PULLMAN figuraba entre las palabras que consideraba mágicas cuando era niño. Un pariente de mi familia administraba una
cervecera con ese nombre en Consulado 312 esquina a San Rafael.
Tal vez este local se denominaba
así por la vecindad con el edificio de
al lado, en cuyo piso de la entrada principal está grabada la palabra PULLMAN.
La cervecera siempre estaba colmada de bebedores
que formaban una nube de voces con anécdotas,
discusiones y malas palabras. Era un mundo que podía ser violento, machista,
impredecible, pero también gráficamente erótico cuando los hombres envueltos en humo y
alcohol se referían a sus hazañas
sexuales. Pero en esa época yo no podía comprender el alcance del término
erótico, ni muchos menos su relación con la palabra PULLMAN.
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viernes, 17 de julio de 2015
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