Por: Lázaro Sarmiento
Al abrir el volumen titulado Cancionero. Silvio Rodríguez (Letras Cubanas-Ojalá, 2008), que recoge en una magnífica edición los textos de sus canciones , así como una selección de fotos, pienso que quizás de ningún otro intérprete ni compositor he escuchado tantas melodías durante mi vida. Pero esta observación carecería de significado sino fuera por la circunstancia de que esas páginas de Silvio han establecido un diálogo inteligente, poético y honesto con su época, la revolución , el amor, la ternura y la realidad con sus caras, blanda o dura. En este diálogo nos hemos recreado todos.
Recuerdo que cuando comencé a sintonizar por primera vez los programas de radio con el interés de conocer como estaban construidos para luego imaginar que era yo quien los realizaba, descubrí un espacio de media hora en la mañana del domingo por Radio Liberación. Aquel programa estaba dedicado a los trovadores cubanos de varias generaciones. Comenzaba y finalizaba con una página que Silvio Rodríguez había compuesto en 1967: La canción de la Trova..
Aunque las cosas cambien de color,
no importa pase el tiempo
Las cosas suelen transformarse
siempre, al caminar.
(…)
Pues, siempre que se cante con el corazón,
habrá un sentido atento para la emoción de ver
que la guitarra es la guitarra,
sin envejecer.
Recorro las páginas de Cancionero. Silvio Rodríguez como quien sigue una cronología de emociones, donde se mezclan los recuerdos personales con las metáforas del compositor. Esos textos han iluminado zonas íntimas y colectivas de los cubanos (y también de muchos terrícolas en el mundo) durante los últimos cuarenta años. Un tiempo muy largo que ha mantenido intacto el prestigio del trovador.