Me gusta el concepto sobre la edad de las personas que el escritor norteamericano Thornton Wilder (1897- 1975) expresó en su novela Los idus de marzo. En este libro, el personaje de Cicerón le escribe a su hermano:
“Yo sostengo que cada persona tiene una edad hacia la cual apunta toda la vida como la aguja imantada apunta al Norte. Marco Antonio tendrá siempre dieciséis años, y del contraste entre esta edad y los años que realmente cuenta resulta un espectáculo cada vez más lamentable. Mi buen amigo Bruto ha sido un cincuentón reflexivo y juicioso desde la edad de dice años. César está siempre en la cuarentena, como un Jano que mirase irresoluto hacia la juventud y hacia la vejez. Según esta ley, Cleopatra, a pesar de su juventud, tendría cuarenta y cinco, lo que hace aparecer desconcertantes sus gracias juveniles. Su redondez es la de una mujer que ha tenido ocho hijos. Su andar y su porte son muy admirados, pero no por mí. Tiene veinticuatro años y camina como si tratara de representar veinticuatro años.”
De acuerdo con esta tesis, Alicia siempre aparentará la edad de Giselle.
Ella ha reiterado en varias ocasiones que vivirá 200 años. En 1986 le preguntaron para el libro Diálogos con la danza ¿Qué le pide usted a la vida? :
“-Doscientos años. Y espero que la ciencia avance bastante rápido y que algunos tipos en vez de hacer bombas y otras armas de destrucción o de promover su desarrollo desenfrenado, cuiden más del ser humano, hagan más por su bienestar.”
El reciente cumpleaños 90 de Alicia Alonso, celebrado en Cuba como una fiesta nacional, sugiere que su aguja imantada apunta hacia la eternidad. No por el mucho tiempo que ha vivido hermosamente sino porque somos cómplices entusiastas de esa ilusión.
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