Por: Lázaro Sarmiento
No importan el reloj ni el rastro de las pisadas; tampoco la cicatriz que tienes en el abdomen. Ni mucho menos la sombra del morbo. Tu identidad se diluye en la multitud. Te has tomado tres Cristal y son las siete de la noche. Es la hora de luces eléctricas dulzonas y de caras y cuerpos que, como en una pasarela, observas recostado a una columna, una de las miles de columnas que hay en La Habana. Y por el asfalto pasan los almendrones y los BusTour trayendo gentes de las playas y devolviéndolas a sus barrios. La felicidad viene de la costa. Estas cerca de la marquesina donde anuncian una película con una historia de la época de los rusos en la Isla y cuyas escenas has seguido en la matinée y que olvidas luego de las tres cervezas que te “iluminan de inmenso.” En las calles alquilan la belleza, la crueldad y la cursilería. Pero la filosofía no funciona. Al menos hoy no. Ahora solo quieres encontrar al joven ilusionista con el que hubieras compartido los grados del alcohol si no fuera por los mecanismos de las brújulas y el misterio de los desplazamientos. Le entregarías las informaciones, tu pasaporte y los artilugios que posees porque te hizo sentir más joven. Y la ciudad se contrae en el instante en que descubres que eres un animal al matadero. Aún así, esperas verlo avanzar como héroe entre ruinas.
La escena termina cuando un actor del filme que pasaron anoche por televisión te susurra al oído:
- Se suponía que era solo entretenimiento, no amor.
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jueves, 23 de junio de 2011
martes, 4 de agosto de 2009
SEXO. LA PRIMERA VEZ.
Por: Lázaro Sarmiento
Yo creo que al igual que tenemos diversas edades simultáneas, también acumulamos varias experiencias en el sexo que podemos calificar como “la primera vez”.
Hoy, leyendo el blog Migue y el Fabuloso Trompetista Invisible, vinieron a mi memoria las primeras ocasiones en que sentí la necesidad de liberar mediante el juego y los atributos de otro cuerpo la química profunda con las que andamos por el mundo fabricando felicidad o frustraciones. En ninguno de los tres casos que recuerdo como la primera vez hubo amor.
Las tres fueron acciones repentinas. Planificadas con pocos minutos de antelación. De expectativas inmediatas. Primaron la atracción del imán y la curiosidad. Sin embargo, solo en la tercera ocasión, la que considero la verdadera primera vez, me abrazó la sensación de que disfrutaba del sexo con naturalidad y alegría. Era una armonía invisible desconocida hasta entonces.
Parecía que hubiera hallado un tesoro fabuloso en medio del cielo estrellado (que ahora sobre las azoteas grises de Luyanó se mostraba más hermoso), al igual que le sucedía a los aviadores de Vuelo nocturno, el libro de Saint Exupery que yo leía por esos días.
Creí que la vida me revelaba su ecuación más importante. La filosofía que recibía en las aulas servía únicamente para interpretar la economía y la política. Había misterios que debía ir descubriendo con una cuota de ignorancia. Y uno de esos misterios era el sexo.
Luego, camino de mi casa con el brillo en las pupilas y la frescura de un río, intuí que detrás de las fachadas del barrio, en las esquinas, en los ómnibus, en las autopistas, en los rostros de la gente, en la ciudad toda, existía una atmósfera sutil de erotismo cuyos olores yo recién comenzaba a respirar. Bastaba el leve roce de la yema de un dedo para desencadenar las estrategias del placer.
Las paredes podían quedarse sin pintura, los maniquíes mostrar su desnudez patética, lo aviones partir con los amigos, el futuro lanzar preguntas incómodas… Yo era inmortal porque tenía aquella primera vez, en realidad la tercera, gozada al máximo. Y como en otras experiencias similares, estuvo presente la música: Mocedades en el programa Nocturno de la medianoche. Hubo más canciones pero la única que fijé fue Donde estas corazón. También un alcohol barato, una cama modesta, un bañito mínimo, un frío débil, un cuarto reducido, una toalla mal lavada, y algunas frases cursis… (el inventario no entraña trauma alguno) .
Estaba lejos de imaginar que mucho tiempo después, frente a la pantalla de una computadora, aquel escenario de pequeñeces sería un recuerdo luminoso y magnífico.
Sexo, experiencia felicidad memoria primera vez filosofía memoria recuerdo
Yo creo que al igual que tenemos diversas edades simultáneas, también acumulamos varias experiencias en el sexo que podemos calificar como “la primera vez”.
Hoy, leyendo el blog Migue y el Fabuloso Trompetista Invisible, vinieron a mi memoria las primeras ocasiones en que sentí la necesidad de liberar mediante el juego y los atributos de otro cuerpo la química profunda con las que andamos por el mundo fabricando felicidad o frustraciones. En ninguno de los tres casos que recuerdo como la primera vez hubo amor.
Las tres fueron acciones repentinas. Planificadas con pocos minutos de antelación. De expectativas inmediatas. Primaron la atracción del imán y la curiosidad. Sin embargo, solo en la tercera ocasión, la que considero la verdadera primera vez, me abrazó la sensación de que disfrutaba del sexo con naturalidad y alegría. Era una armonía invisible desconocida hasta entonces.
Parecía que hubiera hallado un tesoro fabuloso en medio del cielo estrellado (que ahora sobre las azoteas grises de Luyanó se mostraba más hermoso), al igual que le sucedía a los aviadores de Vuelo nocturno, el libro de Saint Exupery que yo leía por esos días.
Creí que la vida me revelaba su ecuación más importante. La filosofía que recibía en las aulas servía únicamente para interpretar la economía y la política. Había misterios que debía ir descubriendo con una cuota de ignorancia. Y uno de esos misterios era el sexo.
Luego, camino de mi casa con el brillo en las pupilas y la frescura de un río, intuí que detrás de las fachadas del barrio, en las esquinas, en los ómnibus, en las autopistas, en los rostros de la gente, en la ciudad toda, existía una atmósfera sutil de erotismo cuyos olores yo recién comenzaba a respirar. Bastaba el leve roce de la yema de un dedo para desencadenar las estrategias del placer.
Las paredes podían quedarse sin pintura, los maniquíes mostrar su desnudez patética, lo aviones partir con los amigos, el futuro lanzar preguntas incómodas… Yo era inmortal porque tenía aquella primera vez, en realidad la tercera, gozada al máximo. Y como en otras experiencias similares, estuvo presente la música: Mocedades en el programa Nocturno de la medianoche. Hubo más canciones pero la única que fijé fue Donde estas corazón. También un alcohol barato, una cama modesta, un bañito mínimo, un frío débil, un cuarto reducido, una toalla mal lavada, y algunas frases cursis… (el inventario no entraña trauma alguno) .
Estaba lejos de imaginar que mucho tiempo después, frente a la pantalla de una computadora, aquel escenario de pequeñeces sería un recuerdo luminoso y magnífico.
Sexo, experiencia felicidad memoria primera vez filosofía memoria recuerdo
sábado, 14 de febrero de 2009
Del amor tántrico y otras sugerencias.
La energía sexual constituye una poderosa fuerza creativa. Aprender a utilizarla es un objetivo del Tao y el Tantra. Algunas recomendaciones prácticas de estas dos filosofías orientales son tomadas en cuenta por terrícolas en todo el mundo para mantener activa la química en sus relaciones de pareja.
La energía sexual constituye una poderosa fuerza creativa. Aprender a utilizarla es un objetivo del Tao y el Tantra. Algunas recomendaciones prácticas de estas dos filosofías orientales son tomadas en cuenta por terrícolas en todo el mundo para mantener activa la química en sus relaciones de pareja.
Tantra. Todos, hombres y mujeres, llevamos en nuestro interior una mujer, un Shakti, que brota en forma de energía sexual. Este trazo de bisexualidad en los humanos viene determinado por nuestro origen: provenimos de la unión de los dos sexos, aunque durante siglos la civilización occidental ha intentado potenciar la diferenciación entre lo femenino y lo masculino, creando serios perjuicios psicológicos y atenazando las relaciones de pareja. Tomar conciencia de nuestra dualidad sexual favorece la liberación erótica. Intercambiar los roles durante el juego amoroso convierte la unión en acercamiento místico. No se trata de que el hombre adopte actitudes ‘femeninas’ y la mujer actúe como el hombre, se trata de alejarse de los papeles convencionales y liberare la espontaneidad de cada amante para enriquecer la relación.
Taoísmo.En la filosofía taoísta, el amor y sexualidad se transforman en sutiles manifestaciones de espiritualidad. El seguidor de las artes del Tao debe conocer todos los placeres de la sensualidad, pero sólo aceptará aquellos que son refinados y cuya esencia se encuentra más allá de lo cotidiano. Según el taoísmo, el perfecto amor nace de una profunda concordia espiritual, pero sobre todo física, que sólo la experiencia de la pareja puede llegar a concretar; la armonía se entiende como un equilibrio físico y espiritual a la vez. Los occidentales otorgamos mayor peso específico al amor, entendido como atracción mutua; no despreciamos el aspecto carnal, pero valoramos sobre todo el ‘flechazo’, esas sensaciones que inundan y excitan nuestra imaginación. El taoísmo, algo más pragmático, incide en la importancia y necesidad de aprehender los conocimientos técnicos para acceder al amor carnal.
¿Qué opinas sobre el tema?
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Este post es una versión de textos incluidos en Sexualidad sagrada (Ediciones Robin Book S.L., Barcelona, 1998) .El tantrismo nació en la India y se extendió hacia el Tíbet, China, Nepal, Japón y el sudeste asiático. Se han encontrado escritos tántricos que datan de los años 400 a 600. El taoísmo procede de China y algunos de sus escritos con referencias explícitas a la sexualidad tienen unos 2 000 años de antigüedad.
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