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miércoles, 17 de febrero de 2010

ANIMAL DE COSTUMBRES, A LOS PIES DEL GLAMOUR.

Por: Lázaro Sarmiento

Pudiera estar varias semanas seguidas, todas los días a las cinco de la tarde, viendo una película de Marlene Dietrich sin que me interés y placer decayeran. Para decirlo con palabras de Carlos Monsiváis, “varían las estéticas, las tramas se pulverizan al ritmo del desvencijamiento de la moral que las hizo creíbles, el recuerdo es piadoso o hilarante…pero, en verdad proteicas, en cada exhibición nacen de la espuma celuloidal Greta Garbo, Marlene Dietrich, Jean Harlow…”(hay otros nombres en la lista).

Hoy finalizó en la Cinemateca de Cuba el ciclo dedicado a la mítica figura. El cierre fue con el documental Marlene Dietrich: su propia canción (2001) el cual enfatiza la participación de la actriz en la lucha antifascista. Aunque correcto y con testimonios interesantes, deja fuera aspectos esenciales de su personalidad y trayectoria fílmica. Lo disfruté pero no colmó mis expectativas.

El documental hizo que me fijara en Hildegard Knef (1925-2002), quien fuera una de las artistas más populares en Alemania. A esta actriz , cantante y autora de dos libros, la visualizo lejanamente en la memoria por su actuación en Fedora (1978), en el papel de madre de Marthe Keller. Actuó como actriz secundaria de lujo en Las nieves del Kilimanjaro,de la que alguna vez fui espectador en la televisión , pero de cuyo papel no recuerdo nada. Lamentablemente, ignoro sus filmes como protagonista así como sus grabaciones musicales.

El testimonio que Hildegard Knef ofrece en el documental es revelador, duro y conmovedor a la vez. Cuando Marlene estaba ya recluida por su propia voluntad en un apartamento de París, Hildegard llega hasta la puerta del edificio donde vive su antigua amiga. La llama por teléfono y le pide que la deje subir. Pero Marlene, prisionera de su leyenda, no le abre la puerta.

Ahora me gustaría vampirizarme durante semanas por un ciclo con películas de Hildegard Knef. Y luego por otros dedicados a Dolores del Río, Greta Garbo, Mae West, Joan Crawford… Así, todos los días, a la cinco de la tarde, durante años, hasta convertirme en un animal de costumbres a los pies del glamour y la “espuma celuloidal”.

Arriba, Hildegard Knef en 1952, fotografiada por Gordon Park para Life. Abajo en el 2002, el mismo año de su muerte.

Entre los cines de La Habana, uno para Hildegard Knef: el Payret, en el Paseo del Prado.


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