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martes, 8 de septiembre de 2009

TEATRO CAMPOAMOR.


La siguiente crónica titulada Teatro Campoamor, de Miguel Barnet, fue publicada en el libro Arquitectura cubana. Metamorfosis, pensamiento y crítica (textos de varios autores).


En mi trono de la adolescencia vi desfilar por el teatro Campoamor a las cupletistas andaluzas engordadas con jamón de Jaburgo y panes de ajo, a los tenores desafinados que cantaban Granada o Júrame con sacos de tres botones y pelos envaselinados , a las coloraturas que aullando hasta rajar el tímpano se empinaban para alcanzar el agudo de Soledad de Rodrigo Prats, al viejo Bringuier y Alicia Rico improvisando morcillas salidas del ingenio criollo para salvar aquellos sketches borrosos escritos por chupatintas que quedaron para siempre en el olvido. Al mago Mandrake con sus pantalones anchos y sus dientes de oro coruscantes y fríos. El mago Mandrake que un día desapareció para siempre en una calle de La Habana que hoy llamamos centro. La populosa calle Industria y el café de enfrente del teatro, donde mis tíos paternos se daban cita con las artistas argentinas llegadas en compañías de tango que se despedazaban a causa de repentinos amoríos tropicales.



En el Campoamor vi por primera vez a Rita Montaner cuando le espetaba un insulto irrepetible, acompañado de sendas bofetadas en pleno rostro, a un desconocido. Vi película como Friné, la cortesana y Nobleza baturra, de Imperio Argentina. ¡Échale guindas al pavo ¡Y oí a Lola Flores taconeando en el escenario , ¡Que viva el Campoamor¡

Pero ya en esos años que vagamente vienen a mi memoria el Campoamor no era ni la sombra de lo que había sido; un teatro tipo vienés, de herradura, para voces pequeñas y gastadas, para zarzuelas y operetas, engalardonado con orla doradas y lámparas de rococó donde lo más granado de La Habana se daba cita y las “chusmas diligentes” se apelotonaban en el gallinero para cazar un gallo, chiflar o tirar un huevo a un cantante a quien esa noche se le habían unido el cielo y la tierra.


El teatro Campoamor abrazó su cenit con las veladas afrocubanas organizadas por Fernando Ortiz y la Hispanocubana de Cultura, donde el antropólogo cubano llevó al escenario por primera vez los tambores batá de Pablo Roche en 1936. Ese mismo año Ortiz auspició por la Hispanocubana el Festival de Poesía que dirigió Juan Ramón Jiménez. Voces jóvenes se escucharon allí: Lezama, Cintio y Fina estuvieron presentes Juan Ramón, pese a su carácter venético, le insufló mucho aliento a la poesía cubana. ¡Que exquisito bocado esta isla, y qué peligroso!, exclamó el poeta andaluz en La Habana

Figuras como Eusebia Cosme y Berta Singermann ilustraron lo más cálido y profundo y también lo más epidérmico y pintoresquita de la poesía negra en boga, tantas y tantas cosas…Hoy las cáscaras del Campoamor son lo único que queda de aquel teatro donde con pantalones bombachos celebré mis nueve años de edad. Un lamentable tren de bicicletas y un nido de ratas se exhiben en aquella esquina de glorias remotas.


No alabo los años idos ni credo que cualquier tiempo pasado fue mejor. Como T. S Eliot estoy convencido de que el tiempo presente lo condensa todo y contiene incluso mucha argamasa del futuro. Prefiero el hoy con sus tremolinas y sus contradicciones. No me sumerjo en la nostalgia sino para combatirla. Pero ella es fértil y da pie a estas memorias que, de algún modo, amplifican el tiempo que fue.

Yo fui un niño privilegiado de la década del cuarenta. La siguiente, grotesca y peligrosa, me dio la vibración que marca mis días, la energía creativa y la brújula. Pero fue, sin dudas, la década del sesenta la que definió mi vida radicalmente. Hermosos, como la mentira, fueron aquellos años que hoy evoco con alegría.


!Teatro Campoamor, no dejes que lo que queda de ti caiga estrepitosamente al suelo ¡
¡Yérguete como lo que fuiste, un coloso de la comedia y el vodevil, de la zarzuela y la opereta , del vernáculo y de las ensaladillas humorísticas¡ ¡Que como en el pasaje de Elías del Antiguo Testamento surjas de tus huesos hoy secos y de tus cenizas¡
Amén.

Teatro Campoamor, crónica de Miguel Barnet tomada de Arquitectura cubana. Metamorfosis, pensamiento y crítica. Selección de textos. Artecubano Ediciones, La Habana, 2002.

El escritor Miguel Barnet con la vedette Rosita Fornés durante un evento de arte lírico de la UNEAC, a fines de la década de 1980.


Portada del disco con la adaptación del cuento Fátima o el Parque de la Fraternidad en la voz de su autor Miguel Barnet. El texto fue premio Juan Rulfo 2006 en el concurso que anualmente convoca Radio Francia Internacional. La grabación fue realizada en Habana Radio, emisora de la Oficina del Historiador de La Habana, el 16 de mayo de 2007 bajo la dirección general de Magda Resik Aguirre. Grabación y edición: Alexis Rodríguez. Diseño: Masvidal.

viernes, 5 de junio de 2009

MUERE EN LA HABANA UNA DESCENDIENTE DE PONCE DE LEON

Por: Lázaro Sarmiento

Cuqui Ponce de León llevó a los escenarios de La Habana y a la pequeña pantalla numerosos títulos teatrales del repertorio cubano y universal. Los espectadores más jóvenes recuerdan su nombre en los créditos de los programas Teatro ICRT, El Cuento y Conversando, en una época en que ella tenía ya una larga y prestigiosa trayectoria como directora de teatro y televisión.


Cuqui Ponce de León acaba de morir en La Habana a los 92 años de edad. Detrás de esta mujer que en una de sus últimas entrevistas afirmó “todo lo nuevo me interesa”, hay un fulgurante linaje histórico y una vida de utilidad y corrección:

“La primera esposa del heredero de una de las más acaudaladas familias tabacaleras de Cuba; ella pertenecía a una familia aristocrática y descendiente del explorador español Ponce de León, descubridor de la Florida y supuesto buscador de la ‘fuente de la juventud’.” Esto destacan Marjorie Moore y Adrienne Hunter, autoras del libro Siete mujeres y la Revolución Cubana. (Ciencias Sociales, 2003)

Las mansiones que construyeron los descendientes de los Ponce de León aún pueden verse en La Habana Vieja. Y uno de los bisabuelos de Cuqui fue Antonio Bachiller y Morales.

En el citado libro, Cuqui declara: “Bueno, mi primer esposo era muy rico. Era el heredero de una fortuna tabacalera. Su padre era un alemán que vino a Cuba y fundó la H. Upmann Tabacco Company, la cual llegó a ser conocida en todo el mundo”.

Después de 1959, Cuqui Ponce de León se integró a diversas tareas de la Revolución. Fue la primera directora del Grupo de Teatro Rita Montaner, colectivo con el que se mantuvo hasta 1968. Ese año regresó a la televisión. Ella había trabajado ya en el capitalismo en el Canal 4 y CMQ dirigiendo todo tipo de programas, desde dramáticos hasta de modas, incluso deportivos.

Celia Sara Ponce de León y Pérez del Castillo. La Habana 9 de diciembre de 1916-4 de junio de 2009. Se había retirado en 1989. Recibió la Distinción por la Cultura Nacional y el Premio Nacional de Televisión por la obra de la vida.

Los cubanos de varias generaciones le deben incontables horas dramatizadas a Cuqui Ponce, una de las primeras mujeres en dirigir programas televisivos en este país.



En la foto (tomada de Opus Habana) aparecen Fernández de Amado Blanco y Cuqui Ponce de León de Upmann en 1947. En este año recibieron el premio «Talia», que otorgaba el Patronato de Teatro por «su brillante trabajo directriz en El Loco del año, de Rafael Suárez Solís».

Entradas relacionadas en el blog:
Vicente Revuelta, el teatro chino y Mei Lan Fan
MUJERES DE TEATRO.

miércoles, 11 de marzo de 2009


Leo Brouwer: Cultura es saber comprender.


Resulta gráfica, atractiva y actual la noción de cultura ofrecida por el compositor, guitarrista y director de orquesta Leo Brouwer en la entrevista que Pedro de la Hoz le hizo para el libro Como el primer día (Letras Cubanas, 2008). El maestro Brouwer expresa sobre la cultura…



“Es un paisaje infinito, de interrelaciones, abierto a miles de ojos y transmitido por múltiples ventanas. Siento que el país, a cincuenta años de la Revolución, está haciendo un esfuerzo enorme por potenciar la creatividad, que no es sólo hacer artistas sino enseñar a disfrutar el arte. Pero insisto: La cultura cubana es Martí, es Carpentier y sus novelas, Guillén y su poesía; es Lam y Ponce, es Nelson Domínguez y Ernesto Rancaño, y es Chucho y Formell, la rumba y la manera de caminar de los cubanos. Es información procesada, decantada. No simplemente información. No lo que la televisión, aquí o allá, nos muestra. No las cápsulas sumarias de los medios digitales. Cultura es saber comprender”.

En una ocasión anterior, Leo había dicho: “Aunque mis pies hayan estado rodando por el mundo mi pensamiento está nutrido de la cultura cubana”. Este es un mes de homenajes para el artista de la Isla que la crítica especializada considera como uno de los mejores músicos del mundo y el mejor compositor vivo para guitarra. El pasado 1ro de marzo, Leo Brouwer cumplió 70 años de edad.










Martí ,acrílico s/ madera, 2008. Autor Ernesto Rancaño (Cuba)
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