Se han preguntado ustedes cuál es la razón por la que los adultos no jugamos con juguetes. Chesterton argumentaba: “La razón es que jugar con juguetes exige mucho más tiempo y trabajo que cualquier otra cosa. Jugar tal como los niños lo entienden es la cosa más seria del mundo”.
Me atrevo asegurar que Maykel González desde su atalaya en Sagua la Grande estará de acuerdo con la afirmación del escritor británico.
Cuando me ataca el virus de la pereza actualizo el blog con subrayados hechos en las páginas de algunos libros que aprecio. Uno de estos libros es Enormes minucias, de G. K. Chesterton (Colección Austral, Buenos Aires, 1946). Lo adquirí cuarenta años después de esa fecha, de manos de Jose (sin acento), un viejo librero ambulante que ponía su carga en un portal de la avenida Carlos III de La Habana.
En Enormes minucias Chesterton reúne textos originalmente publicados en el periódico The Daily News. Los temas van desde un trozo de tiza hasta el secreto de un tren, incluyendo el titulado El Teatro de Juguete.
“Es mucho más sencillo consagrarse a una obra pedagógica que cuidar de una muñeca. Tan fácil es escribir un artículo sobre pedagogía como escribir un artículo sobre las almendras tostadas o sobre los tranvías o sobre cualquier otra cosa. Pero cuidar de una muñeca es casi tan difícil como cuidar de un niño. Las niñas que yo encuentro en la calles de Battersea adoran a sus muñecas de una forma que me recuerda más a la idolatría que al juego. En algunos casos, el amor y el cuidado del símbolo artístico ha resultado más importante que la realidad humana que originalmente se trataba, supongo yo, de simbolizar”.
Lázaro, en la adultez te aseguro por experiencia propia que tenemos de dedicar todo el tiempo del mundo al juego, con o sin juguetes, pero es impostergable que dediquemos el tiempo cuando tenemos a nuestros hijos. Te lo digo en lo personal, nunca pensé que me sentaría en la sala de mi casa nuevamente como hace 30 años, a jugar libremente y sin pensar en trabajo o responsabilidades sociales. Un hijo lo cambia todo y eso es algo que reincorpora a nuestras vidas y con tremendo plaser(puro) lo disfrutamos. Jugar se convierte es algo tan serio que no somos capaces de medir la importancia que revierte para la familia y para la propia formación de nuestros hijos. Estoy seguro que Chesterton estaría de acuerdo conmigo.
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