viernes, 15 de agosto de 2008


EL CREPUSCULO DE LOS DIOSES
O EL RAYO EN LA BOTELLA.
Por: Lázaro Sarmiento

Sunset Boulevard. 1950, blanco y negro. Paramount.
Director: Billy Wilder. Guión: Charles Brackett, Billy Wílder y D. M. Marshmann jr.
El reparto lo encabezan William Holden, Gloria Swanson y Erich von Strohheim.

El director Blake Edwards le dijo una vez a su colega Billy Wílder que tener suerte con una película, después de una racha de mala suerte, es como querer atrapar un rayo en una botella (to catch ligthening in a bottle)

Luego Wilder citaría la frase en sus memorias al comentar que, hacer películas quiere decir escribir un guión, encontrar el punto de partida y el reparto, así como asignar los papeles a los actores de modo que entre el papel y el actor surja la tensión adecuada, algo que produzca curiosidad y satisfaga esa curiosidad.

“Hacer una película también quiere decir: montarla, encontrar el ritmo adecuado. Cuando todo esto coincide y además también el público, el rayo está en la botella. El crepúsculo de los dioses fue un rayo así, desde la primera idea inicial, pasando por el guión adecuado para el momento adecuado.
Y el reparto adecuado”.

Las memorias de Wilder se titulan Nadie es perfecto y fueron publicadas a principios de la década de 1990. En sus páginas cuenta que para el papel de Norma Desmond en El crepúsculo de los dioses primero intentó conseguir a Mae West, luego a Pola Negri, después pensó en Mary Pickford .

“Y entonces, finalmente, Wilder encontró a Gloria Swanson, que tenía un show de televisión en Nueva York y que inmediatamente estuvo dispuesta a hacer unas tomas de prueba”.

Todas estas referencias son porque acaban de regalarme el dvd El crepúsculo de los dioses. Edición especial coleccionista, pretexto suficiente para subir el nombre de Gloria Swanson a Buena suerte viviendo y bucear en las aguas glamorosas de Nadie es perfecto.

jueves, 14 de agosto de 2008


SILVIO RODRIGUEZ: El REGRESO AL PLAYA GIRON.
Por: Lázaro Sarmiento

No sé si esta foto corresponde a la época en que Silvio Rodríguez se enroló en la tripulación del barco pesquero Playa Girón: fines de 1969 y comienzos de 1970. De lo que si estoy seguro es que era una época difícil: de supervivencia para los cubanos y de incomprensiones en el sector de la cultura. Para Silvio “no eran problemas personales sino conceptuales”.Él había entrado en contradicciones con una serie de elementos de la burocracia cultural que llegaron a tildar algunos de sus textos de contrarrevolucionarios.

Los jóvenes realizadores Alejandro Ramírez Anderson y Ernesto Pérez Zambrano han rescatado, o mejor, recreado, parte de las vivencias de aquel viaje a través del documental que acaba de transmitir el programa Mesa Redonda de la Televisión Cubana: Hombres sobre cubierta. En el filme participan junto a Silvio marineros del Playa Girón.

Entonces la vida era muy dura, como recuerda el propio Silvio. Casi todo el mundo era revolucionario pero el pelo largo, la condición gay o los aretes en las orejas podían acarrearle dificultades a una persona. Hoy muchos de los problemas de aquellos tiempos parecen superados y la gente habla con libertad y desenfado de temas que fueron tabú.

Desde que el cantautor emocionado observara La Habana al regresar de su aventura en el Atlántico ha pasado un buen número de años. Silvio sigue fiel a la imagen que de él teníamos los jóvenes cubanos de la década del 70. Hombres sobre cubierta puede tener la cualidad de activar algunos de los recuerdos personales de aquella época. Y de motivar el diálogo con la historia y el presente.

Según cuenta Silvio en el filme, el Playa Girón fue para él una gran escuela humana. Y a bordo de esta embarcación que el tiempo obligó ya a desguasar, compuso una de las canciones que considera fundamentales de su obra, la titulada precisamente Playa Girón:
(fragmento)
“Compañeros de historia
Tomando en cuenta lo implacable
Que debe ser la verdad, quisiera preguntar
-me urge tanto-
¿qué debiera decir, qué fronteras debo respetar?
Si alguien roba comida
Y después da la vida, ¿qué hacer?
¿Hasta dónde debemos practicar las verdades?
¿Hasta dónde sabemos?
Que escriban, pues, la historia, su historia,
Los hombres del ‘Playa Girón’ “

miércoles, 13 de agosto de 2008


El resplandor de las marcas.
Por: Lázaro Sarmiento

Susan Sontag dijo en una ocasión; “vivimos en la época de las compras”. Es una frase que Noemi Klein cita en su libro “No logo. El poder de las marcas” en el que analiza las estrategias de las grandes marcas, como Nike, McDonald s y The Gap, para conquistar los mercados, vampirizar a los consumidores, acabar con los competidores y exprimir a los empleados de los países tercermundistas.

Habla Noemi Klein: “Pero en la actualidad se percibe un patrón claro: mientras más empresas compiten para ser la marca omnipresente bajo cuyo imperio consumimos, creamos arte y hasta construimos nuestros hogares, todo el concepto despacio público es objeto de una nueva definición. Y dentro de estos edificios de marca, reales o virtuales, las opciones de alternativas sin marca, de debato abierto, de crítica y de arte no censurado – en otras palabras, de opciones verdaderas- sufren nuevas y ominosas restricciones.”

Caminando por las avenidas de Barcelona, Madrid y París pensaba en más de una ocasión en el volumen de la Klein, adquirido en la Feria del Libro de La Habana y que ahora se promocionaba a un precio de lujo en las librerías de la capital española. La ensayista canadiense destaca en este libro que, muchas de las cadenas que han proliferado durante las décadas de 1980 y 1990 tienen una cualidad especial que las hace diferentes de las hamburgueserías, las calles comerciales y talleres mecánicos de las décadas de 1960 y 1970. “No nos ciegan con espacios chillones ni con arcos dorados, sino que más bien emiten un sano resplandor New Age”.

Con ese resplandor nos bombardean y nos engañan. Así metabolizamos que The Gap no es solo una marca sino sinónimo de vestido, al igual que Coca Cola es sinónimo de refrescos.

Y Starbucks en la Gran Vía de Madrid no es solo el exquisito aroma de café que busca la calle cuando se abren las puertas de su salón refrigerado y metálico. Starbucks, al igual que las grandes marcas, no se conforma con ofrecernos un producto (una taza de café,). Pretende vendernos un estilo de vida; o tal vez más: quiere sustituir a la vida misma.

Fidel Castro: lector voraz.

El escritor Gabriel García Márquez en el libro El olor de la guayaba narra lo siguiente:

“Fidel Castro es un lector voraz, amante y conocedor muy serio de la buena literatura de todos los tiempos, y aun en las circunstancias más difíciles, tiene un libro interesante a mano para llenar cualquier vacío. Yo le he dejado un libro al despedirnos a las cuatro de la madrugada, después de una noche entera de conversación, y a las doce del día he vuelto a encontrarlo con el libro ya leído. Además, es un lector tan atento y minucioso, que encuentra contradicciones y datos falsos donde uno menos se lo imagina. Después de leer Relato de un náufrago, fue a mi hotel solo para decirme que había un error en el cálculo de la velocidad del barco, de modo que la hora de llegada no pudo ser la que yo dije. Tenía razón. De modo que, antes de publicar Crónica de una muerte anunciada, le llevé los originales, y él me señaló un error en las especificaciones del fusil de cacería. Uno siente que le gusta el mundo de la literatura, que se siente muy cómodo dentro de él, y se complace en cuidar la forma literaria de sus discursos escritos, que son cada vez más frecuentes. En cierta ocasión, no sin cierto aire de melancolía, me dijo: En mi próxima reencarnación yo quiero ser escritor. "

Plinio Apuleyo Mendoza: El olor de la guayaba, Editorial Oveja Negra, Bogotá, mayo de 1982, pp. 127-128.

lunes, 11 de agosto de 2008


AMOR POR EL CAMPOAMOR.
Por: Lázaro Sarmiento

No sé si ya es demasiado tarde para sentir amor por este cascarón que en una época se llamó Capitolio y que después fue el cine Campoamor.

En la esquina de las calles Industria y San José, a un costado del mesopotámico edificio del Capitolio Nacional, los empresarios Santos y Artigas inauguraron el 20 de octubre de 1921 el cine Capitolio, construido a un costo de 300 mil pesos.

En esta sala se exhibió hace 80 años (1928) El cantante de jazz (The jazz singer), de la Warner, protagonizada por Al Jonson, la primera película de la historia con sonido directo grabado en la cinta.

Luego- como otras instalaciones - comenzó a presentar junto a las películas un espectáculo de variedades musicales.

El Campoamor fue uno de los primeros cines de la capital cubana que el último día de 1944 ofreció una función extraordinaria a las 12 de la noche para esperar el año nuevo. Por cierto, unos meses después, “algunas entidades y personas solicitan al alcalde de La Habana se supriman las funciones a las doce de la noche en los cines, alegando que en tales funciones se producen actos atentatorios a la moral, por el tipo de público asistente, La solicitud no fue aceptada”. (La tienda negra, Cinemateca de Cuba. 1997).

En la acera del frente está el cine Mégano (450 butacas). Este local ha tenido mejor suerte que el Campoamor y aún proyecta películas para un público que mantiene personalizados hábitos en salas que se van extinguiendo en casi todo el mundo.
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