Siempre quise esperar a alguien a la salida del cabaret, muy entrada la madrugada, jugando con la chispa de la fosforera. Luego, caminar por el medio de las calles semi vacías, dejando una estela de colonia. Subir las escaleras, cerrar la puerta, encender la música, abrir dos cervezas, intercambiar el alcohol entre las bocas, hacer el amor vulgarmente, mirar los techos de La Habana desde la ventana, extender mis brazos como almohada en el cuello... Todo lo disfruté en demasía. Solo faltó un detalle en este territorio de los deseos confesos: el cabaret.
martes, 10 de septiembre de 2013
EL DESEO
Siempre quise esperar a alguien a la salida del cabaret, muy entrada la madrugada, jugando con la chispa de la fosforera. Luego, caminar por el medio de las calles semi vacías, dejando una estela de colonia. Subir las escaleras, cerrar la puerta, encender la música, abrir dos cervezas, intercambiar el alcohol entre las bocas, hacer el amor vulgarmente, mirar los techos de La Habana desde la ventana, extender mis brazos como almohada en el cuello... Todo lo disfruté en demasía. Solo faltó un detalle en este territorio de los deseos confesos: el cabaret.
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