Por: Lázaro Sarmiento
En las emisoras de radio, las grabaciones de Barbarito Diez han gozado siempre de un respeto especial. Recuerdo la amplia difusión que en Radio Ciudad de La Habana recibió el disco que el legendario cantante de danzones hizo con La Rondalla Venezolana en 1985. Este fonograma lo presentaba como bolerista y serenatero. La voz de Barbarito refulgía poderosa y cristalina entre los acordes y las estridencias de moda.
Por esa misma época le escuché decir a Miguel Barnet que él cambiaría toda su obra literaria por ser el autor de Una rosa de Francia. Este criollo-bolero del compositor Rodrigo Prats debe en gran parte su prestigio a la interpretación que hizo Barbarito Diez.
Y ya que mencioné a Barnet, voy a transcribir un fragmento de un texto suyo titulado Barbarito, incluido en su libro Autógrafos cubanos.
“En la audición radial diaria para las amas de casa, los peloteros y las muchachas ruborizadas por el primer beso. Cuando no existía la televisión era solo su voz lozana. Luego su porte erguido y severo, como de pastor evangélico.
-Ese hombre es una palma real y no baila.
Pero no hay un cubano que no haya bailado con sus danzones. No hay un cubano que no haya cantado –en hondo coloquio- con él, a dos voces.
Baile de verbena, retreta municipal, Aires Libres del Prado, domingo de guayabera de hilo y sombrero de pajilla. Si alguien ha impuesto la brújula de su voz a los cuatro vientos es él.
Si alguien ha llegado a la puerta de los enamorados con una concha nacarada y una guinda es él.
Si alguien ha cantado para todas las generaciones es él.
Sea su voz, de palo de monte, como una raíz de cuya savia se nutran los aires de la Patria”.
En las emisoras de radio, las grabaciones de Barbarito Diez han gozado siempre de un respeto especial. Recuerdo la amplia difusión que en Radio Ciudad de La Habana recibió el disco que el legendario cantante de danzones hizo con La Rondalla Venezolana en 1985. Este fonograma lo presentaba como bolerista y serenatero. La voz de Barbarito refulgía poderosa y cristalina entre los acordes y las estridencias de moda.
Por esa misma época le escuché decir a Miguel Barnet que él cambiaría toda su obra literaria por ser el autor de Una rosa de Francia. Este criollo-bolero del compositor Rodrigo Prats debe en gran parte su prestigio a la interpretación que hizo Barbarito Diez.
Y ya que mencioné a Barnet, voy a transcribir un fragmento de un texto suyo titulado Barbarito, incluido en su libro Autógrafos cubanos.
“En la audición radial diaria para las amas de casa, los peloteros y las muchachas ruborizadas por el primer beso. Cuando no existía la televisión era solo su voz lozana. Luego su porte erguido y severo, como de pastor evangélico.
-Ese hombre es una palma real y no baila.
Pero no hay un cubano que no haya bailado con sus danzones. No hay un cubano que no haya cantado –en hondo coloquio- con él, a dos voces.
Baile de verbena, retreta municipal, Aires Libres del Prado, domingo de guayabera de hilo y sombrero de pajilla. Si alguien ha impuesto la brújula de su voz a los cuatro vientos es él.
Si alguien ha llegado a la puerta de los enamorados con una concha nacarada y una guinda es él.
Si alguien ha cantado para todas las generaciones es él.
Sea su voz, de palo de monte, como una raíz de cuya savia se nutran los aires de la Patria”.
Barbarito Diez nació en Bolondrón, Cuba,el 4 de diciembre de 1909. Murió en La Habana el 6 de mayo de 1995.
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