jueves, 7 de agosto de 2008



Aeropuerto de Pekín: un portal a otro mundo.
Por: Lázaro Sarmiento

“Si los occidentales se sienten deslumbrados y confundidos al aterrizar en la nueva terminal del aeropuerto de Pekín, resulta comprensible. No sólo por la grandiosidad del espacio, sino también porque inevitablemente uno siente que ha traspasado un portal a otro mundo, un mundo que ha cambiado de manera tan drástica que ha dejado muy atrás a los países occidentales. “

Así comienza un artículo de Nicolai Ouroussoff para The New York Times titulado La nueva cara de Pekín, con edificios imponentes y futuristas. Su lectura alimentó mi identidad frustrada de arquitecto y mi fascinación por los aeropuertos. Éstos constituyen símbolos tan contundentes como la interpretación que hacemos en la actualidad de las pirámides de Egipto.

El aeropuerto de Pekín está considerado el edificio más grande del mundo. Mide 1,3 millones de metros cuadrados y está pensado para atender a 50 millones de pasajeros en el año 2020. Según su autor, el arquitecto británico Norman Foster, su diseño nació del contexto cultural chino y ofrece una experiencia de viaje inigualable.

Sobre el aeropuerto y otras obras de la capital china, el citado texto publicado por The New York Times señala:
“Los analistas más críticos consideran que estos proyectos innovadores son jactanciosas expresiones de la incipiente primacía global de China. Sin embargo, estos edificios no son simples y burdas manifestaciones de poder. Al igual que los grandes monumentos de la Roma del siglo XVI o de la París del siglo XIX, la nueva arquitectura china irradia un aura que tiene tanta relación con el fermento intelectual como con la influencia económica.

Cada edificio, a su manera, encarna una intensa lucha por el significado del espacio público en la nueva China. Y aunque a veces resultan aterradores por su escala agresiva, también reflejan el esfuerzo del país por dar forma a una nueva identidad nacional…”

Nicolai Ouroussoff destaca que en el aeropuerto de Pekín, Norman Foster llevó el ideal de la movilidad a un nuevo extremo. “Guiados por luces titilantes incrustadas en el techo, los visitantes se deslizan por rampas y a través de anchos puentes peatonales, antes de salir a la explanada elevada. Desde allí, pueden dispersarse en una amplia red de caminos, trenes, subterráneos, canales y parques cuyos tentáculos se extienden a través de toda la zona.

Algunos de los símbolos arquitectónicos de la creciente estatura de China en el mundo transmiten una impresión más clara acerca de cómo se desarrollará el futuro y exploran los límites de lo posible. “

miércoles, 6 de agosto de 2008

LOS ROSTROS QUE VI EN PARIS

Por: Lázaro Sarmiento

En Paris vi a Catherine Deneuve. Yo iba rumbo a Saint Germain por la Rue de Rennes cuando descubrí su presencia detrás de la bruma de cristal de un auto charolado detenido en el semáforo situado en la esquina de Cartier. Quizás ella bajaría y entraría en la famosa joyería.


Por un momento dudé si aquel rostro con aire mayestático, inmune a las promiscuidades del tráfico de la gran urbe, mirando sin mirar algo en particular, pertenecía a Catherine Deneuve.

Ella estaba a tiro de mi mirada en una de esas esplendorosas mañanas de verano que tanto disfrutan los franceses. Había una perfección irreal en su cara que me hizo imaginar que la figura que yo contemplaba gracias a las luces de un semáforo era, en realidad, un artilugio tecnológico basado en la actriz de Belle de jour (1967), película que tengo entre mis favoritas por el morbo de la historia.

Si. Era la representación de un icono dibujado en el cristal del auto por la mente de un chofer con relaciones indromúricas con las estrellas de cine, o tal vez… No tuve tiempo para seguir reflexionado. La luz verde hizo que Catherine Deneuve desapareciera de mi mirada. Se fue flotando como una bandera pálida entre cientos de vehículos. Y yo seguí caminando por Rennes donde unos minutos antes me había cruzado con caras y cuerpos muy semejantes a los que yo me encontraba a diario en Centro Habana o el Vedado.

En el avión, de regreso a La Habana, recordé que el rostro que más se repetía en Paris era el de Grace Kelly. Es que en numerosas esquinas de la capital francesa un cartel publicitario anunciaba una exposición sobre la nunca olvidada Princesa de Mónaco , en el Hotel de Ville, hasta el 16 de agosto.

miércoles, 18 de junio de 2008


Un museo asimétrico en Centro Habana.

Locomotoras sin estación de ferrocarril, automóvil de marca emblemática canibaleado y otros vehículos parqueados transitoriamente. Calle Dragones, entre Industria y Amistad, frente al siempre verde Parque de la Fraternidad. La pared del fondo pertenece a la Fábrica de Tabacos Partagás. Y a unos metros está el mastodonte de todos los edificios republicanos de Cuba: el Capitolio Nacional.

“Belleza del encuentro fortuito de un paraguas y una máquina de coser en una mesa de disecciones”. Si la frase de Isidore Ducasse, conde de Lautréamont, no fuera tan conocida, me hubiera gustado robármela para describir este encuentro de locomotoras, autos y guaguas en el corazón de Centro Habana.

Dentro de algún tiempo quizás veamos aquí un magnífico museo temático o un hotel. Ahora es solo un museo asimétrico en el lente de un mediocre fotógrafo como yo.

viernes, 13 de junio de 2008


La fidelidad a las emociones.
Por: Lázaro Sarmiento
Recuerdo el día en que sentí una felicidad irídica porque empecé a trabajar en el lugar que para mí entonces era el centro del universo: La Rampa de La Habana. Y aunque he sido infiel a muchas emociones, otras han quedado ancladas en la zona izquierda del cerebro donde están, dicen, las neuronas de la felicidad.

“…sin embargo, aprecio y respeto la humilde y tenaz fidelidad que determinadas personas –sobre todo mujeres- mantienen por sus gustos, sus discos, sus antiguas empresas, por las fiestas desaparecidas: admiro su voluntad de seguir siendo los mismos en medio del cambio, de salvar su memoria, de llevarse con la muerte la primera muñeca, un diente de leche, un primer amor.”

En la consulta del dentista, mientras esperaba mi turno con el terror, me hice acompañar de un libro que fue una de las lecturas deslumbrantes de mi juventud: Las Palabras (Les Mots) de Jean Paul Sartre, publicado en La Habana en 1970 en la Colección Testimonio del Instituto del Libro. Este texto era la primera parte de una autobiografía entonces inconclusa.

“He conocido a hombres que se acostaron ya tarde con una mujer envejecida por la simple razón de que la habían deseado en su juventud…A mi no me duran los rencores y lo confieso todo, complacientemente; estoy muy bien dotado para la autocrítica a condición de que no pretendan imponérmela.”

Disfruto de ese Sartre que, siendo en apariencia tan autobiográfico y personal, no deja de ser un malicioso manipulador. Pero no siempre podré afirmar como este discutido intelectual: “…soy constante en mis afectos y en mi conducta pero infiel a mis emociones…”.

Calle 23. Foto: Alfredo Zamora. 13 de junio de 2008.

Sombra siniestra en vidriera de la tienda El Encanto de Miami.
Por: Lázaro Sarmiento
Donde antes estaba El Encanto, la tienda más elegante de La Habana, se construyó hace años un parque sencillo donde las personas se sienten a descansar y ejercer una de las costumbres cubanas: ver la gente pasar. El Encanto contó entre sus clientes a Miroslova, John Wayne y María Félix y adquirió la exclusividad de los modelos de Christian Dior.

Este parque surgió en el corazón comercial de la capital no porque los urbanistas pensaran que los árboles son más atractivos que los maniquís y las vidrieras del considerado en su momento el templo habanero de la elegancia.

El parque existe porque la noche del 13 de abril de 1961 la tienda de seis pisos y 65 departamentos, que ya había sido nacionalizada por la Revolución, se vino abajo por la explosión de varias bombas. Fue un estallido aterrador que conmocionó a La Habana.

Entre las llamas murió Fe del Valle una de las humildes empleadas de la gigantesca tienda. Quizás ella nunca hubiera podido ahorrar el dinero suficiente para adquirir los lujosos vestidos que en los años cincuenta presentaba el exclusivo Salón Francés de El Encanto.

En medio de las lenguas de fuego que tiñeron de rojo de las calles Galiano, San Miguel, Amistad y San Rafael, Fe del Valle trató de salvar la mercancía y el dinero recaudado para construir un círculo infantil, tarea que le había confiado la entonces recién creada Federación de Mujeres Cubanas.

El parque inaugurado después de barrido el amasijo de hierros y escombros en los antiguos terrenos de El Encanto fue bautizado con el nombre de Fe del Valle.

Hace unos días en el Youth Fair de Miami se celebró la feria llamada Cuba Nostalgia. El evento incluyó desde la música de Fajardo y antiguos mapas del Vedado y de Miramar hasta souvenirs de Montmartre y una vitrina de El Encanto. Fue un Parque Jurásico en versión Pre-1959.
Desconozco si alguno de los miembros de la Asociación de Antiguos Empleados de El Encanto, fundada en Estados Unidos en 1990, recordó a Fe del Valle en el ambiente de esa Habana cada vez más imposible y lejana de los organizadores de Cuba Nostalgia. La prensa omitió el nombre de la víctima del brutal acto terrorista

El Nuevo Herald divulgó abundantes datos glamorosos de la tienda fundada en mil 888. Sobre el atentado solo incluyó la breve referencia de una antigua secretaria del emporio comercial que llegó a ser modelo: “Arias, que vivía a escasas cuadras de su lugar de trabajo, fue una de las testigos del fin de El Encanto en el incendio provocado por la explosión de varias bombas el 13 de abril de 1961.

“Fui a levantar a mi hijo de la cuna y vi caer el edificio como si fuera polvo. Fue una impresión tan grande que nunca pude volver a pasar por allí.”

Ninguna alusión a los terroristas - en la Florida son solo grupos “anticastristas”- que ejecutaron el atroz sabotaje.

Me indigna pensar que frente a la vitrina de El Encanto de feria montado en Miami para el evento Cuba Nostalgia, pudo pasearse uno de los siniestros personajes que idearon pulverizar la tienda más grande de La Habana y cegaron la vida de una mujer inocente.
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