeros. El Art Deco de estas salas armonizaría con la elegancia distante de la estrella.



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