Carlos Monsiváis fue el responsable de que durante mucho tiempo yo tuviera cerca de mi mesa de trabajo la imagen de Andrea Palma en La mujer del puerto. Ella en la semioscuridad de un portal: frágil y lejana, la mirada impura, el cigarrillo en los labios, la pose sensual. Descubrí a esta mítica actriz gracias al libro Amor perdido. O tal vez debo decir que descubrí a Monsiváis gracias a Andrea Palma. Lo cierto es que, en algún momento, ese volumen y el nombre del autor, así como algunas crónicas suyas, adquirieron una categoría familiar entre mis papeles y libros.
Un amigo mexicano, que había vivido mucho tiempo en La Habana , me contó que durante una conversación que mantuvo un día con Monsiváis surgió al azar la figura de una personalidad de la política de Cuba en el siglo veinte, ya fallecida y cuyas anécdotas no eran muy conocidas. Monsiváis, quien parecía tener el don de la ubicuidad, demostró en aquel diálogo que memorizaba sobre el personaje cubano una cantidad enciclopédica de datos que se supone solo maneja -en el mejor de los casos- un especialista en historia de la Isla.
Un artículo publicado en 2008 en la revista mexicana Letras libres hace referencia a esa cualidad de Monsiváis: “... memoriza desde el nombre del novelista del siglo XIX nunca citado, hasta el del último bar gay abierto en Tijuana, por quién y con qué medios; qué baños debe uno evitar en Chilpancingo o cuántas películas hizo María Antonieta Pons; qué le respondió María Félix en cierta ocasión a Novo; cuál es el novelista sudafricano en ascenso y cuál poeta holandés ya nadie lee; los nombres de toda la Familia Burrón y el número en que Borola pone un orfanato y en vez de leche da agua con cal a los huérfanos; cuál cuento de Maupassant se parece a uno de Poe y dónde vivió Lizardi; la letra de Cenizaso; cuál es el estanquillo más viejo de Tlalpan, etc. Es una máquina traganombres, un fichero andante, una enciclopedia de la trivia y una presencia en cualquier lugar donde alguien comience a sonar, ya sea una Gloria Trevi adolescente o el último ganador de los Juegos Florales de Macuspana”.
Los caminos por los cuales uno llega al mundo de un escritor son insospechados. Pueden comenzar en el blanco y negro de un melodrama de culto con su orgía de marineros vulgares, el incesto y el suicidio final de la protagonista.
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