jueves, 4 de septiembre de 2008

CONSOLACION DEL SUR.



Entre los territorios cubanos afectados severamente hace unos días por el paso del huracán Gustav figura Consolación del Sur, en Pinar del Río. Sobre la casa de Joaquina Emilia Obeso Delgado en ese municipio escribí en el blog el pasado mes de abril. La casa estuvo nominada al Premio Nacional de Conservación y Restauración de Monumentos 2008. Fue construida en 1951 por el esposo de su actual propietaria, arquitecto e hijo del Dr. Antonio Ferrer Cruz, insigne personalidad de la cultura de esa localidad de la provincia de Pinar del Río.

Desde Costa Rica me escribió Manuel de J. Villar Paredes quien nació en el seno de una familia de Consolación del Sur:
“…vi su foto de la fachada de la casa de Quina Obeso y fue algo emocionante pues yo corría de pequeño por esos portales señoriales de mi querido pueblo, nací y me crié en La Habana pero mis padres son de Consolación y me siento muy identificado con el pueblo de donde mi abuelo fue un hijo adoptivo, emigró por el machadato de La Habana a allí y se casó con mi abuela e hicieron su vida en la calle Martí”.

La foto la tomé de la documentación entregada a la prensa sobre el Premio de Conservación y Restauración de este año.


Hay que averiguar si esta casa de Consolación del Sur fue dañada por el intenso huracán que azotó a la Isla de la Juventud y varios municipios de Pinar del Río. El huracán destruyó decenas de miles de viviendas y otras construcciones, arrancó árboles, echó por tierra casas de tabaco, expulsó del mar a embarcaciones y derribó torres de electricidad, de radio y televisión. Por suerte, Manuel, no se perdió ninguna vida humana.


martes, 2 de septiembre de 2008

LA MARQUESINA DEL TEATRO PAYRET.





La marquesina del Teatro Payret, con las dimensiones y el diseño ideales para anunciar grandes espectáculos, ha resistido el paso de los años. Es un adorno que le da un aire especial a la que fuera una de las esquinas más concurridas de La Habana: Prado y San José, o mejor, la esquina del Payret.

Hoy observé que la famosa marquesina está apuntalada por varios troncos y andamios y han colocado un cartelito de “No pase. Peligro”. Parece que va a ser reparada después de varias décadas de reunir bajo sus luces y títulos de películas a muchos habaneros, que no siempre entran al cine. La marquesina ya necesita que la maquillen. También hay labores de remozamiento en el bar situado al lado de la taquilla del teatro, aunque ambas instalaciones pertenecen a administraciones diferentes.

Frente a la fachada del Payret convergen en la fotografía de arriba varios elementos de las calles habaneras de estos días: el ómnibus escolar traído por Pastores por la Paz, los cocotaxis que transportan a los turistas entre el Vedado y La Habana Vieja, un antiguo automóvil norteamericano, el vehículo ruso marca Lada - símbolo de tiempos de prosperidad económica-, y un caballo casi de cuerpo entero. El animal arrastra un carruaje para viajeros que prefieren recorrer la capital de Cuba como en tiempos de Cecilia Valdés.

Inaugurado en 1877, el Teatro Payret fue reconstruido entre los años 1948 y 1951. Desde esta última fecha mantiene su imagen actual. Solo el bar- cafetería del sótano ha sufrido drásticos cambios en su función original.

La esquina de Prado y San José con la marquesina del Payret ha visto disminuir su público en los últimos tiempos.La gente prefiere otros sitios de La Habana, principalmente en horario nocturno.

Foto: Lázaro श्रर्मिएन्तो

lunes, 1 de septiembre de 2008


LA PALABRA CICLON EN LA BITACORA FAMILIAR

Mi abuelo llegó a Cuba proveniente de Las Palmas de Gran Canaria a bordo del Valbanera.Se supone que este buque naufragó la noche del 9 al 10 de septiembre de 1919 a la altura de la bahía de La Habana a causa del ciclón tropical que azotaba a la ciudad. La fecha exacta de la tragedia es un misterio. No hubo sobrevivientes.

Perecieron ahogadas 488 personas entre tripulantes y pasajeros, en su mayoría emigrantes canarios.

Mi abuelo, que se llamaba Manuel Sarmiento, había abandonado el Valbanera cuatro días antes en Santiago de Cuba, porque pensaba que este puerto estaba próximo a Los Palos, el destino de su viaje. Cuando le dijeron que esa localidad se ubicaba en el otro extremo de la Isla intentó subir nuevamente al barco pero éste había levantado anclas. Ese episodio le salvó la vida porque el Valbanera ya navegaba hacia su trágico final.

Manuel salió de Gran Canaria huyéndole al servicio militar en el ejército español. Tenía 19 años de edad. Después de un recorrido a pie desde un pueblecito de Mogán hasta el puerto de Las Palmas, subió al buque con la ayuda de un miembro de la tripulación. Venía a reunirse con tres de sus hermanos que habían emigrado a Cuba y trabajaban en la agricultura en la provincia de La Habana.

La travesía en el trasatlántico, el desembarco en Santiago de Cuba, las peripecias que tuvo que realizar, con muy poco dinero en los bolsillos, para reunirse con sus hermanos y como debió laborar de finca en finca, desde el oriente hasta el occidente de la Isla, hasta poder ver a los suyos, constituían su historia preferida. La contó con emoción infinidad de veces a sus amigos y vecinos de Madruga, municipio habanero donde vivió hasta su muerte en 1997. Todo el mundo le decía El Isleño.

En Santiago de Cuba se bajaron del Valbanera 742 pasajeros , entre ellos, un ciudadano español que dejó a bordo a su esposa y su hija con el propósito de viajar en tren hasta La Habana, adelantarse al arribo del barco, comprar una casa en la capital y recibir a su familia con ese paso resuelto. Este hombre se volvió loco y hasta los años cincuenta se le podía ver en el malecón habanero a donde iba, según decía, “a pescar el Valbanera.”

Algunos analistas señalan que cuando el Valbanera abandonó el puerto de Santiago de Cuba el 5 de septiembre de 1919 es probable que el capitán desconociera que se estaba formando un ciclón en el Golfo. Hay que tener en cuenta que en esa época los métodos de predicción meteorológica eran muy rudimentarios.

Varios sitios en internet ofrecen este dato: Los restos del Valbanera reposan en los 24º 33,5´ de latitud Norte y los 82º 28,2´de longitud Oeste, en un banco de arenas movedizas denominado Half Moon Shoal (El Bajo de la Media Luna).Este lugar se encuentra en el Santuario Nacional de los Cayos de Florida, a unas 95 millas al norte de La Habana, 40 millas al oeste de Key West y a unas 5 millas al este del Faro de Rebeca.

Fue así que ciclón se convirtió en una palabra asociada a la llegada de mi abuelo a Cuba y por supuesto a la historia de toda la familia, la de aquí y la de Gran Canaria, donde lloraron por un tiempo al joven Manuel creyendo que había perecido en el naufragio del Valbanera.

domingo, 31 de agosto de 2008


Coppelia: el helado como metáfora.

Coppelia en La Habana: fresa y chocolate, paseo, símbolo de códigos urbanos, diversidad de sabores y de proyecciones, set de encuentros y opiniones y, para muchos cubanos escenario ya de nostalgias. La gente no solo disfruta aquí de bolas de helado; va a sus canchas, pasillos y alrededores a verse, exhibirse, buscar, descubrirse. Coppelia es la expresión del parque municipal magnificado en una escala de gran ciudad .En ocasiones el término se desprende de la heladería que nombra y se convierte en emblema sociológico, sinónimo de juventud, de estilo de vida, de recreación. Esa construcción en forma de araña posada sobre un jardín del Vedado es una de las obras más representativas de Mario Girona, arquitecto que acaba de fallecer en La Habana a la edad de 84 años.

Se ha dicho que con la construcción del Pabellón Cuba (1963) y Coppelia (1966) en La Rampa “se quiso demostrar el nuevo uso social de la tierra urbana, en un espacio que en la etapa anterior era reservado para la presencia de costosos edificios de oficinas o hoteles de lujo”. Estas instalaciones, destaca el arquitecto Roberto Segre, “monumentalizaron dos espacios públicos dedicados a la recreación cotidiana de los habitantes urbanos”.

Una gran satisfacción debió sentir Mario Girona cuando su proyecto de heladería, concebido en una semana y materializado en seis meses, se convirtió en muy poco tiempo, casi instantáneamente, en uno de los sitios más populares de La Habana. Coppelia solo ha sido imitada en los últimos años como imán espontáneo de ebullición humana por la franja del malecón habanero donde nace, o quizás termina, la calle 23, entre una pequeña heladería Bin Bon y las aguas de la Corriente del Golfo.

martes, 26 de agosto de 2008

LA HABANA EN NUESTRO PJG

Por: Lázaro Sarmiento


La Habana: gran casino-burdel de lujo del Caribe, mucho más grande y rutilante de lo que ya lo era en 1955, año en el que transcurre la novela Nuestro GG en La Habana. Eso es lo que hubiera sido esta ciudad en la actualidad, vampirizada por la mafia, los políticos corruptos y los proxenetas, con rascacielos proyectando sus sombras de cristal sobre las aguas del Golfo.

"Estaba pensando en esta posibilidad cuando Graham Greene consumió un sándwich de jamón y queso en el bar restaurante La Terraza, en Cojímar. Pagó y se fue al aeropuerto de Rancho Boyeros. Un rato antes había escuchado al Mago describir el gran proyecto que había para 150 kilómetros de costa, desde La Habana hasta Varadero: En tres o cuatro años la iban a llenar de hoteles de lujo y de casinos y de playas…Y rápido, con prisa. Las Vegas se quedaría atrás para pobretones que juegan cinco dólares y “Miami sería sólo un aeropuerto de tránsito para seguir hasta La Habana.”

“¿Ya ves cómo se mueve el mundo, escritorcito?”

Los barbudos se movieron más rápido. Salvaron a La Habana de la mafia. Pero ese no es el tema de esta entrada, el de hoy es la novela corta de Pedro Juan Gutiérrez Nuestro GG en La Habana (Editorial Anagrama, Barcelona, 2008) que acabo de leer esta tarde de un tirón y que - como otros textos de este escritor- - te deja con las ganas de seguir leyendo. Piensas que Pedro Juan pudo escribir más, aunque adviertes enseguida esa intención deliberada a cortar y dejar que el lector complete las imágenes a partir de una economía de elementos que él ubica con estrategia minimalista.


Esta no es una novela sobre La Habana, aunque como en otras historias del autor, la ciudad constituye un escenario que seduce, maltrata, envuelve o libera a los personajes. Hay referencias, algunas muy breves, al teatro Shangai, en Zanja y Campanario, el Hotel Inglaterra, un solar en Trocadero 264, el barrio de Colón, el Coney Island, el Hotel Bristol, los barcitos de la Quinta Avenida, el edificio Royal Palm, en el Malecón…


“Había muchas tiendas, teatros, cines, librerías, negocios de todo tipo, edificios en construcción. Recordó aquellas famosas fotos porno en la habitación de George Greene. Fue hasta Neptuno. Había al menos veinte pequeñas librerías de ocasión. Una junto a la otra. Vendían barato, y de todo: libros antiguos, monedas, billetes y sellos de correo para coleccionistas, pornografía de todo tipo. Se tomó su tiempo para escoger bien. Finalmente compró dos pequeños álbumes con postales de principios de siglo. Eran fotos bellísimas de hombres y mujeres desnudos.”


En una escenografía mínima transcurre la novela trepidante Nuestro GG en La Habana, de Pedro Juan Gutiérrez.
ecoestadistica.com