lunes, 28 de mayo de 2012

UN ELEFANTE EN DRAGONES Y ZULUETA.



Por: Lázaro Sarmiento

Me encontré con un elefante en la esquina de Dragones y Zulueta, en el portal del Teatro Martí. Recién nos habíamos mudado para La Habana y mi madre, entonces una joven y hermosa guajira, me llevaba cogido de la mano. Íbamos hacia la calle Damas, que termina en la Avenida del Puerto, buscando una dirección cuando nos sorprendió el paquidermo que, con la parsimonia misteriosa de su especie, se columpiaba y comía hierba en la entrada del popular coliseo . Tenía una cadena con una enorme bola de hierro amarrada a una de sus patas. Seguramente estaba allí como parte del espectáculo teatral. Un público numeroso lo rodeaba, sin sospechar quizás que estas criaturas sufren durante los actos de exhibición Los transeúntes quedaban hipnotizados frente al animal de memoria prodigiosa. Y los choferes detenían sus automóviles para disfrutar mejor la escena. Parecía que todos aspiraban a que el elefante recordara para siempre sus rostros, y los intentos por establecer una comunicación a través de los ojos y de una mímica pueril.

Nunca he comprobado esta imagen en los periódicos y carteleras teatrales de la época. Sentiría una gran decepción si mi encuentro con un elefante en una esquina de La Habana fuera un recuerdo implantado.


La atracción de la gente hacia la condición de amuleto del elefante, genera una próspera industria de figuras de yeso y otras sustancias. El elefante de la foto, reina en medio de un esplendoroso desorden.

Arriba: Deslizo mis manos sobre la piel de acero de este elefante de JEFF para invocar algunos de sus atributos simbólicos: riqueza, fuerza y cognición.

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