miércoles, 13 de agosto de 2008


Fidel Castro: lector voraz.

El escritor Gabriel García Márquez en el libro El olor de la guayaba narra lo siguiente:

“Fidel Castro es un lector voraz, amante y conocedor muy serio de la buena literatura de todos los tiempos, y aun en las circunstancias más difíciles, tiene un libro interesante a mano para llenar cualquier vacío. Yo le he dejado un libro al despedirnos a las cuatro de la madrugada, después de una noche entera de conversación, y a las doce del día he vuelto a encontrarlo con el libro ya leído. Además, es un lector tan atento y minucioso, que encuentra contradicciones y datos falsos donde uno menos se lo imagina. Después de leer Relato de un náufrago, fue a mi hotel solo para decirme que había un error en el cálculo de la velocidad del barco, de modo que la hora de llegada no pudo ser la que yo dije. Tenía razón. De modo que, antes de publicar Crónica de una muerte anunciada, le llevé los originales, y él me señaló un error en las especificaciones del fusil de cacería. Uno siente que le gusta el mundo de la literatura, que se siente muy cómodo dentro de él, y se complace en cuidar la forma literaria de sus discursos escritos, que son cada vez más frecuentes. En cierta ocasión, no sin cierto aire de melancolía, me dijo: En mi próxima reencarnación yo quiero ser escritor. "

Plinio Apuleyo Mendoza: El olor de la guayaba, Editorial Oveja Negra, Bogotá, mayo de 1982, pp. 127-128.

lunes, 11 de agosto de 2008


AMOR POR EL CAMPOAMOR.
Por: Lázaro Sarmiento

No sé si ya es demasiado tarde para sentir amor por este cascarón que en una época se llamó Capitolio y que después fue el cine Campoamor.

En la esquina de las calles Industria y San José, a un costado del mesopotámico edificio del Capitolio Nacional, los empresarios Santos y Artigas inauguraron el 20 de octubre de 1921 el cine Capitolio, construido a un costo de 300 mil pesos.

En esta sala se exhibió hace 80 años (1928) El cantante de jazz (The jazz singer), de la Warner, protagonizada por Al Jonson, la primera película de la historia con sonido directo grabado en la cinta.

Luego- como otras instalaciones - comenzó a presentar junto a las películas un espectáculo de variedades musicales.

El Campoamor fue uno de los primeros cines de la capital cubana que el último día de 1944 ofreció una función extraordinaria a las 12 de la noche para esperar el año nuevo. Por cierto, unos meses después, “algunas entidades y personas solicitan al alcalde de La Habana se supriman las funciones a las doce de la noche en los cines, alegando que en tales funciones se producen actos atentatorios a la moral, por el tipo de público asistente, La solicitud no fue aceptada”. (La tienda negra, Cinemateca de Cuba. 1997).

En la acera del frente está el cine Mégano (450 butacas). Este local ha tenido mejor suerte que el Campoamor y aún proyecta películas para un público que mantiene personalizados hábitos en salas que se van extinguiendo en casi todo el mundo.

domingo, 10 de agosto de 2008


Vida íntima de los reyes.
Por: Lázaro Sarmiento

“Se ha dicho que si la nariz de Cleopatra hubiese sido un centímetro más larga, habría cambiado la historia de la humanidad. El dicho es quizás exagerado, pero no cabe duda de que el tamaño de la nariz de Cleopatra influyó en la vida del César, y por ende, en la de Roma y en la del mundo, por lo menos tanto como la oratoria de Cicerón, la soberbia de Pompeyo o la pasión cívica de Marco Bruto”.

Hace un tiempo encontré en una librería de viejo de la calle Colón de La Habana un volumen que “regiamente” esperó hasta hoy por mi atención entre un montón de lecturas pendientes: En los Palacios Reales. Vida íntima de los Reyes. La autora firma como Duquesa de Fernennwald. Traducción de Plácida Cañizares de Varela. La obra fue publicada por la Biblioteca de Alta Sociedad, México, 1944.

En el prólogo, la escritora cuenta que fue confidente del Rey A. de B., iniciales que ocultan el verdadero nombre del monarca a quien sirvió. La historia de los personajes alcanza los primeros años de la Segunda Guerra Mundial. Dice la duquesa que su jefe quiso conocer, además de las corrientes políticas y de las intrigas diplomáticas que agitaban el mundo moderno, las intimidades de los palacios. A ella le correspondió el singular privilegio de prestarle ese servicio.

“Durante lustros viajé por las naciones todas, asistí a recepciones y fiestas, penetré en los gabinetes privados de los poderosos, conocí sus flaquezas y develé sus secretos”

Dejando a un lado la nariz de Cleopatra, el libro de la Fernennwald constituye una mezcla de chismes de alto vuelo, anécdotas históricas, información bien organizada y un lenguaje periodístico agradable que sorprende a ratos por sus juicios y análisis políticos.

Sobre la identidad de la duquesa no hay rastros en internet por la sencilla razón de que Fernennwald es un seudónimo. Encontré que la Librería Vetusta, de La Coruña, España, especializada en títulos viejos, antiguos y usados, mapas y postales, ofrece en su página web este añejo libro por 15 euros.

Sobre uno de los personajes de En los Palacios Reales. Vida íntima de los Reyes, leo que, mucho tiempo después de los sucesos narrados por la autora , Vladimiro de Rusia falleció de muerte repentina en Miami y su hija María y su nieto no han podido ser ni zarina ni zarevich porque un competidor familiar reclamó tales derechos para nada.

sábado, 9 de agosto de 2008


El Teatro Chino de La Habana.
Por: Lázaro Sarmiento

El Teatro Chino de La Habana “gozaba del privilegio de ser con el de Lima y el de Los Ángeles, uno de los mejores de América en su género.” Esto afirmaba Alejo Carpentier el 5 de noviembre de 1940 en una crónica publicada en la prensa cubana. En esa fecha ya el exótico escenario de la calle Zanja había perdido todo su esplendor y era, según definición del propio novelista, un teatro de mala muerte.

Decía Alejo que en aquel local existió una de las más admirables fábricas de ensueños que pueda imaginarse y que, “cuando nuestra ciudad amarilla era rica, su público se permitía el lujo de contratar a grandes artistas de allá…”

Y el autor de El siglo de las luces recordaba el arte prodigioso de Wong Sin Fong, “una trágica con cara de gato” que se presentó en el Teatro Chino de La Habana durante cinco meses en un ciclo de dramas históricos.

Wong Sin Fong tenía la ciencia de los gestos sintéticos, reducidos a su máximo sentido lírico o expresivo…Con una sola mano dibujaba una tempestad en el aire, esbozaba un movimiento de terror, ilustraba la ondulante inconsistencia del mar”.

Afirmaba Carpentier que el teatro chino “es ininteligible para quien desconoce su simbólica admirable…Pero cuando se sabe el sentido de ciertos objetos dotados de historia, todo se hace claro y poético”.

Viendo la ceremonia de inauguración de los Juegos en el Estadio Olímpico, o nido de aves, de Pekín, imagino la fascinación que sintieron los habaneros de la tercera década del siglo XX por el arte de Wong Sin Fong, la maravillosa trágica con cara de gato.

jueves, 7 de agosto de 2008



Aeropuerto de Pekín: un portal a otro mundo.
Por: Lázaro Sarmiento

“Si los occidentales se sienten deslumbrados y confundidos al aterrizar en la nueva terminal del aeropuerto de Pekín, resulta comprensible. No sólo por la grandiosidad del espacio, sino también porque inevitablemente uno siente que ha traspasado un portal a otro mundo, un mundo que ha cambiado de manera tan drástica que ha dejado muy atrás a los países occidentales. “

Así comienza un artículo de Nicolai Ouroussoff para The New York Times titulado La nueva cara de Pekín, con edificios imponentes y futuristas. Su lectura alimentó mi identidad frustrada de arquitecto y mi fascinación por los aeropuertos. Éstos constituyen símbolos tan contundentes como la interpretación que hacemos en la actualidad de las pirámides de Egipto.

El aeropuerto de Pekín está considerado el edificio más grande del mundo. Mide 1,3 millones de metros cuadrados y está pensado para atender a 50 millones de pasajeros en el año 2020. Según su autor, el arquitecto británico Norman Foster, su diseño nació del contexto cultural chino y ofrece una experiencia de viaje inigualable.

Sobre el aeropuerto y otras obras de la capital china, el citado texto publicado por The New York Times señala:
“Los analistas más críticos consideran que estos proyectos innovadores son jactanciosas expresiones de la incipiente primacía global de China. Sin embargo, estos edificios no son simples y burdas manifestaciones de poder. Al igual que los grandes monumentos de la Roma del siglo XVI o de la París del siglo XIX, la nueva arquitectura china irradia un aura que tiene tanta relación con el fermento intelectual como con la influencia económica.

Cada edificio, a su manera, encarna una intensa lucha por el significado del espacio público en la nueva China. Y aunque a veces resultan aterradores por su escala agresiva, también reflejan el esfuerzo del país por dar forma a una nueva identidad nacional…”

Nicolai Ouroussoff destaca que en el aeropuerto de Pekín, Norman Foster llevó el ideal de la movilidad a un nuevo extremo. “Guiados por luces titilantes incrustadas en el techo, los visitantes se deslizan por rampas y a través de anchos puentes peatonales, antes de salir a la explanada elevada. Desde allí, pueden dispersarse en una amplia red de caminos, trenes, subterráneos, canales y parques cuyos tentáculos se extienden a través de toda la zona.

Algunos de los símbolos arquitectónicos de la creciente estatura de China en el mundo transmiten una impresión más clara acerca de cómo se desarrollará el futuro y exploran los límites de lo posible. “
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