Coppelia: el helado como metáfora.
Por: Lázaro Sarmiento
Coppelia en La Habana: fresa y chocolate, paseo, símbolo de códigos urbanos, diversidad de sabores y de proyecciones, set de encuentros y opiniones y, para muchos cubanos escenario ya de nostalgias. La gente no solo disfruta aquí de bolas de helado; va a sus canchas, pasillos y alrededores a verse, exhibirse, buscar, descubrirse. Coppelia es la expresión del parque municipal magnificado en una escala de gran ciudad .En ocasiones el término se desprende de la heladería que nombra y se convierte en emblema sociológico, sinónimo de juventud, de estilo de vida, de recreación. Esa construcción en forma de araña posada sobre un jardín del Vedado es una de las obras más representativas de Mario Girona, arquitecto que acaba de fallecer en La Habana a la edad de 84 años.
Se ha dicho que con la construcción del Pabellón Cuba (1963) y Coppelia (1966) en La Rampa “se quiso demostrar el nuevo uso social de la tierra urbana, en un espacio que en la etapa anterior era reservado para la presencia de costosos edificios de oficinas o hoteles de lujo”. Estas instalaciones, destaca el arquitecto Roberto Segre, “monumentalizaron dos espacios públicos dedicados a la recreación cotidiana de los habitantes urbanos”.
Una gran satisfacción debió sentir Mario Girona cuando su proyecto de heladería, concebido en una semana y materializado en seis meses, se convirtió en muy poco tiempo, casi instantáneamente, en uno de los sitios más populares de La Habana. Coppelia solo ha sido imitada en los últimos años como imán espontáneo de ebullición humana por la franja del malecón habanero donde nace, o quizás termina, la calle 23, entre una pequeña heladería Bin Bon y las aguas de la Corriente del Golfo.
Se ha dicho que con la construcción del Pabellón Cuba (1963) y Coppelia (1966) en La Rampa “se quiso demostrar el nuevo uso social de la tierra urbana, en un espacio que en la etapa anterior era reservado para la presencia de costosos edificios de oficinas o hoteles de lujo”. Estas instalaciones, destaca el arquitecto Roberto Segre, “monumentalizaron dos espacios públicos dedicados a la recreación cotidiana de los habitantes urbanos”.
Una gran satisfacción debió sentir Mario Girona cuando su proyecto de heladería, concebido en una semana y materializado en seis meses, se convirtió en muy poco tiempo, casi instantáneamente, en uno de los sitios más populares de La Habana. Coppelia solo ha sido imitada en los últimos años como imán espontáneo de ebullición humana por la franja del malecón habanero donde nace, o quizás termina, la calle 23, entre una pequeña heladería Bin Bon y las aguas de la Corriente del Golfo.
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