Por: Lázaro Sarmiento
Salgo de Los abrazos rotos con deseos de caminar por el Nuevo Vedado mientras espero la próxima película del Acapulco, una de las salas de proyecciones del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana. Me atrae una casa verde, tramposamente familiar, representativa de las residencias de la pequeña burguesía cubana de los años cincuenta , al igual que otras muestras del barrio, incluidos el cine, el supermercado, la gasolinera, la jardinería; postales de lo que se consideraba moderno en la capital cubana en la segunda mitad del pasado siglo. Algunas veces aparece esta vivienda en mis viajes en la máquina del tiempo. No conozco a sus actuales inquilinos pero de niño estuve en su interior y llegué hasta la cocina (que era un set de televisión).
A la casa verde la recuerdo por un episodio mínimo de mi infancia.
Un día, el esposo de una de mis tías me trajo de visita a esta residencia que ahora contemplo desde la acera de enfrente y en la cual vivían en aquella época sus familiares. Los antiguos propietarios habían salido el país en los primeros tiempos de la Revolución pero en las agarraderas de los estantes de la cocina permanecían dibujadas las iníciales de sus nombres: N S y J A. Normita Suárez y Jesús Albariño constituían una pareja de actores de la radio y la televisión, cuyos nombres escuché mencionar varias veces a las personas que habitaban entonces la casa. A la gente le gusta establecer una familiaridad irreal, chismográfica, con todo lo relacionado con los artistas famosos.
De pronto mi tío político abrió el amplio refrigerador, y como en un set de televisión, me preguntó si quería tomar yogurt. Y a mis oídos infantiles esa palabra les sonó gustativa, tentadora, mágica, por una única razón: yo nunca había ingerido aquel lácteo que en los minutos siguientes iba a resultar delicioso a mi paladar, servido con cubitos de hielo en una lujosa copa de bacarat, otra vez, como en televisión. Fue así que el descubrimiento del yogurt convirtió esta casa en una de las fachadas inolvidables de mi infancia, aunque siempre un lugar ajeno. Pero ya es hora de que deje de mirar y fotografiar esta cuadra del Nuevo Vedado porque comienzo a llamar la atención de los vecinos y pueden pensar que soy un espía internacional.
Me alejo como forastero en los escenarios de mi memoria.
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Hola Lazaro, tienes un premio esperando por tí en mi Blog, por favor pasa por el, FELICITACIONES!!! Un abrazo
ResponderEliminarFelicitaciones por el arquivo cultural que mantienes en tu blog.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Lazaro, me ha encantado tu blog, sobre todo porque la casa verde de la que hablas es mi casa! asi que me alegro mucho que tengas buenos recuerdos de ella y que me hayas llenado de alegria hoy al leer tu letras.
ResponderEliminarUn saludo,
Ariadna
Ariadna. Perdona que me meta en tu vida de esta forma pero soy cubano residente en España desde hace veinte años y suelo leer cosas de Cuba. Y cuando supe sobre la coincidencia de que este blogero escribiera sobre tu casa sin saberlo, me agradó mucho esta idea y no pude menos que escribirte. Espero que estés bien en compañía de tu gente y te envío un abrazo muy cariñoso desde Alicante.
Eliminaryo solia correr en mi niñez por esa calle y tambien me dieron a probar el yogurt y mas nunca lo volvi a ver hasta que llegue a los estados unidos y es por que desaparecio junto con los rusos,saludos tamara
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